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Fumiaki Noya, traductor al japonés de Gabo, estuvo en Cartagena y esto dijo

Fumiaki Noya, traductor japonés de “Crónica de una muerte anunciada”, de Gabo, y de varios autores latinoamericanos, conversó con El Universal.

Fumiaki Noya, traductor al japonés de Gabo, estuvo en Cartagena y esto dijo

Fumiaki Noya, traductor al japonés de Gabo, estuvo en Cartagena y esto dijo. //Foto: Julio Castaño- El Universal.

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El reconocido traductor japonés Fumiaki Noya (1948), profesor emérito de la Universidad de Tokio, considerado el mejor traductor japonés de la literatura latinoamericana, entre ellos, de “Crónica de una muerte anunciada” y varios cuentos de García Márquez; “Rayuela”, de Julio Cortázar; “El sueño del celta”, de Mario Vargas Llosa, recorrió varios lugares del Caribe colombiano tras el espíritu de Macondo y de la vida del Premio Nobel de Literatura colombiano.

Fumiaki Noya ya había estado en Bogotá y Zipaquirá, y prosiguió a Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Aracataca, Riohacha, hasta culminar en Sucre, Sucre. De ese viaje publicará en 2026 un libro sobre el Premio Nobel de Literatura colombiano. Concedió una intensa entrevista a El Universal, de la que compartimos apartes:

¿Cuándo empezó a interesarse por la literatura latinoamericana?

-Desde que era un estudiante de bachillerato, mucho antes de seguir mi carrera académica sobre literatura hispanoamericana. Leí obras de literatura antigua. Las obras indigenistas de América Latina no me gustaron mucho. En la década de los 70 empecé a traducir literatura hispanoamericana. Mi profesor y maestro Tadashi Tsuzumi hizo la mejor traducción al japonés de la novela “Cien años de soledad”. Me impactó. Había leído las obras de autores del Boom Latinoamericano: Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, pero García Márquez es distinto a ellos. Son modernistas y vanguardistas todos ellos, pero García Márquez tiene además de una gran base popular, un tono humorístico con sello propio. Su obra nos deja un concepto y una nueva noción de la novela latinoamericana. No sabíamos antes de leerlo que América Latina tuviera una literatura tan interesante, con características propias. No era el realismo social que habíamos leído. Era una mezcla de lo europeo y lo americano. Lea: Así se verían los Buendía de Cien años de soledad, según la IA

¿Percibió alguna influencia de García Márquez, de la herencia hispanoamericana?

-A García Márquez lo percibí fuera de la literatura hispanoamericana, lejos de la tradición española de Cervantes. Los traductores japoneses de aquel entonces no conocían bien la literatura latinoamericana. Los traductores eran profesores del idioma español, y su mirada era muy española. A mí me gustaba García Lorca por lo trágico. Sus obras y su vida fueron trágica. Fueron los fascistas los que mataron al poeta. Había traducido a Gustavo Adolfo Bécker, “Leyendas”; los cuentos de Vargas Llosa, “Los Jefes”; “Las alturas de Machu Picchu”, de Neruda. Publiqué un pequeño volumen de literatura hispanoamericana en Japón, pero eran pequeños tirajes. A principios de los 80 las editoriales grandes se interesaron por América Latina, y aparecieron reseñas de novelas latinoamericanas en periódicos y revistas. Aumentó el número de lectores interesados por América Latina.

¿Qué descubrió el lector japonés de América Latina al leer a sus novelistas?

-Con el Boom descubrimos otro tipo de novelas que nos fascinaron y en Japón se empezó a hablar de una Nueva Ola, del Tercer Mundo, de África, Asia, Latinoamérica, de la Revolución Cubana, de la cultura cubana, mexicana, en esencia, de todo lo latinoamericano. A través de esta literatura tuvimos miradas de otro mundo que desconocíamos, diferentes a la literatura francesa, europea. Descubrimos que en Europa había escritores importantes que carecían de lectores y que no tenían tanta energía como la literatura latinoamericana.

Fumiaki Noya en El Universal. //Foto: Julio Castaño- El Universal.
Fumiaki Noya en El Universal. //Foto: Julio Castaño- El Universal.

¿Qué piensa del realismo mágico luego de confrontar lo leído y vivido?

-El realismo mágico es más realidad que magia. Muchas veces se asume con superficialidad y no con profundidad este concepto de realidad y magia. La vida de García Márquez es demasiado interesante y me fascina mucho. Creía en una utopía y vivía en un mundo en crisis nuclear. Era un clásico viviente. Los lectores pueden encontrar algo de sus utopías en sus obras. Su humor critica a la sociedad, a la gente de aquí, a Hispanoamérica. Siempre está tomándonos el pelo. Muy interesante para nosotros el humor de Gabo, su mamagallismo. Los elementos humorísticos son muy populares, muy intelectuales a la vez. ¿Cómo podemos escribir la novela sin mirar e imitar el modelo europeo español o francés?

¿Qué dificultades encontró al traducir a Gabo?

-Sus elementos poéticos que encontramos en su narrativa. Aún en sus novelas más crudas se nota la influencia de la música de la poesía en su obra. Hay una influencia en Gabo en la poesía medieval del Siglo de Oro español. Esos elementos no existen en la obra de Vargas Llosa.

¿Qué le aporta esta nueva experiencia de recorrer algunos de los territorios de su obra?

-Puedo distinguir que cada lugar tiene su cultura. En Japón no podíamos distinguir esa variedad de las culturas, de sus gentes. Me agradó y me impresionó la generosidad de la gente de aquí. Pocos escritores conocen la variedad de tantos lugares. Gabo conoció cada uno de esos lugares, en las aldeas y ciudades. La gente de cada ciudad o pueblo cree que Gabo es un representante de la cultura. Aquí, en el Caribe, nadie nos regaña. Llegamos a la conclusión de que Macondo no es un lugar concreto, sino un lugar que nuestra imaginación crea. Hay un Macondo mítico y místico, un lugar de utopías, es como la riqueza de un sancocho, mezcla de sabores, hay de todo.

¿Cuál cree usted que debe ser la mayor virtud de un traductor?

-Para mí hay dos clases de traductores. Los traductores profesionales que no aman tanto a los libros y traducen cada día, y los que traducen para vivir, traduciendo con mucho amor. Lea: 11 años sin Gabriel García Márquez: el estudiante que pocos conocen

¿Conoció personalmente a García Márquez?

-Sí, en Tokio, en 1990. Traduje “Crónica de una muerte anunciada”. Me propuso al verme que tradujera “El amor en los tiempos del cólera”. Él deseaba que esa obra mayor la leyera Kurosawa.

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