Hoy día, modas y mitos como el “Efecto Mozart” están completamente descartados. No hay ningún estudio que demuestre que si un niño escucha música de cierto tipo se convertirá en un ‘genio’. Tampoco es verdad que los músicos ganen ventajas cognitivas sobre el promedio de las personas: ser instrumentistas no los hace automáticamente brillantes.
Lo que sí es cierto es que aprender música es una actividad que requiere una dedicación intensa y ciertas habilidades sociales: son esos dos factores los que hacen del aprendizaje de la música una forma de ganar hábitos y experiencias que complementan la vida en la escuela.
Sentido de la disciplina
Aprender a tocar un instrumento no es un proceso rápido. Para la mayoría de los seres humanos, es algo que necesita de horas de práctica, retroalimentación y, en ocasiones, experimentación, tanto en la escuela como en la casa. Por necesidad, los estudiantes receptivos a la música tienen que aprender a manejar más eficientemente su tiempo.
Además de eso, las habilidades cognitivas asociadas al aprendizaje de un instrumento (memorización, concentración, destreza motora, improvisación) también son aplicables a cualquier otra área del saber. A la larga, esto les permite procesar información más fácilmente y mejora su rendimiento tanto en la ‘tuna’ como en el resto del currículo. Le puede interesar: La importancia del arte en la educación.
Comunidad y futuro
La educación musical usualmente involucra saber tocar en grupo y asignar responsabilidades. En el mejor de los casos, esto crea una red social de apoyo que ayuda a los estudiantes a mejorar su experiencia en la escuela, a seguir con los estudios y, por supuesto, con sus actividades extracurriculares. También les permite visionarse como profesionales y como músicos en un futuro. No es exagerado decir que los lazos y las experiencias ganadas en estas lecciones les salvan la vida a muchos.
“Estas agrupaciones ayudan a muchos jóvenes a llevar una vida más sana, porque les ofrecen una opción distinta del pandillismo, la drogadicción y otros vicios. Es muy satisfactorio como profesor ver que los estudiantes interactúan con otras personas, se dan a conocer, arman sus propios conjuntos o empiezan a ganarse la vida en sitios como restaurantes o locales turísticos”, afirma Joaquín Urzola Díaz, licenciado en educación musical. Puede leer: “La música cambió mi perspectiva sobre la vida”: violinista cartagenera.
¿Y si no funciona?
En ocasiones, la música no se convierte en un complemento de la experiencia escolar o en un interés sano, sino en una obsesión o en algo que lleve a un joven a descuidar sus estudios. En esos casos, lo más frecuente no es que la música en sí “consuma” al estudiante, sino que él la utilice como forma de lidiar con otros acontecimientos y experiencias de su vida diaria y descuide los estudios.
Cuando eso pasa, es común que los maestros o los familiares acusen a la música de ser un obstáculo en lugar de observar el panorama que la rodea. En opinión del profesor Urzola Díaz, es importante hablar con estudiantes y profesores para identificar cuál es el problema de fondo. A través de este diálogo instructivo, es mucho más probable que el estudiante salga adelante con la academia y con sus intereses, convirtiéndose en un ser humano integral.
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