Las bacterias son seres vivos. Al igual que nuestras propias células, nacen, crecen, se alimentan, se reproducen y mueren. Los medicamentos que utilizamos para evitar su crecimiento y reproducción se llaman ‘antibióticos’, literalmente ‘contra-vida’.
Como todos los organismos sobre la tierra, las bacterias pueden adaptarse, aprender y transmitir conocimiento a sus semejantes: si una sustancia no las mata al instante, enseñarán a otras bacterias a sobrevivir a ella.
La resistencia bacteriana a los antibióticos es un fenómeno natural; por ejemplo, ya casi no existen enfermedades tratables con la penicilina, porque muchos microorganismos se han vuelto resistentes a ella, lo que ha obligado a crear nuevos tratamientos. El uso indebido de antibióticos está creando bacterias resistentes a un ritmo más acelerado, incluso más rápido del que toma crear nuevos medicamentos de este tipo.
La amoxicilina, la azitromicina y el ciprofloxacino son ejemplos de antibióticos. Estas sustancias entran a las bacterias e impiden que ellas continúen generando las enzimas que necesitan para llevar a cabo su metabolismo y sobrevivir. En otros casos, la medicina destruye la pared celular del microorganismo directamente.
Para impedir que esto ocurra, las bacterias han desarrollado mecanismos como paredes selectivas que impiden el paso de las sustancias peligrosas. Otras poseen lo que se llaman bombas de flujo, que les permiten expulsar lo que entra en ellas a su antojo. En algunos casos, la pared celular de la bacteria desarrolla mutaciones que la hacen completamente resistente a uno o más tipos de medicamentos.
Las bacterias pueden compartir material genético entre ellas y así enseñar a otras a volverse más resistentes. También pueden comunicar esta información a especies de bacterias distintas, lo que es especialmente grave en pacientes con problemas de inmudodeficiencia o en escenarios que involucren medicina invasiva (por ejemplo, catéteres o ventiladores).
El ‘Plan Nacional de Respuesta a la Resistencia a los Antimicrobianos’ del Ministerio de Salud ofrece una perspectiva sobre el impacto y alcance de esta situación. Para el 2018, “la cloroquina, que fue una vez el tratamiento de primera línea para la malaria, ya no era eficaz en 81 de los 92 países en los que la enfermedad constituye un problema de salud pública”.
“En algunos entornos, hasta un 90% de las infecciones por staphylococcus aureus son resistentes a la meticilina y, por tanto, más difíciles de tratar”. La misma situación se observa para algunas especies de microorganismos que causan enfermedades como la tuberculosis, la gonorrea y la neumonía. Aunque todavía no hemos entrado en una era “post-antibióticos”, es posible que eso ocurra si no hacemos un uso racional de los que ya tenemos.
Según un estudio de la revista Salud Uninorte, titulado ‘La automedicación de antibióticos: un problema de salud pública’, la resistencia tiende a ocurrir más frecuentemente en pacientes que ingieren medicamentos en las cantidades, tiempos y frecuencias incorrectos.
Lo más común es que se haga “un uso abusivo de los antibióticos para tratar trastornos como diarrea, resfrío y tos. Cuando los antibióticos se usan con demasiada frecuencia y en dosis inferiores a las recomendadas, las bacterias se vuelven resistentes a ellos”.
El mismo artículo recalca que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), “más del 50 % de los medicamentos se prescriben, dispensan o venden de forma inapropiada y la mitad de los pacientes no los toma correctamente”, de manera que la principal recomendación a la hora de evitar que se generen bacterias resistentes es tomar antibióticos solo cuando se necesiten y en las dosis que los profesionales de la salud calificados y las guías estipulen.
La OMS también anota que es necesario regular la venta de medicamentos sin prescripción, pues “donde los antibióticos se pueden adquirir sin receta médica para uso humano, la aparición y propagación de la farmacorresistencia empeora. En los países que carecen de directrices terapéuticas normalizadas, el personal sanitario tiene tendencia a prescribirlos —y la población general a consumirlos— en exceso”.
Recuerde que los antibióticos solo son eficaces contra enfermedades bacterianas y serán inútiles en el caso de infecciones causadas por virus u hongos, como la gripa, el herpes, la tiña, las micosis y demás. Además, tampoco debe dejar al alcance de nadie medicamentos que le “sobren”: deshágase de ellos en los Puntos Azules reglamentados por el Minsalud.
Otra medida consiste en tomar las precauciones necesarias para evitar el contagio y la propagación de infecciones bacterianas. Lavarse las manos, no tomar ni beber nada contaminado, protegerse durante las relaciones sexuales, evitar el contacto directo con personas y animales enfermos y mantenerse al día con las vacunas son algunas de las acciones que usted puede tomar para evitar contraer bacterias.
En cuanto a los profesionales de la salud, deben seguir los protocolos de higiene, aplicación de antibióticos y tratamiento en casos de resistencia. Si esto último ocurre, se debe mantener al paciente aislado e individualizado (es decir, ninguno de los implementos que se utilicen con él pueden destinarse a otro paciente mientras dure la emergencia), hacer los exámenes indicados y, a partir de ahí, determinar el tratamiento.
Los familiares de pacientes infectados deben atenerse las instrucciones del personal médico y tener en cuenta dos recomendaciones vitales. En primer lugar, minimizar la exposición de sus pertenencias a aquellos ambientes donde haya bacterias resistentes (los celulares son un vehículo bastante frecuente).
En segundo, deben lavarse las manos en cinco momentos específicos: 1) antes de tocar al paciente, 2) antes de realizar tareas de limpieza, 3) después del riesgo de exposición a líquidos corporales, 4) después de tocar al paciente y 5) después del contacto con el entorno del paciente.
El sector agropecuario también tiene su parte en esta problemática, puesto que muchas veces aplican antibióticos de manera inadecuada a sus animales, lo que genera resistencia en las bacterias que los afectan. Al igual que ocurre con los seres humanos, los animales deben medicarse con la ayuda de un veterinario calificado y solo cuando sea estrictamente necesario. También se les debe mantener en condiciones de higiene adecuada, evitar que se contagien y mantener sus vacunas al día.
Los Puntos Azules son estaciones equipadas específicamente para la disposición de medicamentos de forma segura, de manera similar a lo que ocurre en el caso de las baterías. El MinSalud los habilitó en diferentes puntos del país. Para encontrar el más cercano a usted, descargue la aplicación Red Posconsumo o consulte el siguiente listado: http://puntoazul.com.co/wp-content/uploads/2018/04/listado_puntos.pdf
Para más información sobre la importancia del lavado de manos y cómo hacerlo correctamente, consulte los documentos del siguiente enlance: https://www.who.int/gpsc/5may/tools/es/