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Azull Martínez plasma el alma de Lorica y las calles de Cartagena en arte

Azull Martínez transforma la nostalgia en arte, fusionando Lorica y Cartagena de Indias en lienzos llenos de memoria y color. Su obra es un viaje entre pasado y presente.

Azull Martínez plasma el alma de Lorica y las calles de Cartagena en arte

Azull Martínez plasma el alma de Lorica y las calles de Cartagena en arte. //Foto: cortesía.

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Azull Martínez lleva a Lorica -el municipio donde nació- en la piel y en el pincel. Nació entre los reflejos del río Sinú, donde las casas de tejas coloniales guardan susurros de otra época y el tiempo se adormece entre el sonido de la brisa y las olas. Sin embargo, la vida la llevó a Cartagena de Indias, donde encontró otra postal de historia, de arquitectura imponente y muros que, aunque majestuosos, no le ofrecieron la calidez de su tierra natal. “Cuando llegué, todo se sintió extraño. Cartagena es hermosa, pero no era mi casa”, confiesa Azull.

En esa nostalgia comenzó su búsqueda. Paseó por el Centro Histórico con los ojos de quien busca una pieza perdida de su corazón y, en esos balcones y fachadas coloniales, en los patios escondidos tras portones de madera robusta, y en los arcos desgastados por la brisa salina, encontró ecos de Lorica.

Fue así como comenzó a reconstruir su historia a través del arte, trazando puentes entre dos ciudades que, aunque distintas, compartían una misma alma.

Azull Martínez es una artista plástica de Lorica, Córdoba. //Foto: cortesía.
Azull Martínez es una artista plástica de Lorica, Córdoba. //Foto: cortesía.

El caballero de su nostalgia

Su abuelo, una figura fundamental en su vida, dejó una huella imborrable en su forma de ver el mundo. “Mis papás son divorciados, viví mi infancia con mis abuelos. Mi abuelo era un caballero total, pero también un hombre con una mente increíblemente adelantada”, recuerda Azull.

Desde niña, Azull acompañaba a su abuelo a reuniones en casas coloniales donde se discutían temas importantes con hombres de la alta sociedad. “Yo estaba en medio de estos señores de saco, corbata y pantalón, muy clásicos, hablando de temas serios, a los 9 años”, dice con una sonrisa.

Y así, su abuelo se convirtió por mucho tiempo en el personaje principal de sus obras. “En casa de mis abuelos encontré unas fotografías hermosas de familiares en blanco y negro y me quedó ese sentimiento de extrañar algo que ya pasó. Así integré la fotografía en mis obras, y estas primeras piezas tienen a mi abuelo, ese puente hacia la nostalgia y eso que yo anhelaba tanto”.

El Centro Histórico como inspiración

Pero, además de su abuelo, Azull tiene una musa principal: ‘La Fantástica’. Caminar con Azull por Cartagena es verla detenerse en cada esquina, en cada grieta de las murallas, en cada sombra proyectada por un balcón. “Me gusta sentarme en una plaza y observar a la gente y lo que hacen, ahí están las historias que quiero contar. Me gusta dejarme absorber por la ciudad”, dice.

Así, su arte se ha convertido en un espejo de la ciudad y de quienes la habitan, pero solamente dentro del perímetro que recorre la muralla, un testimonio pictórico de la vida que transcurre entre adoquines y fachadas centenarias.

“Mi obra está estrictamente vinculada al Centro Histórico de Cartagena. A mí los otros espacios nunca me han llamado la atención. Nunca nada de lo que sale de las murallas ha estado dentro de mis obras, porque eso es lo que me evoca la nostalgia hacia Lorica, lo que inspira mi arte. Para mí es imposible irme de aquí. He viajado a otros lugares y los puedo dibujar, pero no me siento en esa conexión que tengo aquí, con los espacios llenos de memoria. Y es que el centro de Cartagena ha sido muy vivido: las casas, las mujeres, la esclavitud, todo eso está plasmado en la ciudad”.

Azull inspira su arte en la arquitectura y la nostalgia del Centro Histórico de Cartagena. //Foto: cortesía.
Azull inspira su arte en la arquitectura y la nostalgia del Centro Histórico de Cartagena. //Foto: cortesía.

Una paleta de memorias

Fuertemente influenciada por los colores estridentes y el surrealismo de René Magritte, al igual que por la perspectiva y las figuras geométricas de Piet Mondrian, el arte de Azull se mueve entre dos mundos contrastados: el color vibrante de las fachadas caribeñas y la nostalgia monocromática de los recuerdos.

En todas sus obras, las figuras humanas están en blanco y negro, como si fueran sombras de un pasado que se resiste a desvanecerse, inmerso en un horizonte de colores vibrantes y líneas que representan el lugar presente. “Es mi manera de decir que la gente cambia, pero los espacios siguen allí, esperando que volvamos a ellos”.

Los colores en su obra no son aleatorios. Azull los planea a detalle y cada uno tiene la función de evocar algo: “Me gusta planear. Yo creo que si un color no combina bien con el otro... No puedo. Soy muy colorida, y es porque la gente y los lugares aquí son muy alegres, al igual que en Lorica. Entonces, digamos que es mi forma de poder comunicar esa calidez de acá que me recuerda a mi tierra. Para mí, ese es el color”.

“También pienso que esa paleta es lo que nos sitúa en un día. Para mí, el color es hoy, ahora, presente. Yo siempre he dicho que mi obra es un intermedio entre pasado, presente y futuro”, añade.

Pero no todo es idilio, Azull tiene una relación de amor y odio y es con el arte digital, por lo que sus creaciones son pintadas y dibujadas a mano. “Realmente, a mí lo que me gusta es pintar. Siento que si el dibujo termina en ilustración simplemente, no pasa más nada dentro de mí, me parece demasiado fácil”. Sin embargo, por el placer del proceso, cada pintura de la cordobesa tiene su “hermano digital”.

Los referentes de Azull son Piet Mondrian y René Magritte. //Foto: cortesía.
Los referentes de Azull son Piet Mondrian y René Magritte. //Foto: cortesía.

Leyendo el amor

Hoy, Azull está en uno de los momentos más importantes de su carrera. Sus obras han sido expuestas en prestigiosas galerías de Panamá y Francia. Actualmente, su más reciente colección, ‘Leyendo el amor’, se exhibe en una de las galerías más importantes del país: la Duque Arango Contemporáneo en Medellín.

Esta serie de pinturas explora la relación entre el amor y la arquitectura, entre los espacios y las emociones que los habitan. “Cada pared, cada puerta, cada ventana es testigo de historias de amor y desamor, porque todos lo hemos sentido alguna vez en la vida en algún lugar”, reflexiona.

Azull ha aprendido a pintar su propia historia en los lienzos de la memoria y a traducir la nostalgia en color. En cada pincelada hay un eco de Lorica, un destello de Cartagena y un reflejo de sí misma. Su arte es, en el fondo, un viaje de ida y vuelta entre el pasado y el presente, un puente construido entre lo que fue y lo que sigue siendo.

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