Julia Salvi, al consolidar la Fundación Salvi, logró la aventura de sitiar musicalmente a Cartagena, por mar y aire, como si hubiera calcado el mapa del sitiador Pablo Morillo, pero esta vez para la más grande aventura del Cartagena Festival Internacional de Música. Diseñó su festival desde el Convento de La Popa, el puerto marítimo, las capillas de sus hoteles cinco estrellas, el mejor escenario cultural emblemático de la ciudad, que es el Teatro Adolfo Mejía; el Centro de Convenciones, la Plaza San Pedro y las iglesias y las casas culturales de los municipios de Bolívar: Santa Catalina de Alejandría, Mompox, El Carmen de Bolívar, Magangué, entre otros. El mar ha estado siempre en toda esta aventura, no solo como testigo sino como música. Siempre que soñaban juntos Víctor y Julia, los sueños se entrecruzaban como en un delirio de espejos y sonaba “Claro de luna”, de Beethoven, predilecta de Víctor Salvi, música que volvió a sonar el 20 de mayo en la ceremonia ante sus cenizas.
El canto del mar
El mar es protagonista en la edición XIX del Cartagena Festival de Música. Su temática “El canto del mar”, además de sintetizar la música de la Península Ibérica, en los siglos XIX y XX, profundiza en el proceso de construcción de una identidad nacional, en dos estaciones que la retratan. Una es la música de Isaac Albéniz y Enrique Granados y la otra estación: Manuel de Falla y Joaquín Turina en la primera mitad del siglo XX. La música de esos artistas llegó a Cartagena desde España y Europa, en barco, y se sembró entre nosotros como se quedaron para siempre muchos españoles en el Caribe, tres de ellos catalanes: Ramón Vinyes, El Sabio Catalán, Luis Vicens y Alejandro Obregón. La música de Isaac Albéniz, Enrique Granados, Joaquín Turina, Manuel de Falla y Joaquín Rodrigo impactó en los compositores colombianos y cartageneros.
Obras musicales como ‘Amor brujo’, ‘El sombrero de tres picos’, ‘Noches en los jardines de España’, de De Falla; ‘Goyescas’, de Granados, o el ‘Concierto de Aranjuez’, de Joaquín Rodrigo (1939), cuya partitura en braille viajó en un baúl en barco y cruzó la frontera el 3 de septiembre de 1939, dos días después de estallar la Segunda Guerra Mundial. Lea también: Cartagena y ‘El canto del mar’: 23 conciertos que no te puedes perder
La música es la evocación sensitiva de Joaquín Rodrigo, del bosque de Aranjuez. Esa música, al igual que ‘Iberia’, de Albéniz, resuenan entre nosotros en versiones originales y en interpretaciones. La música europea fue compartida por los misioneros que llegaron a Cartagena, y muchas obras empezaron a escucharse en los templos, en los recintos de los frailes, en las escuelas de música y en los futuros conservatorios. Los primeros maestros de música en Cartagena fijaron su atención en la música europea.
La escuela italiana se impuso en la ciudad porque vinieron maestros italianos a enseñar en Cartagena, pero también llegaron maestros españoles. Y muchos cartageneros vivieron en España en la primera mitad del siglo XX: Miguel Sebastián Guerrero, Ramón De Zubiría, Pedro Ángel González, para citar algunos de ellos. Donaldo Bossa Herazo vivió momentos supremos en España que pueden leerse en su libro de poemas ‘Viñetas’. El músico Adolfo Mejía tenía una gran devoción por Manuel de Falla. El periodista sanjacintero Clemente Manuel Zabala, de origen vasco, primer jefe de redacción de El Universal, escribió textos sobre los músicos que escucharemos en el Cartagena Festival de Música 2025. Lo mismo el poeta y novelista Héctor Rojas Herazo.
Otros secretos musicales
Las partituras musicales iban y venían de Europa por barco a Cartagena. Once años antes de que España sintiera el estropicio de su decadencia económica y política al perder a Cuba, la última colonia en América, el presidente de Colombia, el cartagenero Rafael Núñez, inauguró en 1889 la Escuela de Bellas Artes de Cartagena, con profesores italianos de música, y nombró a Epifanio Garay, el mejor retratista del país, director la escuela. Al perder Cuba en 1898, España perdió su poder y el desastre colonial sembró entre las autoridades españolas el obstinado propósito de restaurar la perdida unidad nacional. Y ese propósito se expresó y manifestó en la política, en las artes, en las letras y en la música. La llamada Generación del 98, con grandes escritores como Unamuno, Baroja, Valle-lnclán, Azorín, Maeztu y Machado, salió a salvaguardar la imagen y el poder de España. Sin duda, esta encrucijada impactó en la búsqueda de una literatura y en una música nacional.
Y la mirada de España tuvo varias direcciones: la construcción de una estética sonora a partir de la herencia popular y folclórica, la valoración conceptual de los escritores de la Generación del 98, el influjo de la música árabe, la reconquista de la guitarra como instrumento sinfónico, las obras musicales para piano y el interés por fortalecerlas obras sinfónicas. Lea también: Cartagena Festival de Música: la muestra de arte que inaugura este evento
El otro mar que canta
Antonio Miscenà, el director artístico del Cartagena Festival de Música, es un apasionado conocedor y generador de puentes culturales entre las tres orillas. Junto a la presencia estelar de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por el suizo Thierry Fischer, está la española Marina Heredia, voz sublime que interpreta ‘El amor brujo’, los pianistas Javier Perianes y Martín García García, y el guitarrista Rafael Aguirre. El cartel de artistas también incluye al Dúo del Mar, el Trío Arbós, el Cuarteto de Cuerdas Noûs y la violinista Ana María Valderrama, estará la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, dirigida por el maestro italiano Aldo Sisillo, y la Orquesta Sinfónica de Cartagena. Son los nueve días más intensos de la música en el país.
El mar nos convida
El mar de la historia que ha gestado la conquista de América y otros episodios en más de cinco siglos es también el mar de la música. Por ese mar que fue de dominio de una cultura a otra también se abrió el mar del mestizaje y la hibridación de saberes y sonidos, el mar como paisaje palpita en las composiciones y melodías. Ese mar que nutrió las artes y la música. Y hoy discurre en los lenguajes de la creación artística. Ese mar sintetiza historias y memorias entre Europa y América. El mar con su música nos convida. Y el bosque de Aranjuez vuelve a sonar con sus hojas de oro en la memoria de Joaquín Rodrigo, caminando ciego por la oscura claridad del silencio.