A Fabiola Méndez una parte del mundo la conoció por su participación en el Tiny Desk (presentación virtual en un espacio pequeño e improvisado) de Bad Bunny con su nuevo álbum Debí tirar más fotos. Fabiola, inmersa en su instrumento, punteaba la melodía del tema que ha sido cantado en el mundo entero. Hipnotizaba a todos los allí presentes. El aclamado artista le grita extasiado: “Ten cuidao, Fabiola. Ten cuidao”. Su amplia sonrisa y sus movimientos reflejaban la alegría que la embargaba. Estaba representando quién es: una extensión de Puerto Rico, su isla del encanto, donde nació, creció y de la que nunca se ha desconectado.
Sus raíces son tan profundas que, para ella, ser borinqueña lo es todo; tanto así que dedica su vida a tocar el cuatro puertorriqueño, un instrumento tradicional, campesino, figura estelar de la música jíbara, la música de su pueblo.
Agradece que su familia viva rodeada de este arte y que su padre haya tenido un cuatro en casa. Asegura que fue Dios quien la unió al instrumento, porque un día lo agarró y no lo soltó más. Tenía seis años cuando sus padres la descubrieron punteando melodías.
“Mi padre tocaba el cuatro, mi madre el güiro. En mi familia siempre había música”. Lea: Puertorriqueña critica el álbum de Bad Bunny: ¿lo aprendió de Residente?
A medida que iba creciendo, su deseo por conocer más del instrumento se acrecentaba. Ingresó a los 12 años a la Escuela Libre de Música Antonio Paoli de Caguas y, posteriormente, al Conservatorio de Artes del Caribe, en su país natal. Allí aprendió la parte técnica y los conceptos de la música. Aunque tuvo el deseo de aprender otros instrumentos, y hasta tocó flauta y steel drum, sus raíces siempre la llevaban a volcarse de lleno al cuatro de cinco cuerdas.
“El cuatro puertorriqueño reafirma mi identidad. Tocarlo es como abrazar mi tierra, su sonido es una celebración a Puerto Rico”, asegura y se pregunta todos los días: “¿Cómo yo, siendo tan joven, puedo celebrar este instrumento?”

Desde que estaba en la escuela intermedia, la joven Fabiola sabía que deseaba dedicar su vida a la música. Su padre, siempre apoyando sus sueños, un día llegó a la casa con un afiche de Berklee.
Desde hace 30 años, la universidad viaja a Puerto Rico con un programa de una semana en la que dicta talleres a músicos, y al final se abren audiciones para quienes desean ser parte de la prestigiosa escuela que ha formado a grandes músicos como Quincy Jones, John Mayer, Esperanza Spalding, Diana Krall, Juan Luis Guerra, entre muchos otros.

No solo participó de los talleres y audicionó, sino que le fue otorgada una beca.
“Aunque mi base es música tradicional, en Berklee aprendí a incorporar mi instrumento en otros géneros. Allí no había profesores que lo conocieran, así que era un aprendizaje mutuo entre el docente y mi persona, porque muchos de ellos enseñaban guitarra española o eléctrica. Fue una experiencia hermosa y, aunque no era la única con un instrumento tradicional porque tenía un amigo venezolano con el cuatro venezolano, sí era la única con el cuatro puertorriqueño. Así que, cuando me gradué, fui muy celebrada en mi país”, comenta.
Uno de los eventos que más la marcaron durante su estadía en Berklee fue hace nueve años, cuando compartió escenario con Totó La Momposina en la presentación de la colombiana al interpretar El Gallo Tuerto en el Berklee Performance Center. Lea: Puerto Rico, un paraíso que encanta más allá de la salsa
En ese momento se dio cuenta de que “en Latinoamérica somos lo mismo, pero diferentes. Nuestra raíz es la misma: somos una mezcla de nuestros indígenas nativos -en el caso de Puerto Rico, de los indios taínos-, de los colonos españoles y de los africanos que trajeron como esclavos. Latinoamérica es la misma familia y eso es hermoso. Con mi música celebro las tradiciones y la conexión con otras culturas de todo el mundo, por eso mi meta es que las personas que escuchen mi música y el sonar de mi cuatro recuerden sus historias y se sientan en casa. Así que me vulnero y entrego mi corazón por completo”.
Fabiola enfrenta el gran reto de hacer que lo tradicional se mantenga como lo importante, mientras que con su instrumento convence a los mayores de que es digna de sentarse en la gran mesa de los guardianes de la historia, seduce a la juventud a profundizar en su identidad territorial y enamora al mundo con su música campesina. Todo eso mientras enfrenta a sociedades que no están acostumbradas al poder de las mujeres negras.

Para ella, el éxito es colectivo y lo sempiterno es lo que nos conecta como humanos. Por eso lucha, con su gran sonrisa, por hacer de la música jíbara una propuesta consumible en las plataformas digitales y un show imperdible.
Hace 10 años vive en Boston. Hace seis años vive 100 % de la música. En 2023 fue nominada al Emmy para Niños y Familias. En 2024 lanzó su tercera producción discográfica ‘Flora campesina’ y ya está cocinando el cuarto. En 2022 participó en el documental Negrura, una reseña de las historias de personas afrolatinas en Boston. La música que acompaña las historias es improvisada y Méndez grabó mientras las escuchaba.
Fabiola Méndez Quiñones, de Caguas, Puerto Rico, vive aferrada a lo que, como borinqueños, reconocen como propio, ondeando su bandera con orgullo, resistiendo ante lo impuesto. Por eso, cuando recibió, en noviembre de 2024, la invitación de Bad Bunny para recrear algunas canciones de su nuevo álbum -una muestra de la esencia de la isla-, se sintió plenamente feliz.
@juanvaldilope Solo de Fabiola Méndez La Mudanza - Tiny Desk Deja tu comentario y te envío el PDF por DM! . . . #badbunny #tinydesk #puertorico #barcelona #transcripcionmusical #musictranscription
♬ sonido original - Juan Valdivieso
“Es una propuesta musical sincera e ingeniosa, donde el reconocido artista tenía la intención de que los músicos fuéramos los protagonistas del espacio. Respetó el trabajo que estábamos haciendo y nuestro conocimiento. Aunque él sabe lo que quiere mostrar, pedía nuestra ayuda para construir lo que se presentó. Fue un trabajo respetuoso y hermoso. Lo más lindo es cuando el éxito es colectivo y se habla del buen trabajo cuando no estás”.
A sus 29 años es el orgullo de toda una isla, con su gran sonrisa y su cuatro de cinco cuerdas.