

¿Qué significa “Navidad”?
“Navidad” proviene del latín “nativitas”, que significa “nacimiento”. El nombre recuerda el hecho de que la fiesta celebra la natividad de Jesús. Algo muy parecido ocurre en el caso de “natal” (portugués), “natale” (italiano) y “noël” (francés), que provienen del latín “natalis”.
¿Por qué el 25 de diciembre?
Los primeros pensadores cristianos calculaban que el día de la crucifixión había ocurrido un 25 de marzo o un 6 de abril. Por simetría divina, concluyeron que la concepción de Jesús, la Anunciación a la Virgen, también había ocurrido en ese mismo día. Sumando los nueve meses del período de gestación, obtuvieron dos fechas: el 25 de diciembre y el 6 de enero.
La primera se impuso en el Imperio Romano de Occidente, la segunda prevaleció en el de Oriente, también llamado “Bizantino”. Así, los católicos celebran el Día de la Anunciación el 25 de marzo, la Navidad el 25 de diciembre y la Fiesta de Epifanía el 6 de enero, mientras que los ortodoxos celebran la Anunciación el 6 de abril; Navidad y Epifanía el 6 de enero.
¿Cómo se consolidó?
Ni la fecha exacta del nacimiento de Jesús ni la conmemoración del hecho en sí eran importantes para los primeros cristianos, quienes veían ese tipo de celebraciones como una costumbre romana y cosa aparte. Pero cuando Roma declaró el cristianismo como la religión oficial y comenzó a emplearla para sus fines políticos, se adoptaron esta y muchas otras ideas de la antigua vida religiosa del imperio. El primer registro de la Navidad data de Roma, el 25 de diciembre del año 336.
¿Por qué damos regalos?
En Europa, muchas culturas (los romanos incluidos) celebraban festivales de variable duración en torno al solsticio de invierno, el cual ocurre todos los años hacia el 22 de diciembre. La coincidencia entre esas fechas y la celebración de la Navidad fue aprovechada por el Imperio de Occidente y la Iglesia Católica (Pueder leer: La Navidad y su simbología).
Al asimilar los festivales del solsticio, la Navidad empezó a adoptar varias otras costumbres paganas. Si damos regalos, es porque los romanos los daban durante las Saturnales (un gesto para desear prosperidad al año siguiente). Si entonamos cantos a coro, es en parte porque eso hacían los anglosajones (servía para ahuyentar a los malos espíritus). Si decoramos árboles, es porque eso hacían los pueblos germánicos y nórdicos (en honor al dios Wotan/Odín).
No todos los gestos coloridos son de origen pagano. Cuentan las leyendas que San Francisco de Asís se encontraba en la ciudad de Greccio y deseaba conmemorar el nacimiento de Jesús a través de un “pesebre viviente”. La noche del 25 de diciembre, consiguió la ayuda de algunos lugareños para reunir paja, animales, actores y disfraces. Armada la escena, ofició una misa y de ahí viene la costumbre de armar pesebres. También se dice que fue él quien readaptó para la Navidad la costumbre anglosajona de ir cantando a coro de casa en casa.
Vale la pena aclarar que los villancicos en particular son diferentes de los “carols” de los anglosajones. Surgieron en España y Portugal. En su forma clásica, consisten en varias estrofas que se alternan con un estribillo. Eran cantos populares entonados por los villanos (“habitantes de la villa”) sin intención religiosa. Más tarde, gracias a la influencia de San Francisco, los feligreses empezaron a adaptarlos a la fiesta navideña.
¿Por qué trae los regalos el Niño Dios?
La idea se remonta a Martín Lutero, quien renegaba de la veneración a los santos y no podía aceptar que todos los 6 de diciembre se utilizara a la figura de San Nicolás para entregar regalos a los niños. Como alternativa, propuso que fuera el Niño Jesús quien entregara los regalos el día 25. A pesar tener origen protestante, la idea parece haber tenido más acogida en regiones de mayoría católica, como América Latina, Polonia y Portugal.
¿Qué hay de las tradiciones colombianas?
La temporada navideña en nuestro país empieza con la Fiesta de la Inmaculada Concepción, conocida popularmente como el “Día de las Velitas”. El 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX oficializó el dogma de la Inmaculada Concepción (es decir, la idea de que María fue concebida sin pecado original). A partir de ahí, muchos creyentes empezaron a encender velas en señal de veneración y respeto hacia la Virgen.
Otra costumbre muy difundida es rezar la Novena de Aguinaldos, algo que también se hace en Ecuador y algunas partes de Venezuela. El texto original fue publicado por el quiteño Fray Fernando de Jesús Larrea en 1743 a petición de Clemencia de Jesús Caycedo Vélez, fundadora de La Enseñanza, uno de los primeros colegios femeninos de la Nueva Granada. Más tarde, una de las egresadas del colegio, la monja y poeta Bertilda “María Ignacia” Samper Acosta, hizo dos grandes adiciones: los Gozos, que son de su puño y letra, y la “Oración al Niño Jesús”, que era una traducción del francés.
Los buñuelos y la natilla son platos traídos por los colonizadores, de origen árabe y español, respectivamente, pero modificados con productos de tierras americanas, como el maíz. Ya en España existía la costumbre de comer frituras y coladas durante diversas fechas religiosas.
¿Quién inventó a Santa Claus?
El escritor estadounidense Washington Irving, quien se inspiró en la Fiesta de San Nicolás en Holanda (conocida como “Sinterklaas” en neerlandés), para crear al personaje que apareció por primera vez en su “Historia de Nueva York” (1809). Fue tan popular que no tardó en volverse parte indispensable del folclor navideño de América del Norte (Le puede interesar: La historia de Santa Claus).
¿La Navidad estuvo prohibida?
Debido a su multitud de influencias paganas y al hecho de que se había convertido en una celebración descontrolada, carnavalesca y excesiva, muchos grupos religiosos intentaron vetar la Navidad entre los siglos XVIII y XIX. No es exagerado decir que fue “salvada” gracias a un escritor inglés: Charles Dickens.
En 1843, Dickens publicó “Un cuento de Navidad”. Allí, narró la historia de Ebenezer Scrooge, un comerciante avaro y ruin que odia la Navidad y es visitado por tres espíritus durante la noche del 24. La experiencia le enseña a comprender a los marginados, a apreciar a sus seres queridos y a disfrutar de la celebración. La historia fue un éxito y jugó un papel importante a la hora de cambiar el enfoque de la fiesta hacia la compasión y la unión familiar, lo que atemperó los ánimos de quienes deseaban prohibirla.