Hay discos que se crean para romper récords y otros que logran romper mucho más que eso, llegan al corazón, evocan un momento, un sentimiento, como si cada nota levantara polvo de los recuerdos. Tropicoqueta es de esos: un pasaporte directo a América, una postal pintada de ritmos que han saltado y definido de generación en generación.
Una vez más, Karol G se reinventa sin pudor, con 20 canciones que celebran lo que nos une a todos los latinos: la cumbia que suena en cada fiesta de barrio, el dembow que retumba en las discotecas, la salsa, el merengue, un mariachi inesperado y hasta un funk brasileño que se cuela como brisa caliente entre tanto beat urbano. Y, con la facilidad de atravesar fronteras que solo tiene ella, Karol se atreve a cambiar de idioma: canta en español, coquetea en inglés y saborea el portugués. No hay límites cuando se trata de sentir la música en la piel.
A su lado, voces que no necesitan presentación: Marco Antonio Solís con un susurro de bolero; Greeicy y Feid, con la energía fresca de esta generación; y Thalía, reina de la nostalgia pop, que la bendice con una frase que ya repiten millones: “Pasaste de ser la bebecita, a la bichota y ahora a la tropicoqueta”.
Así, sin pedir permiso, Karol nos recuerda que después de sanar con Mañana será bonito y rugir en Bichota Season, ahora le toca bailar como nunca, envuelta en lentejuelas y sin miedo a ser la versión más libre y auténtica de Carolina. Lea: “No me lo creo”: Greeicy celebra su canción junto a Karol G en su nuevo álbum

La leyenda del Cabaret Tropicana
Antes de criticar desde la ignorancia hay que entender la esencia de Tropicoqueta, hay que volver a una vieja Habana de 1939, cuando bajo un cielo tropical nació el Cabaret Tropicana, bautizado como ‘el paraíso bajo las estrellas’. Un lugar mágico donde la música afrocubana -mambo, chachachá, son, bolero- se mezclaba con un desfile de bailarinas que parecían diosas coronadas de plumas, lentejuelas y frutas de colores.
Aquellas mujeres eran mucho más que decoración, tenían cuerpos esculturales y bailaban sensual, sí, pero además de eso eran talento puro, espectáculo viviente y orgullo latino que convirtió a La Habana en la capital del entretenimiento, codeándose con París y Nueva York.
Ser coqueta entonces no era pecado: era un arte que elevaba la feminidad a un altar en el mundo de la música, los ritmos y aplausos.
Karol rescata esa memoria. Desde los visuales de sus videos -donde aparecen íconos como Anahí, Itatí Cantoral, Ninel Conde, Gaby Spanic y Azela Robinson- hasta cada detalle de vestuario y coreografía, todo hace eco de esa época dorada en la que la sensualidad femenina era un lenguaje de respeto y fascinación.
Y la respuesta de sus fans confirma que esa nostalgia no está muerta: “Este tema me da esas vibras de los temitas que bailaban mis papás en diciembre. Sin palabras con este álbum, me diste lo que esperaba y más”, comentó uno de ellos en instagram.
El eterno sin sabor con Karol G
Claro que no todo ha sido aplausos. A solo días de que el álbum haya visto la luz, dos fantasmas ya lo persiguen: la eterna acusación de hipersexualizar a la mujer latina, y la comparación con el último disco tropical de Bad Bunny.
Lo primero sorprende poco: la sensualidad femenina siempre incómoda cuando se exhibe sin culpa. Pero la historia prueba que no es Karol quien convierte a la mujer latina en objeto: es la mirada de quien olvida que la coqueta del Tropicana era artista, musa y pionera, no objeto de sexualización. Escribe otro fanático, directo y sin rodeos: “¿Por qué apoyan que Rosalía haga música latina y sea sensual, pero a Karol, mujer latina, la critican por mostrar su cultura a través de su arte?” Lea: Así es la lujosa mansión de Karol G en una exclusiva zona de Miami

¿Y Bad Bunny? Quien mira el calendario sabe que Karol llevaba desde mediados de 2023 cocinando su cabaret sonoro. Un proyecto de tal magnitud que no se improvisa o copia en semanas. Pero sobre todo, que lo tropical no es patente de nadie: es legado de todos. Como bromea una usuaria en Tiktok:
“A menos de que Benito sea una cabaretera en Cuba en los años 50, no creo que lo esté copiando”. y es que El conejo Malo tampoco ha sido el primero en adentrarse en este viaje cultural nostálgico, ya antes lo habíamos visto con Rauw Alejandro, C. Tangana, Rosalía y hasta la misma Shakira.
Finalmente también hay críticas más profundas. Algunos dicen que Karol debería usar su voz para mensajes feministas en lugar de reforzar estereotipos. Otros, en cambio, la defienden celebrando que ser coqueta, tropical y libre es, en sí mismo, un acto de resistencia en un mundo que sigue juzgando el escote antes que el talento.

20 canciones para recordar quiénes somos
Lo único indiscutible es que Tropicoqueta es más que un puñado de ritmos “calientes”. Es una celebración de lo que fuimos, lo que somos y lo que merecemos seguir siendo: mujeres y hombres que se saben fiesta, tambor y risa a medianoche. Una generación que no pide permiso para moverse y expresarse como quiere y más, si sus raíces se lo permiten.
Mientras algunos miran con lupa cada movimiento de cadera, otros entienden el verdadero mensaje: Karol no se disfrazó de vedette; revivió a esas divas que la historia quiso guardar en blanco y negro. Nos recordó que la sensualidad no se pide: se hereda y no tiene por qué ser motivo de vergüenza. Lea: Las fuertes críticas a Karol G por su nueva canción: “No me representa”
Y aunque la crítica vaya y venga, hay algo que nadie puede negar: hoy, la reina del cabaret caribeño tiene nombre propio. Y no está pidiendo permiso para brillar bajo las mismas estrellas que iluminaron el Tropicana hace casi un siglo.