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Muñecón Bandido: el hombre más elegante y seductor de Cartagena

Teodosio Moreno, al que la ciudad bautizó como Muñecón Bandido, era un hombre singular. Era un personaje elegante, alto, de ojos azules, un seductor que se sentaba en el Parque Bolívar.

Muñecón Bandido: el hombre más elegante y seductor de Cartagena

Teodosio Moreno “Muñecón Bandido”. //Foto: Archivo.

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Teodosio Moreno (Niní) al que todos en Cartagena de Indias recuerdan como Muñecón Bandido, era un encantador de serpientes, nacido en Calamar, Bolívar. Era hijo de Nemesio Moreno, el encargado de la agencia aérea Scadta, en Calamar. Cuando el joven Teodosio se asomaba al balcón de la agencia, las muchachas suspiraban por aquel adonis tropical de intensos ojos azules, dorado por el sol del Magdalena, y en un instante de delirio le arrojaban sombreros, abanicos de mano y prendas íntimas.

Teodosio Moreno vivió toda su vida en una habitación del Centro de Cartagena. Soltero empedernido, alto, elegante, usaba zapatos capricho talla 45, vestía de blanco, esmoquín con un corbatín negro, era culto, galante, un seductor de ademanes finos y palabras tiernas, un caballero andante, un romántico resucitado del siglo XIX que iba a cine todas las tardes e invitaba a las muchachas, se daba golpes de perfume de Jean María Farina, Old Spice After Shave, en las dos mejillas y al mirarse frente al espejo se decía a sí mismo, ¡Cómo las haces sufrir!

Willy Martínez en una semblanza de febrero de 2023, lo evocó en una de sus columnas periodísticas, viviendo en el apartamento 49 del edificio Cuesta de la Plaza de Santo Domingo. Willy dice que a la entrada del apartamento había un espejo donde se daba sus cachetadas narcisistas que lo bautizaron Muñecón Bandido. Cuenta Willy que Teodosio Moreno trabajaba en Suramericana de Seguros y compraba sus zapatos capricho que también usaban los rumberos del Caribe, en la zapatería Americana, de Santiago Ortega Martínez, Ortemar. Teodosio era edecán vitalicio de reinas, y solía subirse en las carrozas cada noviembre. Era infaltable en la noche de coronación. Pero fue en una noche de coronación cuando alguien intempestivamente y sin darse cuenta, empujó la puerta del baño y encontró a Teodosio hablándose ante el espejo: “Buenas noches, Muñecón Bandido, hoy es tu noche de reinas”. El rumor se convirtió en nombre y desde aquella noche todo el mundo empezó a llamarlo Muñecón Bandido.

Los que lo vieron pasar

Mi comadre Ástrid Paternina lo recuerda también sentado en el Parque Bolívar, cortejando con caballerosidad a las muchachitas que pasaban por allí. Era un hombre parsimonioso, de trancos largos pero delicados, como si caminara sobre tierra blanda, vivía sin prisa, y en su rostro se delineaba siempre una sonrisa, una picardía, una seducción de actor de cine que intentaba pasar desaparecido bajo las palmas del parque, pero su silencio perfumado lo delataba, cuando del cuadrado planchado de sus pañuelos salía el aroma y lo esparcía al aire al volverlo a doblar, levantando sus manos largas para saludar al que pasaba.

Teodosio Moreno “Muñecón Bandido”. //Foto: Archivo.
Teodosio Moreno “Muñecón Bandido”. //Foto: Archivo.

“Era un personaje de alta etiqueta caribe”, me dice Ástrid. “No solo en lo que se ponía sino por su gestualidad. Era un verdadero diplomático que le daba igual importancia a la forma como a lo trascendente en las palabras, gestualidad caballeresca y los detalles. Parecía ser asesorado como lo hacía Maquiavelo por los Médicis. El culto a la belleza en todo lo cotidiano”. Y es que Teodosio Moreno como en el mito griego, siempre estaba viendo su reflejo en el espejo, se fascinaba viéndose, y le hablaba a su reflejo como si se tratara de otra persona.

El actor Carlos Ramírez hizo una escenificación de este singular personaje teatral en la vida cartagenera, y el personaje fue retratado también en uno de los poemas de Jaime Arturo Martínez, y era motivo de conversación en el viejo Café Sucre con los viejos amigos Benjamín Quiles y Cecilia, Rodrigo Corena, Santiago Colorado, Jaime Arturo Martínez. Cada vez que Benjamín Quiles veía a alguien piquetero vestido de blanco, como en las ceremonias de bodas, primera comunión y otras ceremonias, decía: Ese vestido de lino, ¿te lo prestó el Muñecón Bandido?

A “Muñecón Bandido” lo recuerdan sentado en uno de los escaños del Parque Bolívar.
A “Muñecón Bandido” lo recuerdan sentado en uno de los escaños del Parque Bolívar.

Sin duda, Teodosio Moreno fue un ser entrañable e inolvidable en la vida de Cartagena, que no escapó a la mirada de cronistas, novelistas y cineastas. Teodosio Moreno pareció salir de uno de los poemas del Tuerto López. Se agarraba los cachetes como si fueran de plástico, se estiraba los vestidos planchados y almidonados que traqueaban al andar, se miraba profundamente a los ojos. Era un hombre capaz de burlarse de sí mismo, eso lo hizo un ser excéntrico, nada común ni corriente.

“¡Me parece verlo, dando qué hacer!”, me dice Jaime Arturo Martínez.

Un caballero en el parque

Lo recuerdo sentado en uno de los escaños del Parque Bolívar muy cerca de la fuente, con el rostro apacible y sonreído de quien se sienta a contemplar las minucias del día, a dejarse seducir por la lluvia lenta de la fuente y a dejarse contagiar por los milagros a la intemperie.

De su apartamento del edificio Cuesta, Teodosio salió para morir, luego de caerse al no intuir una de las escalinatas en la oscuridad. Pero murió días después, en su cama, tranquilo, apacible, teniendo cerca a su mano en la mesita de noche, el espejo y el frasco de perfume, con la que no dejó de darse cachetadas de perfume, y decirse a sí mismo: “Muñeco, Muñecón Bandido, ¡cómo las haces sufrir!”.

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