Si hay una mujer que ha sabido plantarse de frente a las injusticias sociales, especialmente aquellas de las que son víctimas mujeres, es Karol Solís Menco. Cualquiera que se haya visto envuelto en el infinito algoritmo de las redes sociales y haya, por fortuna, encontrado alguno de sus videos, reconoce la fuerza incontenible que hay detrás de quien le mueve la pasión por luchar contra lo indefendible y darle voz a causas tan justas como nobles.
Sin embargo, más allá de su perfil profesional (Politóloga, magíster en Ciencia Política y Gobierno y Doctora en Ciencia Política), la mujer detrás es el reflejo de un camino regado con amor y pasión. Por eso, la Karol Solís de redes, la que con voz firme señala las injusticias del país, es una de las tantas versiones de sí misma que habitan en su cuerpo y que le permite, entre tanto, ser vocera y hacer eco en una sociedad plagada de machismo y desproporción. Lea aquí: Mayté Montero: la cartagenera que recorre el mundo con su gaita
Más aún, su elocuencia abrasadora no compite con su sensibilidad. A menudo dedica posts de Instagram, escritos cuidadosamente en primera persona y dirigidos hacia sí misma, en los que navega a través de la vulnerabilidad del ser mujer, convierte en palabras sus miedos y termina con reflexiones que para muchas se siente como caricias de compasión.

De hecho, la compasión ha estado anclada a su historia de vida en la medida en que puede mirarse diez años atrás como quien ha hecho las paces con su pasado, lo que no significa que no se arrepienta, por ejemplo, de un matrimonio apresurado: “Yo cambiaría esa elección, yo me habría ido detrás de mí primero, todas las veces, si pudiese devolver el tiempo con la consciencia que tengo hoy”
“El otro día Yamile Roncacio, una abogada que admiro mucho porque creó el primer observatorio de feminicidios en el país que ahora es una Fundación que se llama Justicia para todas, me hizo un comentario que ha sido mucha luz en mis sombras. Yo siempre me cuestiono que cuando eres vocal la gente cree que eres muy fuerte, que no te quebrantas con facilidad. Y es todo lo contrario. Ella me dijo, ‘si no fueses tan sensible, de hecho, no harías lo que haces. Es porque eres sensible que te mueven, por ejemplo, las causas sociales’”, contó a propósito de la relación entre fortaleza y sensibilidad, dos estados que, a pesar de que el uno pueda llevar al otro, no tienen la misma connotación pero sí pueden fungir como una especie de gasolina que empuje a moverse hacia algún lado. Lea aquí: Juan Cruz está cumpliendo el sueño de la pantalla grande
He sido, soy y seré
Karol Solís recuerda su infancia con agrado, ausente de preocupaciones no correspondientes para la edad y más bien dotada de amor y compañía. Como toda barranquillera era alegre, chispa e inquieta. Ante la falta de una figura paterna, el cariño y la contención de una madre amorosamente responsable que le educó en el aprecio por lo bello de la vida, en contemplar desde el asombro por la belleza de un cielo anaranjado tupido de nubes o en la delicadeza de una flor pequeña. “Tengo un dije que mandé a tallar a mano, que es un corazón florecido, un diseño especial para mí, y atrás dice A-mar fuerte. Para recordarme que, como el mar, a veces movido, a veces, en calma”, pero siempre al igual que su capacidad de sentir, imponente.

En este crecimiento interior ha estado bien acompañada de sus hermanos, su mamá y sus amigas, “un círculo pequeño pero muy feroz”, quienes la han visto en cada una de sus etapas. Con todo y el aprecio que tiene por sentirse sostenida por sus seres cercanos, Karol valora la soledad como una forma de compañía propia en la que puede escudriñarse, criticarse sin dejar de apoyarse; todo al mismo tiempo.
Navegar en Aguas Profundas
Hace un par de semanas, Karol lanzó un video podcast junto a su amiga, Gina ‘Gigi’ Borré, un espacio al que bautizaron ‘Aguas Profundas’, cuyo sentido metafórico es el mismo de quien desciende a lo profundo de sí misma y se encuentra con sentimientos que hasta ahora le eran desconocidos. Lea aquí: Daniel Lema, la voz detrás del éxito musical de Rigo
Karol lo define como un espacio de “conversaciones entre amigas, un universo de experiencias compartidas, y todo lo que pueda surgir de ello”, en el que la vulnerabilidad y la amistad se abrazan, permitiéndose dialogar abiertamente sobre duelos en el amor, amistades perdidas y cualquier otro tema atravesado por la sororidad que las caracteriza. Admite que, invadidas por el Síndrome del impostor, dudaron varias veces de sus capacidades para sentarse a hablar frente a una cámara y que el público estableciera conexión con sus vivencias pero todo eso se esfumó cuando, muertas de la risa, descubrieron que al primer episodio no solo le había ido muy bien sino que en cuestión de días se metió dentro del ranking de los 27 pódcast más escuchados en Colombia.
Y de repente, esa Karol entumecida, con el miedo pegado a los huesos, se encontró con esa mujer volcánica que es capaz de hacerle el quite al temor, la misma que puede “irse de aventura, tirarse de un avión en paracaídas, meterse a clases de buceo, ser profesora y activista” al mismo tiempo. Lea aquí: ¡Que viva la cumbia de Adriana Lucía!
Cuando le piden que elija un instante de su vida en que experimentó una fuerte sensación de felicidad, le parece injusto que sea solo uno. Entre los que recuerda con genuino sentir, está la primera vez que logró mantenerse de pie sobre la tabla de paddle o surf sin sucumbir ante las olas, y la segunda, el primer contacto que tuvo con sus hermanos mellos recién nacidos: “Incomparable sensación la de tener a humanos nuevos entre los brazos y saber que los vas a amar, incondicionalmente, y para siempre”, recordó.