El show de medio tiempo del Super Bowl, uno de los espectáculos más vistos y esperados del planeta, se convirtió este año en el epicentro de una batalla política y cultural en Estados Unidos.
Todo comenzó cuando se confirmó que Bad Bunny sería el artista principal del evento de 2026, un anuncio que desató entusiasmo global… y una ola de críticas desde los sectores más conservadores del país.
La polémica estalló tras las declaraciones del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, quien calificó la elección del artista puertorriqueño como “una terrible decisión” por parte de la NFL.
Según Johnson, el intérprete de Tití Me Preguntó “no representa los valores que deberían exhibirse en un evento con tanta visibilidad mundial” y “no apela a una audiencia amplia”. En sus palabras, el show podría enviar un mal mensaje a “una generación joven e impresionable que merece mejores ejemplos”. Lea: Billboard elige a Bad Bunny como el máximo artista latino del siglo XXI

¿Por quién quieren reemplazar a Bad Bunny en el Superbowl?
Pero el congresista republicano fue más allá: propuso como reemplazo al veterano cantante de country Lee Greenwood, de 82 años, conocido por su himno patriótico God Bless the U.S.A., una canción que ha acompañado múltiples actos políticos del Partido Republicano y mítines del expresidente Donald Trump.
Johnson aseguró que Greenwood sería una opción “más adecuada y representativa de los valores estadounidenses”.
El comentario, sin embargo, encendió un debate mucho más profundo que el de un simple cambio de cartel. Lo que está en juego es el pulso entre dos visiones del país: una que busca preservar los símbolos tradicionales del conservadurismo, y otra que celebra la diversidad cultural que hoy define a la sociedad estadounidense.
Bad Bunny —cuyo nombre real es Benito Antonio Martínez Ocasio— no es solo un fenómeno musical. Es un ícono global de una generación que mezcla idiomas, desafía etiquetas y representa la expansión del poder latino en la cultura pop.
Su llegada al Super Bowl, respaldada por la NFL, Apple Music y Roc Nation, fue una decisión estratégica: conquistar a la audiencia hispana y conectar con una juventud multicultural que ve en él un símbolo de autenticidad y libertad artística.
A pesar de la controversia, la NFL mantiene firme su elección. Según informó Reuters, la liga no tiene planes de modificar el cartel del espectáculo y considera que la participación de Bad Bunny representa “una oportunidad histórica para reflejar la diversidad cultural de la audiencia global del Super Bowl”.
Mientras tanto, las voces críticas siguen creciendo en el ala más conservadora. Figuras como Marjorie Taylor Greene y Donald Trump han cuestionado abiertamente la decisión, llamando al show “ridículo” y “contrario a los valores estadounidenses”.
Incluso Kristi Noem, funcionaria del Departamento de Seguridad Nacional, insinuó que habrá presencia de agentes de ICE durante el evento, lo que ha sido interpretado como un gesto político más que de seguridad real. Lea: Donald Trump critica que Bad Bunny cante en el Super Bowl: “Ni sé quién es”
En medio del ruido, Bad Bunny se ha mantenido fiel a su estilo. En una reciente aparición en Saturday Night Live, respondió a las críticas con ironía: “Tienen cuatro meses para aprender español”. La frase se viralizó como una declaración de orgullo cultural y una respuesta elegante a quienes lo acusan de no representar a Estados Unidos.