Un gusto culposo se disfruta, aunque avergüence admitirlo en espacios públicos, ya sea porque se considere poco serio, cursi o socialmente inapropiado. Ocurre con el contenido para adultos, con la música que oímos a escondidas o, peor aún, con esos programas que sacan el diablillo que tenemos dentro.
Estos gustos son como un caramelo difícil de sacar de la boca, y apelan más al juicio social que a la calidad real de lo consumido, porque, siendo francos, ¿quién nos dice qué tiene calidad y qué no, cuando se trata de lo que nos gusta?
Hay gente a la que le avergüenza admitir que consume La Casa de Los Famosos, el popular reality que muestra a celebridades conviviendo por meses en una casa.
El ojo que nunca descansa
Al programa le han cuestionado la falta de enfoque en el talento, ya que se centra en la convivencia. Otras críticas apuntan a que algunos de sus participantes no son famosos de la forma en que lo eran en los tiempos dorados de la televisión. Hay reacciones también por el formato, pues los integrantes de la casa son monitoreados las 24 horas y la audiencia los vigila por una app; los ve dormir, los mira en la buseta, pide la transmisión en establecimientos y hasta hay quienes descuidan sus quehaceres laborales para no perderse ni un detalle.
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Aunque se presente como entretenimiento, intenta ser claro en su premisa: un experimento social donde se pone a prueba el comportamiento bajo vigilancia de una comunidad cuando el concepto de “fama” ha cambiado. No es fortuito que Fernando ‘el Flaco’ Solórzano, destacado actor colombiano, tenga menor popularidad en comparación con Yina Calderón, Karina García o ‘La Liendra’, tres millenials que cambiaron sus vidas gracias a la actual sociedad de consumo. Hay una nueva jerarquía basada en visibilidad e influencia, en lugar de trayectoria o el mérito profesional.


“Yo me acuerdo de cuando hacía turnos como enfermera, era duro (…), trabajaba en Navidad y Año Nuevo. Las redes me cambiaron la vida”, mencionó Karina García, quien hoy goza una vida llena de viajes y lujos. No obstante, hay casos como el de Melissa Puerta y ‘La Toxi Costeña’, quienes, aunque tienen miles de seguidores, no cuentan con mayores recursos económicos.
¿La moral ha cambiado?
Las redes sociales nos permiten observar al ciudadano más allá de la persona física que es; sus códigos lingüísticos, su ortografía y los grupos a los que se vincula. Un ciudadano puede ser un usuario virtual, o dos… y hasta más de tres a la vez. En este sentido, siendo cibernautas, pueden coexistir en diferentes espacios al tiempo, a través de una red multifragmentada. Pueden comentar, juzgar, atacar, tirar una piedra y esconder la mano sin aceptar responsabilidad por lo dicho. Lea:Rey Ruiz se divorció de su esposa tras años de matrimonio
Lo que años atrás era un chiste hoy puede ser la punta de lanza para una cancelación inminente. La audiencia pasó de escandalizarse por la aparición de personajes LGBTIQ+ en la televisión colombiana (como ocurrió con Óscar Naranjo, recordado por Protagonistas de Nuestra Tele), a constituir comunidades sin importar las preferencias sexuales (como es el caso Emiro Navarro, abiertamente homosexual y uno de los personajes más queridos de esta edición). Sin embargo, no hay que confiarse, ya que esta misma audiencia que ahora apoya puede ser la que mañana cancele.

¿Somos lo que los demás creen que somos?
Los famosos saben que están siendo observados, y eso podría tentarlos a tener una auto-representación constante. Dicho en otras palabras, algunos actúan para las cámaras, mientras que otros se muestran vulnerables y cuidan cada palabra para evitar que los ‘funen’ (condena social) en redes.
Lo que puede ser complejo, y hasta el momento se sabe poco, es qué ocurre cuando estos famosos salen del programa, podrían incluso llegar a preguntarse: “¿Cómo volver a ser yo, cuando tuve que ser otro durante meses? ¿Cómo recuperarme tras semanas de complacencia? ¿Y si mi autopercepción se aleja de lo que realmente soy? ¿Cómo vuelvo a ser yo y derribo lo que dicen que soy?”, cuestiones problemáticas para muchos pensadores contemporáneos, porque, como diría el filósofo y activista transgénero Paul B. Preciado: “La identidad es la prisión de lo político. Y la identidad puede ser una cárcel cuando se convierte en algo fijo”.
Tribalismo y modelos de ciudadanía
Se dice que los humanos necesitamos pertenecer a grupos. Esos grupos tienden a definirse por oposición a otros: nosotros vs. ellos; lo propio vs. lo ajeno. Accedemos al tribalismo, buscamos seguridad, reconocimiento y sentido de identidad en nuestro grupo, una tendencia que muchas veces va en contra de la idea moral y choca con el ideal de igualdad global, como es el caso de las teorías cosmopolitas o universalistas. Es decir, hay una complejidad en ponernos de acuerdo como sociedad. Pasa en el mundo, ante tantas tensiones entre países. Pasa en Colombia, polarizada por partidos y figuras políticas. Pasa en muchas casas, donde hay diferencias hasta por un plato de comida.
No es suficiente con debatirlo desde la ética o la filosofía, también que hay que estudiarlo científicamente: ¿cómo funciona el cerebro humano?, ¿cómo se forman los grupos?, ¿cuándo aparece la exclusión o el odio? Los realities podrían darnos una pista de esto, salvo sus desaciertos con la implementación de la publicidad y la prioridad por el rating.
En La Casa de los Famosos observamos cómo se forman rivalidades y vínculos amorosos. Pero el poder también se manifiesta en cada decisión: quién nomina a quién, quién lidera. El público también ejerce una participación; elige a quién sacar o dejar. Se simula un modelo participativo de ciudadanía, donde la audiencia actúa como un “electorado”. Esto da pie al siguiente punto: cómo la audiencia pasa por una montaña rusa de emociones.
Este reality se vincula al concepto de memoria selectiva, y la construcción de realidades mediáticas, manipuladas por la edición, permitiendo analizar cómo se presentan nociones de lo que se supone es correcto o no en la esfera.
Estos formatos televisivos no son nuevos, sino actualizaciones de viejos espectáculos. Hay historias que podrían asociarse con cuentos clásicos como el de Cenicienta, o con la crueldad del público que disfrutaba las batallas entre esclavos en el Coliseo Romano, solo que aquí el contexto es distinto: famosos de países de tercer mundo confrontándose, ya que hasta el momento este “experimento social” solo se ha realizado en América Latina.
A pocas semanas de finalizar esta entrega hay carreras en declive, traiciones y cuentas de redes sociales eliminadas por fandoms, ¡nadie querrá estar en los zapatos de estos famosos una vez aterricen a la realidad!