La inspiración del reconocido actor y cantautor Karoll Márquez nació en Cartagena, Desde muy pequeño supo que su vida estaría marcada por el arte. Aquellas tardes en que la música llenaba su casa, con su madre Amira Cataño cantando a Rocío Dúrcal y Claudia de Colombia, y su padre Joaquín Márquez celebrando la salsa y las orquestas, le dieron el ADN artístico que lo acompaña hasta hoy.

“Recuerdo que la primera vez que me subí a un escenario tenía seis años. No sentí miedo, sino libertad”, rememora el actor y cantante, convencido de que su verdadera génesis está en la música. Admiraba a Madonna, Prince, Michael Jackson y, más adelante, a Shakira. Quería esa fuerza escénica, ese magnetismo con el público. Su padre, consciente de su talento, hizo sacrificios para apoyarlo, aunque sin imponerle el peso de la profesionalización.
Karoll Márquez fue por su sueño
El destino lo llevó a Bogotá, animado por un productor que vio en él un diamante por pulir. Sin contactos ni apellidos influyentes, se enfrentó a la dureza de ser “provinciano” en una ciudad exigente. Entre estudios de grabación y sus primeras apariciones en televisión —en producciones como Padres e hijos y Conjunto cerrado— aprendió a adaptarse a un entorno competitivo, incluso cambiando su forma de vestir y de expresarse para encajar. Esa etapa, dura pero formativa, lo preparó para lo que vendría.
El gran salto llegó con Oye Bonita, donde interpretó a Monchi. Ese papel marcó un antes y un después en su carrera, consolidando su nombre en Colombia y en el extranjero. “Me abrió puertas y me conectó profundamente con el público”, reconoce. Desde entonces, aprendió que el éxito ya no se mide en cifras, sino en autenticidad: en parecerse cada vez más al niño que soñaba con cantar frente al mar. Lea también: Histórico: Palestina debutará con reina en Miss Universo 2025
Hoy, Márquez combina su faceta de actor con proyectos musicales como V de Vinilo, un colectivo con amigos y colegas que celebra la fuerza de lo colectivo y la valentía de emprender en la música.
Con más de dos décadas de carrera, Karoll Márquez sigue fiel a su esencia. Ha conocido el vértigo de la fama, la presión de las redes sociales y la incertidumbre de los nuevos comienzos, pero mantiene intacto su propósito: “Alegrarle la vida a la gente en un mundo tan hostil”, dice, con la sonrisa de quien nunca dejó de creer en el poder del arte.

