Imaginemos por un momento un salón real de esos de la Edad Media: nobles con postura erguida, elegantes trajes, oro, lujos por doquier, pretensión en su máxima expresión… y allí, en medio de todo eso, el bufón con su disfraz estrafalario: retorciendo la lengua, arriesgando hacer el ridículo para entretener, burlándose del mismo rey si es necesario. Hoy, ese bufón tiene TikTok, Instagram o Facebook y vive de los likes y las visualizaciones.
Esa es la chabacanería. Definida por el diccionario de la lengua española como la “falta de arte, gusto y mérito estimable”. Una forma de hablar y actuar que muchos tildan de vulgar, ordinaria o “corroncha”, pero que, mirada con calma, también puede llegar a ser un lenguaje popular con historia, códigos y que ahora, tiene una plataforma gigantesca.
En Colombia, esa lengua sin filtro encontró en la farándula digital a sus intérpretes más visibles y el escenario cambió: el trono es un celular y la ‘corte’ somos todos nosotros, deslizando el dedo para aprobar o desaprobar el contenido que se nos presenta en redes.
Bienvenidos a la era de la chabacanería, ese lenguaje estridente, exagerado y directo, que habla desde abajo con la audacia de quien no tiene nada que perder.
La chabacanería no es una moda nueva
El periodista y director creativo del pódcast Cartagena Federal, Pedro Espinosa, lo ubica en su mapa histórico: “Esto no es nuevo ni solo de las redes sociales. Siempre el humor ‘chabacano’ ha sido popular, sobretodo en el Caribe. Personajes de la cultura popular como el Cuchilla Geles, el Uso Carruso o El Mello amasaban cientos de miles de seguidores mucho antes de las redes sociales”. Lea: La Toxicosteña responde a las críticas de Dimeloking: “Soy ordinaria”
Y agrega: “La representación exagerada o caricaturesca del costumbrismo siempre ha sido materia prima para el contenido de humor. En televisión también se ven estos personajes que incluso dentro de los márgenes y las normas encontraban formas de representar “chabacanamente” la realidad popular; como Doña Leopo, con su vestuario exagerado y su comportamiento histriónico, que era lo que se veía en la televisión del Caribe”.
El nuevo salto no lo dio el humor como tal, sino las plataformas digitales y aunque la chabacanería no nace con TikTok, lo que sí hacen las redes es amplificarla y reordenar quién toma la palabra. Antes, el estereotipo bajaba “desde arriba”, con el sello de aprobación tras los filtros de los medios tradicionales. Espinosa traza una línea roja: “Los estereotipos en la comedia siempre vienen cargados de su toxicidad y violencia simbólica: los pastusos como bobos o las personas del Caribe como flojas alimentan un imaginario desconectado de la realidad y que se utiliza para discriminar”.
Por eso, advierte, importa desde dónde se mira y quién se ríe: “Esto de la representación de lo popular en la comedia tiene una delgada línea, pero lo más importante es que estas caricaturas vengan de nosotros mismos. No es lo mismo cuando un cachaco se disfraza de persona del Caribe para estereotiparla a cuando nos burlamos de nosotros mismos como forma de reconocernos como seres sociales”.
Ese es el cambio de época: la burla y la autoironía ahora vienen desde abajo y ya no necesitan la aprobación de una junta directiva. “Lo que han permitido las redes sociales es que estas burlas vengan desde abajo y personajes del mundo popular puedan autorrepresentarse y apropiarse de todos esos estigmas que antes usaban para discriminarles”, dice Espinosa.
En ese giro también cae el viejo tribunal de la etiqueta: “Ese supuesto ‘buen gusto’, que su carga de clasismo tiene y que ofende, se empieza a acabar. Lo chabacano viene también de unas relaciones de poder y de unos pocos dueños del discurso. Que bueno que ahora cualquiera pueda crear un mensaje y sea un algoritmo el que elija que se vuelve popular y que no. Me gustaría imaginar un mundo en donde El Cuchilla hubiera alcanzado a conocer TikTok, en mis sueños, tiene millones de seguidores y una casa en Castillogrande”.
Chabacanería: ordinario, pero propio
Aterrizado a la farándula digital colombiana, y en especial a la costeña, los referentes son claros: La Toxicosteña asume la etiqueta con orgullo: convierte el insulto en estribillo, y aplaude su desparpajo; Emiro Navarro aprovechó la intensidad del reality y con su “corronchería” ahora se codea con grandes exponentes como J Balvin y Ryan Castro; Mildre Cartagena destila el clásico humor doméstico costeño en videos cortos memorables que la han llevado hasta los Premios India Catalina y todos comparten un mismo propósito: ganarse su puesto en un mundo que la elite ha protagonizado durante tantos años.
¿Hay riesgos? Sí, y merecen atención: la humillación, la grosería, los prejuicios… Espinosa pone el miedo moral en contexto: “Este discurso de ‘que dirán’ las nuevas generaciones va más allá de la comedia popular. Lo mismo se puede decir de las narconovelas o los narcocorridos. No creo que estas expresiones populares desde la comedia sean particularmente nocivas”.
La pregunta de fondo no es si prohibir o celebrar sin filtros, sino quién cuenta la historia y para qué. Cuando la risa se ejerce desde adentro, es también una forma de lectura crítica de la propia vida.

En este reacomodo, cambiaron los templos y los santos: “Estos ‘dioses inalcanzables’ que antes pintaban los medios y perpetuaban una mirada hegemónica de la sociedad le dan paso a la autorrepresentacion”, afirma Espinosa. La celebridad perfecta comparte cartel con la creadora que transmite desde su cocina. El acento entra al plano, el barrio también. Y esa exposición —con sus contradicciones— democratiza el foco: por fin la cultura popular se narra a sí misma sin pena y sin pedir permiso. Lea: Emiro Navarro sigue triunfando tras LCDLF, estuvo en programa estadounidense
Y como lo explica Espinosa, no es revolución súbita, sino continuidad histórica: “No es ni una moda pasajera ni un nuevo movimiento, es simplemente el ciclo natural de las cosas. Desde ese bufón que se burlaba del rey en la edad media, ahora los influencers se burlan de su realidad crudamente, la comedia siempre ha estado mediada por exageraciones de lo popular y lo seguirá haciendo”.