La primera vez que vi a Blake Lively fue en la Estación Central de New York, encarnaba al personaje que la llevaría a la cúspide de la fama, y no, no la vi desde el privilegio de la presencialidad.
Soy de esos costeños que se aferra al confort que dan las producciones de un primer mundo opulente, eso que se puede ver y no tocar. He visto en repetidas ocasiones el capítulo piloto de Gossip Girl, ese primer acercamiento en donde la narradora omnisciente anuncia el regreso de Serena van der Woodsen (personaje que interpreta Lively) al Upper East Side. Lea también: La conmovedora historia de un sobreviviente de los Andes y su padre
En Serena recayó el protagonismo de esta ficción original de CW, todo menos serena. La señorita van der Woodsen, conocida como la “It girl”, era la rubia bajo los reflectores, irreverente, provocadora y con un lunar diminuto cerca de la mejilla derecha que dejaba a todos sin palabras. Al mismo tiempo era ingenua y enamoradiza, debido a la carencia paternal que la llevó a tener serios problemas de drogas. Ante el éxito de la serie en Nueva York aún se celebra el día de Gossip Girl, declarado en 2012 por el ex alcalde Michael Bloomberg.




La femme fatale
Vi las seis temporadas y luego navegué en la idea del personaje de Serena como un arquetipo de la femme fatale (mujer fatal en español), esa que sabe usar sus atributos físicos e intelectuales para poner el mundo a sus pies.
La femme fatale como concepto de “mujer mala” nació en la época dorada del cine hollywoodense. El escritor y dramaturgo irlandés George Bernard Shaw introdujo la frase en el léxico de los americanos hace unos 100 años. Pero también dicen que surgió desde los tiempos de Eva. A lo largo de los años la femme fatale ha inspirado grandes obras de la literatura, el cine y la cultura popular; desde las míticas Afrodita y Lilit, hasta la época dorada de Marilyn Monroe, sin dejar de lado a personajes más contemporáneos como Britney Spears.
Spears y Lively. Las rubias, de distintas generaciones, ahora tienen un nuevo vínculo en común. Esta semana fueron el foco por una prenda bordada a mano que las hizo tendencia.
Sin importar la época en que vieron la luz, hay prendas que perduran. Este año, en un rol mucho más maduro y tras devorar en diferentes versiones de la Met Gala, Blake Lively promociona “Romper el círculo”, la nueva película en la que interpreta a Lily Bloom, la dueña de una floristería.
Recientemente la actriz lució en la alfombra rosada de la premiere, en el cine AMC Lincoln Square, el mismo vestido vintage de Versace que Britney Spears usó en 2002. No tardó en dedicarle un post.
Britney, todos nosotros, los millennials, tenemos la historia de un momento o de años en los que nos hiciste querer brillar e inspirar asombro, con fuerza, alegría y un trabajo inmensamente duro. Gracias por tu ejemplo y tu contribución a que las mujeres cuenten sus historias. Estoy muy emocionada por tu película biográfica y todo lo que tienes por venir”.
Lively a través de Instagram

El vestido está en boca de todos, no solo por ser excepcional, sino porque hace mucho tiempo lo lució la legendaria princesa del pop. Hoy la imagen de aquella Britney parece un recuerdo lejano, una diva desdibujada por los horrores de una historia desconocida y llena de conjeturas. La generación Z hoy la observa poco lúcida por el contenido que publica en Instagram. Pero para los millennials, que crecieron con ella, es una estrella digna de respeto. No importa cuánto se haya apagado, perdura el legado de una energía femenina que se impuso ante los estigmas. Escenas lésbicas, cigarrillos, gafas de sol, celulares de tapa, comparendos por exceso de velocidad y hasta una cabeza rapada. En una sociedad que condenaba las tallas XL, Britney y Paris Hilton estaban en la cúspide en la época donde reinaba el rosa, donde estaba de moda ser rubia, delgada y “tonta”, pues era parte del mensaje que entregaban algunos programas de televisión donde aún carecía lo políticamente correcto.





Con la llegada del streaming estos arquetipos cambiaron. Hoy muchos creen que este puesto fue heredado por las nuevas “chicas malas”; Kendall Jenner y Hailey Bieber, quienes ante la evidente caída de la televisión y el auge de las redes han ganado gran posicionamiento. Lea también: Hay fecha para el divorcio de Jennifer López y Ben Affleck
Esta generación de cineastas comenzó a reflejar las luchas de algunas minorías. No es dato menor que la versión original de Gossip Girl con Blake Lively en 2007 fue políticamente incorrecta, pues tuvo puntos cuestionables por mostrar el privilegio de la élite desde la visión de personajes blancos. En 2021 HBO retomó este proyecto para darle un toque de inclusión, contando la historia desde la visión de una nueva generación, una élite de Manhattan con raíces afroamericanas y más consciente de las identidades de género. No obstante, las cifras fueron bajas y el show fue cancelado en su segunda temporada.
Blake Lively y Britney Spears siguen destacando. Hoy su vínculo con el vestido aflora la nostalgia de los fans, quienes esperan que Spears recupere su trono y vuelva a ser la princesa que los enseñó a brillar.