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Ibagué: un viaje al templo de la música en Colombia

No en vano es la ‘Capital Musical de Colombia’, un título que refleja cómo su gente abraza el arte y la música desde la infancia.

Ibagué: un viaje al templo de la música en Colombia

Ibagué es conocida como la Capital Musical de Colombia. //Foto: Colprensa.

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Ibagué, desde la ventanilla del avión, parece una ciudad diminuta escondida entre montañas. El trayecto desde Bogotá apenas duró veinte minutos, aunque la escala previa nos hizo esperar una hora. La pista de aterrizaje se extiende solitaria, como si fuéramos los únicos visitantes en llegar al mediodía. El clima nos recibe con un leve frío que se desvanece pronto cuando el sol se impone. Afuera, nos aguarda el guía que designó Fontur para nuestra visita a la ciudad. Subimos a la van que avanza por una vía adornada con ocobos en flor; sus copas repletas de pétalos rosados nos obligan a sacar los teléfonos y a atrapar, en pocos segundos, la belleza del tapete de flores que se extiende por toda la carretera y que rápidamente va quedando atrás.

Un recorrido por la Ciudad Musical de Colombia

Según Ibagué Cómo Vamos, en 2023 la capital del Tolima tenía 545.210 habitantes. Buena parte de esa población guarda una relación íntima con la música. Entre 2019 y 2020, las artes y el entretenimiento se consolidaron como la principal actividad económica, de acuerdo con el Dane. Tal es la importancia de este arte que antaño, al presentar una hoja de vida, los ibaguereños solían incluir los instrumentos que tocaban. Se dice incluso que esta relación con los instrumentos empieza en la infancia, donde los niños establecen la primera conexión con el arte a través de las canciones que unen a distintas generaciones como un tejido invisible. Lea también: Pablo Alborán eclipsó a Ibagué: así se vivió su primer concierto sinfónico

Ocobo, el árbol insigne de Ibagué. //Foto: Alcaldía de Ibagué.
Ocobo, el árbol insigne de Ibagué. //Foto: Alcaldía de Ibagué.

Ese pulso musical, que parece estar en el aire, le dio a la ciudad el título de “Ciudad Musical de Colombia”, un distintivo que sus habitantes exhiben con orgullo. Se cuenta que el reconocimiento se remonta al conde francés de Gabriac, quien dejó plasmada en sus crónicas la sorpresa que le causaba un lugar tan vivo y acompañado siempre de cuerdas y melodías. Allí habitan ritmos heredados del Tolima Grande -cuando Tolima, Huila y Caquetá conformaban un solo departamento-: el pasillo, el bambuco, el rajaleña, la caña y la guabina.

Uno de los hitos de Ibagué fue crear el primer bachillerato musical del país. El 14 de diciembre de 1959, mediante la Resolución No. 008, firmada por Amina Melendro de Pulecio, directora del Conservatorio, nació este programa pionero que permitía a jóvenes de sectores vulnerables completar la educación media mientras se formaban como instrumentistas sinfónicos. Años más tarde, el Ministerio de Educación lo reconoció como un plan especial de ocho años de duración. Lea también: Ibagué Festival 2025: el evento musical que enamoró a Pablo Alborán

Durante el Ibagué Festival visitamos la exposición de lutería en el Conservatorio del Tolima, institución que ofrece la Tecnología en Construcción y Reparación de Instrumentos de Cuerda Frotada, primera en Colombia y tercera en Latinoamérica. Allí, los estudiantes no solo aprenden a fabricar instrumentos de la más alta calidad, guiados por maestros internacionales, sino que cuentan con talleres especializados, máquinas para trabajar la madera, sistemas de extracción de polvo, espacios para barnices y acabados. Con estas herramientas, los egresados adquieren competencias para reparar, diseñar, identificar materiales y hasta gestar emprendimientos propios en relación con la venta de instrumentos. La lutería es quizás la parte más silenciosa del arte; un lutier es un artesano aislado en un taller, capacitado para construir con detalles milimétricos y sabiduría musical un instrumento que nunca más volverá a existir porque es su creación; nacido de sus propias manos.

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La mañana se abrió tímida, con un sol que al mediodía se volvió abrasador, pero que en la tarde cedió ante un aguacero que nos entumió. Esa es Ibagué, impredecible. El radiante cielo azul puede mutar en cuestión de minutos. “Lleva siempre una chaqueta, porque aquí llueve de repente”, me advirtió una amiga antes del viaje. Nuestra guía, la señora Yolanda, nos explicó que la razón está en que la ciudad se asienta sobre casi todos los pisos térmicos, lo que le permite transitar del frío mañanero al sofoco de un mediodía en el Caribe.

Antes de ir a almorzar visitamos Eco Music Sound, una productora musical que presta sus servicios a artistas colombianos y extranjeros pero que nos abrió sus puertas a una experiencia inmersiva en un estudio de grabación, donde aprendimos a tocar diferentes instrumentos tradicionales y grabamos nuestra primera canción -porque, claro, ninguno de los que estábamos ahí lo había hecho antes- que además de tener nuestras voces en los coros y estribillos, los instrumentos fueron tocados también por nosotros mismos gracias a la compañía y motivación de los artistas que adelantan esta iniciativa y permiten a muchas más personas de afuera aprender sobre el proceso creativo y técnico detrás de la música que en Ibagué lo es casi todo.

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