Los programas infantiles se han tornado en una de las principales influencias en la vida de los infantes. Pero, ¿qué pasa cuando esos contenidos ya no entretienen y educan, sino que se vuelven un factor problemático en sus vidas? En medio de tanta oferta de dibujos animados, series y contenidos “para niños”, algunos han cruzado la línea entre el entretenimiento inocente y la transmisión de conductas nocivas a largo plazo para sus vidas.
Ser padre o madre en esta era tecnológica no es tarea fácil, con la necesidad de mantenerse al día en un mundo cada vez más acelerado, muchos padres se enfrentan a un reto cada vez más difícil cuando se trata de regular qué es lo que consumen sus hijos a través de las pantallas; las plataformas de streaming y las redes sociales han abierto un abanico de posibilidades infinitas, pero también de peligros inminentes.
“El consumo de los programas de televisión y en general de los medios tecnológicos aporta a la construcción de la personalidad en los niños y estos rasgos son inherentes en el desenvolvimiento de las áreas de su vida, estos tienen una incidencia en el comportamiento de los niños y niñas, principalmente por la identificación e imitación que realizan con los personajes”, afirma el Dr. Adolfo Castilla, especialista en Psicología Clínica con enfoque cognitivo conductual.
“Cuando estos poseen un componente desfavorable, comienzan a evidenciarse conductas como la falta de respeto a figuras de autoridad, la coprolalia (expresión de palabras obscenas) y la violencia. Todo lo que aprenden los niños por estos medios lo entienden como una realidad, llegando a impactar en las etapas de desarrollo, la motricidad e incluso la alimentación; por ejemplo, cuando existen programas donde sus personajes no pronuncian con claridad las palabras o sus movimientos al caminar son de balanceo, los niños comprenden esa realidad y terminan asumiendo estos comportamientos como propios y así mismo, desencadenan trastornos de la conducta alimentaria”, añade Castilla. Algunos programas hoy en día llenan las pantallas de millones de hogares de figuras que, lejos de ser modelos a seguir, transmiten valores contradictorios. Estos son algunos de los más famosos del momento con los cuales se debería tener precaución:
Masha y el oso
Este programa infantil ruso trata de una pequeña niña inquieta, de 4 o 5 años que explora el mundo y un buen día conoce a Oso, un animal de gran corazón que se convierte en su accidental compañero de aventuras en un bosque.
El aspecto más criticado de la serie, que actualmente es una de las más populares en Netflix, es el comportamiento travieso y desobediente de Masha ya que la niña a menudo no respeta a su amigo Oso, y se comporta de manera impulsiva y egoísta.

Asimismo, Masha no cuenta con figuras paternales, quien cuida de ella es el oso, a quien somete a todas sus pretensiones sin mayor cuestionamiento e incluso, termina participando en las travesuras de la niña. A simple vista se ve como un programa tierno e ingenuo en el que los personajes suelen enfrentar las consecuencias de sus actos, sin embargo, los niños pequeños podrían no entender completamente la conexión entre los comportamientos y sus repercusiones y repetirlos.
Peppa Pig
Peppa la cerdita se describe como un show que contiene personajes simpáticos, llenos de energía y actividades donde predomina el compañerismo, “Peppa, su familia y amigos encarnan valores que sirven de ejemplo a los más pequeños como el amor, la solidaridad y el diálogo familiar”, asegura la página oficial del programa.

No obstante, es otra de las transmisiones que ha sido fuertemente criticada por mostrar personajes que son groseros o desobedientes, como Peppa y su hermano George, que tienen comportamientos poco respetuosos hacia sus padres y otros personajes, además no demuestra empatía. Pepa constantemente se sale con la suya y casi nunca ve las consecuencias por sus malas acciones.
“Hay tanta agresión verbal de la que no me di cuenta hasta que mi hija empezó a arremeter contra mí ¡Peppa es grosera, mandona, mentirosa, chismosa y más! Este programa anima a los niños a responder mal, llorar y salirse con la suya ¡No cometas el mismo error que yo!”, es una de las reseñas que han dejado cientos de padres inconformes con la caricatura en la plataforma IMDb.
Cocomelon
Cocomelon es otro de los más populares del momento, el programa se especializa en videos de animación en 3D de canciones infantiles. El show reúne más de 185 millones de suscriptores en Youtube y tiene también su propia serie en Netflix.
El peligro de su contenido radica en el exceso de colores, la repetición de palabras y la rapidez de sus escenas, resultando ser un formato excesivamente estimulante y adictivo.

Aunque no necesariamente es un “mal ejemplo” la sobreestimulación podría interferir con el desarrollo del lenguaje de los niños y su capacidad de concentración, al igual que causar problemas de hiperactividad e irritabilidad.
Robot ‘Arpo’ y el bebé
Este programa está dirigido principalmente a niños en edad preescolar. El robot ‘Arpo’ está diseñado para ser el asistente perfecto para el hogar, pero se encuentra en una situación inesperada cuando su dueño le asigna la tarea de cuidar a Daniel, un niño muy travieso, y, aunque ‘Arpo’ es un robot altamente eficiente en tareas domésticas, tiene que adaptarse a las demandas impredecibles de él.

Esto ha despertado inquietudes por la forma en que el robot maneja ciertas situaciones, haciendo que los niños vean la tecnología de una manera idealizada, sin comprender los límites e implicaciones de la tecnología en la vida real.
Aunque no todos estos programas son inherentemente dañinos, la invitación es a la supervisión activa de los contenidos que consumen los niños. No todos los programas son dañinos por sí mismos, pero el exceso de tiempo frente a la pantalla y la falta de guía de una figura de autoridad que les enseñe a distinguir lo correcto de lo incorrecto, hace que los pequeños corran el riesgo de internalizar comportamientos inadecuados, que afectarán su desarrollo social y emocional.