Es imposible desvincular a Cecilia Baena, la mujer, hija, esposa, madre, hermana y amiga, de la Chechy Baena, campeona mundial de patinaje, icono del deporte. Si ella sonríe es porque está sobre ruedas.
Cuenta, mirando al techo que en ese momento fue su cielo, que lo único que ha hecho toda su vida es seguir el consejo que su madre le regaló cuando empezó a enamorarse del patinaje y creció en ella el deseó de competir, de demostrar lo que es y lo que años más tarde le daría el título de GOAT (Greatest Of All Time - la más grande de todos los tiempos).

Es ella, una de las mejores patinadoras de velocidad en la historia del deporte en Colombia. “Cuando te pones los patines sonríes, así que no te los quites”. Fueron las palabras que brotaron de los labios de la mujer que más la conocía y quién trabajó porque las palabras que profetizó su padrino, Miguel “Happy” Lora, fueran una realidad... “será una campeona mundial como yo”, y sí que lo es.
Entró a este mundo como entramos muchas niños y niñas en Cartagena y en Colombia. El patinaje se convierte en tu actividad extracurricular, algo más allá del colegio, pero hay un selecto grupo que encuentra en la velocidad el deseo insaciable de más, de competir y de ganar, y hay un grupo mucho más reducido que lo hace su propósito de vida, muchos nacen con talento, otros como Cecilia Baena, vencen el talento con disciplina y pasión.
La libertad que da la velocidad sobre ruedas es lo que tiene a esta mujer trabajando desde diferentes esferas para que el patinaje siga siendo cuna de campeones no sólo en Colombia sino que el mundo le apueste al patinaje de velocidad en línea.

Cada día se conecta con el momento en que pisó el Parque Centenario en su amada Cartagena de Indias. Fue en ese lugar que la magia comenzó y se convirtió en su lugar seguro por muchos años, acompañada de su familia, que es su primer y más grande patrocinador, en especial por su hermano, a quien asegura deberle toda su carrera como deportista profesional por nunca dejarla sola, y su madre, quien se sentaba en el mismo lugar, todos los días, para ver a su niña.
Su padre, Eugenio Baena, viajaba mucho. Recorría Colombia y el mundo para ver a los grandes y construir la memoria del deporte nacional con su trabajo, pero él se estaba preparando para convertirse en el padre de una campeona, incapaz de ver las carreras porque su corazón corría en patines de cuatro ruedas en cada pista. Y es que los padres dan todo por sus hijos, hasta su preciado cuarto revestido de la gloria deportiva del país para convertirlo en su museo más sagrado, el lugar donde se inmortalizaron los triunfos de Cecilia.
El deporte tiene el poder de alinear nuestra pasión, energía y entusiasmo en torno a una causa colectiva. Tiene el poder de unir, inspirar, motivar y transformar ahí es precisamente cuando se puede alimentar la esperanza y recuperar la confianza”.
Vicesecretaria General de las Naciones Unidas, Amina J. Mohammed. (2022)
Aun cuando hablamos de la grandeza de alguien que ganó 24 títulos mundiales y dominó todos los circuitos y competencias, en el deporte, como establece nuestra protagonista “se pierde más de lo que se gana”. Por lo que lo más valioso de la carrera no son las medallas sino la formación que deja, porque “los sueños se hacen realidad cuando trabajas por ellos”.
“Yo era la más birriosa. Mandaban a hacer 11 vueltas, yo hacía 12. Me quedaba para ver y patinaba con la Selección, con Berenice Moreno que era el ejemplo a seguir”, evoca.
Para Cecilia eso era cambiar la historia, dar más de lo que se espera porque la carrera profesional del deportista dura “un cuarto de hora” y hay que construir una vida “después del deporte”.
La pista de su vida
En 1996, Cecilia Margarita Baena Guzmán no tenía ni idea que lo que viviría en Barrancabermeja era el descubrimiento de su propósito de vida. A sus padres les rogó que la llevaran a ver el Campeonato Mundial juvenil, la gran Berenice Moreno competía, y ella necesitaba viajar y ver. Sus padres aceptaron pero fue su hermano quien la acompañó. Solo bastó ver para saber que el patinaje sería motor crucial y a los 13 años, en el 2000, en esta misma ciudad, ganó cuatro medallas de oro y obtuvo un récord mundial. Su madre la vio, su padre sonrió y su hermano, bueno, él estuvo ahí, solucionando, animando, a su lado, su fiel compañero.

Después de ganar todo lo que estuvo a su disposición, todavía suspira por el oro olímpico. “El patinaje le cumplió a Colombia y a Cartagena. Somos cuna de campeones y hemos hecho la tarea, por eso, con el conocimiento y la hegemonía en mano tenemos que trabajar por llevar este deporte a países potencia, dándolo a conocer”, afirma y añade que el trabajo que hizo Elías del Valle, como profesor y formador de su generación tiene que transcender.
“Este deporte me dio una voz para incidir, perseguir, trabajar por cambios, por mejoras y que nuestros niños y niñas vean el deporte como un proyecto de vida. Es una responsabilidad muy grande, pero vale la pena”, expresa.
No hay talento que la disciplina no venza. El deporte educa y mi deseo es que todos los niños practiquen alguno”.
La 'Chechy' Baena.
Para Cecilia, la vida está ligada a los patines por eso trabaja de la mano con las escuelas, con las ligas nacionales, entidades gubernamentales porque “necesitamos políticas públicas que protejan el deporte, sus escenarios y a los deportistas. Y enamorar a la ciudadanía para que participe activamente. Lo más lindo es estar con las personas, enseñarles todo los conocimientos que adquirí de mis años en carrera y saber que eso se convierte en impulso para ellos”.

¿Cuántos niños no recibieron su primer par de patines en navidad y aprendieron el 25 de diciembre en la calle del barrio?, ¿Cuántas niñas cartageneras no se disfrazaron de Cecilia Baena en una izada de bandera en el colegio?, ¿Cuántas niñas no la vieron con la misma ilusión que ella vio a Berenice? Sin duda la ‘Chechy’ Baena rueda por la vida como una de las más grandes patinadoras de todos los tiempos.