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Nueva Biopic de Netflix reabre debate: cuando el morbo se sirve a la carta

Los biopics de villanos triunfan en Netflix y redes, generando fascinación y debate sobre el límite entre entretenimiento y morbo.

Nueva Biopic de Netflix reabre debate: cuando el morbo se sirve a la carta

Nueva Biopic de Netflix reabre debate: cuando el morbo se sirve a la carta. //Fotos: Netflix.

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Un clic basta para que la oscuridad invada la sala. La pantalla azulada revela un rostro que jamás quisiéramos encontrar en la vida real, pero que desde el sofá observamos con inquietante fascinación.

Esta vez será Ed Gein, el asesino que inspiró a personajes como Norman Bates y Leatherface, quien protagonice la tercera entrega de la exitosa saga Monsters de Netflix, tras el fenómeno de Jeffrey Dahmer y los hermanos Menéndez. La serie, con estreno anunciado para el 3 de octubre y protagonizada por Charlie Hunnam, promete revivir un dilema que nos persigue: ¿por qué amamos tanto mirar a los monstruos?

No es casualidad. La cultura audiovisual vive un auge de historias “basadas en hechos reales”. Se multiplican los biopics de cantantes y deportistas -Luis Miguel, Fito Páez, Maradona-, así como las recreaciones de criminales, desde Pablo Escobar hasta Ted Bundy. En el catálogo todo tiene cabida si logra atrapar al espectador. Lea: Jeffrey Dahmer, éxito en Netflix pero no en Halloween: retiran disfraces

Pero la fiebre de los biopics criminales va más allá de la moda: nos obliga a preguntarnos qué es lo que realmente estamos haciendo al transformar todo ese dolor en entretenimiento.

El poder del biopic

En 2022, Dahmer - Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer se convirtió en el segundo mayor éxito de la historia de Netflix, acumulando más de mil millones de horas vistas en apenas dos meses. Un récord acompañado de polémicas: familias de las víctimas denunciaron retraumatización, disfraces del asesino prohibidos para Halloween, y la plataforma tuvo que retirar la etiqueta “LGBTQ” tras el monumental rechazo. Aun así, el rating habló: la oscuridad vende.

La segunda temporada de Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (2024) repitió la fórmula de su primera entrega: éxito global, pero críticas por supuestas inexactitudes y sugerencias de incesto entre los hermanos. Dentro de la familia, Erik la calificó de deshonesta, mientras Lyle valoró que visibilizara el abuso infantil que sufrieron, mostrando el dilema de estas producciones: ningún relato es neutral cuando toca memorias dolorosas.

La serie, dirigida por Ryan Murphy y protagonizada por Javier Bardem, reavivó el interés público por el caso y cuestionó la narrativa oficial. Esta atención mediática influyó en la justicia: en mayo de 2025, un juez de Los Ángeles redujo la condena de los hermanos a 50 años, permitiéndoles optar por la libertad condicional. Sin embargo, en agosto de 2025, la Junta de Libertad Condicional de California rechazó sus solicitudes, al considerar que aún representan un riesgo, aunque sus abogados exploran apelaciones y la posible intervención del gobernador Gavin Newsom.

El caso evidencia cómo los biopics pueden llegar hasta a moldear la percepción pública e incluso influir en procesos judiciales reales. Lea: Hermanos Menéndez enfrentan audiencia que podría darles la libertad condicional

Póster de Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez. //Foto: Netflix.
Póster de Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez. //Foto: Netflix.

El debate en Internet sobre los biopics de asesinos

En redes, la discusión se multiplica en cada estreno. Hay quienes sostienen que estas series glorifican a los asesinos, convirtiendo el dolor en espectáculo. “Netflix está romantizando a Dahmer como si fuera una estrella pop”, escribió un usuario en X cuando explotaron los fancams (videos cortos creados por fans) de Evan Peters en TikTok. Otros denuncian que se borra la voz de las víctimas: Rita Isbell, hermana de Errol Lindsey, uno de los jóvenes asesinados por Dahmer, confesó que ver su escena recreada sin haber sido consultada fue “como revivirlo todo de nuevo”.

Del otro lado están quienes defienden el valor pedagógico: “Conocer a estos monstruos es una advertencia. Nos enseña qué señales detectar y qué errores institucionales no repetir”, opinó un comentarista en un foro de crimen en Reddit. Y no faltan quienes matizan: el problema no es contar estas historias, sino cómo se cuentan. Una narrativa respetuosa puede iluminar; mientras que una mal giro la convierte en morbo puro.

Póster de Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer. //Foto: Netflix.
Póster de Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer. //Foto: Netflix.

Un espejo oscuro

La atracción por el lado oscuro no es nueva. Shakespeare nos dio a Macbeth y Lady Macbeth; el cine convirtió a los mafiosos en íconos culturales; Hollywood hace décadas convirtió a Al Capone en estrella de cartel. El villano encarna lo prohibido, lo que queremos mirar sin atrevernos a vivir. Psicólogos llaman a esto “la exploración de la sombra”: un espejo donde vemos lo que tememos y, a la vez, lo que nos intriga.

Por eso las cifras son tan altas. En Estados Unidos, 84% de las personas mayores de 13 años consumen algún tipo de true crime (crímenes reales) y muchas mujeres encuentran en estos relatos un manual de prevención: aprender a leer señales de abuso, a identificar riesgos, a procesar miedos. El monstruo, entonces, se convierte en una curiosa introspección.

Pero no todo se justifica. Cuando los asesinos se convierten en ídolos de TikTok, cuando se editan clips que los muestran como galanes o se venden disfraces en línea, la memoria de las víctimas se diluye. La ética pide límites: centrar la mirada en las historias de quienes sufrieron, no en el aura del criminal.

Ryan Murphy, creador de la saga, asegura que intentó contactar a más de veinte familias de víctimas para construir sus relatos; varios familiares niegan haber recibido alguna llamada.

Póster de 'MONSTRUO: La historia de Ed Gein'. //Foto: Netflix.
Póster de 'MONSTRUO: La historia de Ed Gein'. //Foto: Netflix.

El caso Dahmer mostró la grieta: entre el récord de audiencia y el dolor de quienes revivieron sus pérdidas sin consentimiento. El caso Menéndez repitió la tensión: entre la emoción de los fans que maratonearon la serie y la rabia de quienes la vivieron desde adentro. Y ahora, con Ed Gein, el debate volverá a encenderse.

Quizá, en el fondo, lo que más nos atrae no son los monstruos, sino el reflejo que nos ofrecen. Cada biopic es un recordatorio de hasta dónde puede llegar la crueldad humana, incluyéndonos. Pero también de nuestra necesidad de mirar lo prohibido bajo el manto seguro de una pantalla. Lea: De esto trata ‘Adolescencia’, la serie que está arrasando en Netflix

La fiebre de los biopics criminales no pasará pronto. Mientras el morbo dé audiencia, habrá catálogo. La pregunta es si aprenderemos a consumirlos con respeto o si seguiremos romantizando a quienes nunca debieron ser héroes. Porque la oscuridad puede enseñarnos, sí, pero también puede seducirnos. Y esa es la verdadera monstruosidad.

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