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Margarita Borrero: “Me inspiran las mujeres que se desafían a sí mismas”

La reconocida escritora Margarita Borrero, presentó su libro de cuentos “Rituales de apareamiento” (2024) en Cartagena Sílaba de Agua 2024.

Margarita Borrero: “Me inspiran las mujeres que se desafían a sí mismas”

Margarita Borrero: “Me inspiran las mujeres que se desafían a sí mismas”. //Foto: cortesía.

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Se adentra en el espejo interior de las mujeres con la sutileza magistral de quien descifra el universo secreto y complejo de las mujeres contemporáneas. En esa exploración existencial descubre las pulsiones de la soledad, del amor, del desamor, la pasión y la muerte. Hay en su rostro algo de la niña curiosa que al cruzar las estaciones, se pregunta por todo lo que ve y lo que observa, con la agudeza de quien desanuda los enigmas del silencio.

Es la cuentista y novelista colombiana Margarita Borrero (Barranquilla, 1969), es autora de la novela “El ataúd más hermoso del mundo”, primer premio del concurso de novela organizado por el ayuntamiento de Rincón de la Victoria en España, y ganadora del Premio Nacional de Cuento La Cueva, en 2023. Es autora del libro de cuentos “Rituales de apareamiento” (Tusquets Editores, 2024). Ganadora de ocho premios nacionales e internacionales en Colombia, España, Estados Unidos y Canadá. Vino al festival Cartagena Sílaba de Agua 2024.

¿Cómo fue tu iniciación en la literatura?

A la literatura entramos siempre como lectores. De niña me gustaban mucho los folletines por entregas como Kalimán y también unas fotonovelas que tomaba prestadas a escondidas de una de mis tías. La mayor parte de mis lecturas en aquel entonces las hacía en vacaciones, en Santa Marta. Leía en la penumbra de uno de los cuartos más frescos de la casa de mi abuela mientras el ventilador del techo se bamboleaba como si se fuera a caer. Más adelante, en los libros del colegio descubrí algunos relatos de Oscar Wilde, como “El gigante egoísta” y “El ruiseñor y la rosa”, que me enamoraron de forma fulminante. La primera novela que leí fue un regalo de mi madre, Mujercitas, de Louisa May Alcott. Mi heroína eterna es su protagonista, Jo March, quien sueña con convertirse en escritora.

¿Cuáles son los libros y autores que te deslumbraron y que te siguen deslumbrando en el presente?

Gabriel García Márquez me dejó fascinada desde la primera vez que lo leí en el colegio, donde era lectura obligada Cien años de soledad. Fue un descreste absoluto. Como él y yo compartimos raíces caribeñas, a leer sobre la familia de los Buendía siempre tengo la impresión de que Gabo escribe sobre miembros de mi propia familia porque mi abuela era sabia y recursiva, como Úrsula Iguarán. Es un autor al que releo con frecuencia y siempre le encuentro algo nuevo. Constantemente me sorprende y enseña. Otros escritores que me han gustado desde que empecé a leer son Julio Verne y el ya mencionado Oscar Wilde.

¿Cómo fue la génesis de tu novela El ataúd más hermoso del mundo?

A principios de abril de 2005 estaba en Miami visitando a mi familia cuando murió el Papa Juan Pablo II. Fue el primer Papa de cuya muerte tuve conciencia y tal vez por eso, los detalles de su sepelio me llamaron tanto la atención. Me conmovió ver dentro de su cajón al Papa Wojtyla, sereno y blanco, como un anciano que dormía su último sueño pacífico. Pero lo que más me impresionó fue la belleza y sencillez de su ataúd, un simple cajón rectangular hecho de madera de ciprés. Estaba, sin embargo, cargado de simbolismo, porque el ciprés es como un dedo que señala el cielo. Aquel féretro era mucho más grande que uno convencional y había sido hecho a mano. La preciosa caja fue atada con lazos rojos antes de ser introducida dentro de una caja de plomo, y esta, a su vez, dentro de una de nogal, como en un juego de muñecas rusas. Mientras los medios de comunicación describían con primor aquellos y otros detalles pensé: ese debe ser el ataúd más hermoso del mundo. Recuerdo el viento voluble y recio que obligó a los cardenales a quitarse el capelo y levantó sus hábitos hasta dejarlos convertidos en enormes paraguas vueltos al revés.

La reconocida escritora Margarita Borrero, presentó su libro de cuentos “Rituales de apareamiento” (2024) en Cartagena Sílaba de Agua 2024.//Foto: cortesía.
La reconocida escritora Margarita Borrero, presentó su libro de cuentos “Rituales de apareamiento” (2024) en Cartagena Sílaba de Agua 2024.//Foto: cortesía.

¿Cuáles han sido tus obsesiones tutelares y cuáles tus rupturas?

Siempre me han apasionado temas como el amor, el destino y lo que nos hace humanos o lo que nos deshumaniza. Me gustan los personajes que buscan y que encuentran, aunque no necesariamente lo que andan buscando. Siento admiración y curiosidad por las mujeres que se desafían a sí mismas, que toman decisiones y riesgos, que no dejan que el caballo de la vida las arrase sino que se montan en él y hacen lo que pueden para domarlo.

¿Cómo profesora de escritura creativa, ¿cómo crees que se fomenta una vocación?

Un escritor necesita los libros tanto como el campo el abono para crecer. Luego está el deseo de escribir y de aprender las distintas técnicas narrativas que permitan desarrollar las ideas, hay que desatar la curiosidad. A mí me gusta desbaratar las historias para ver cómo están armadas. Hay relatos que, nada más terminar de leerlos, los he releído varias veces porque quiero saber cómo están hechos, por ejemplo, “Bala en el cerebro”, de Tobías Wolff, o “Algo había sucedido”, de Dino Buzzati. Si he de resumir en pocas palabras cómo fomentar la vocación sería: constancia en la lectura, en el aprendizaje y en la escritura. Y sobre todo pasión. En las artes, si no tienes pasión, estás en el lugar equivocado.

Frente al espejo, ¿cómo es Margarita Borrero? ¿Cómo te defines?

Como una mujer que envejece sonriendo. La persona que veo en el espejo me cae bien porque trabaja con tesón en lo que cree, es divertida, genuina y resiliente. Pongo mi energía en lo que soy capaz de hacer, en lo que me produce gozo y abre nuevas perspectivas y posibilidades para mí y para otros. Se dice que las mujeres tendemos a ser flores tardías en el sentido de que demoramos más tiempo en producir nuestro trabajo artístico. Ese es, sin duda, mi caso. Hay una ranchera que dice que no hay que llegar primero, sino que saber llegar, y es lo que creo que está pasando conmigo. Me veo a mí misma como una margarita tardía que, sin embargo, florece.

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