Con una producción mundial de más de 4 mil millones de toneladas por año, según datos de Statista, la industria petrolera domina la economía mundial, tanto que el precio del barril de petróleo es uno de los indicadores esenciales para la toma de decisiones político - económicas, e incluso militares.
En Colombia, por ejemplo, el petróleo es el principal producto de exportación, representando más de la cuarta parte de los negocios con mercados extranjeros, y el puerto de Cartagena es un punto estratégico para las transacciones, tanto nacionales como internacionales, con un papel importante en el transporte marítimo de los 90 millones de barriles diarios que mueve esta industria a nivel mundial.
De acuerdo con la Agencia Nacional de Hidrocarburos, nuestro país es uno de los seis con mejores recursos petroleros en Latinoamérica: “Se estiman en 1.500 billones de barriles las reservas probadas de petróleo, que representa el 26% del total de las exportaciones colombianas, es una de las mayores fuentes externas de efectivo para el país”, señala ANH.
La mayoría del petróleo que se transporta por los mares del mundo es crudo, es decir, la forma básica de este compuesto natural, conformado en su mayoría de hidrocarburos, tal como se extrae de los pozos. En este estado tiene poca utilidad, por lo que debe pasar por el proceso de refinamiento para que sea apto como combustible y materia prima para la industria petroquímica, entre otros usos.
Es por lo anterior que en las refinerías están cerca de los puertos en los que se negocia crudo, como en Cartagena. Le puede interesar: Los obstáculos que aún afectan al comercio marítimo internacional.
Así navega el crudo
El transporte del crudo hace parte de la segunda fase de la cadena petrolera, denominada midstream. Para el caso del transporte vía marítima, que es la forma en la que se comercia la mayoría de la producción (los oleoductos es una alternativa), se hace a través de los buques cisternas o superpetroleros, con capacidad de hasta 500 mil toneladas.
Por la naturaleza del crudo, que tiene alta volatilidad, trasladarlo requiere de una serie de medidas complejas que van desde las características de la nave, para garantizar la navegación segura, hasta la pericia para la carga y descarga en los puertos. Lea también: ¿Se importará petróleo? Ecopetrol advierte sobre la reforma tributaria.
De esta manera, los buques petroleros están conformados por varios tanques, tanto para almacenar el crudo como para las aguas de lastre, que se utilizan para darle estabilidad a la embarcación, dependiendo de la cantidad que transporte y durante la carga o descarga en las terminales.
Otro asunto importante es evitar el derrame de petróleo en el mar, denominado como ‘marea negra’, que tiene un alto costo ambiental por el impacto de hidrocarburos en los hábitats marinos, sin mencionar los enorme esfuerzos que se requieren para evitar que la sustancia llegue hasta las costas y reponer los ecosistemas afectados.
Las ‘mareas negras’ se suelen provocar cuando el buque tiene un accidente que ocasiona el vertimiento del petróleo o carece de un adecuado sistema para el manejo de las agua de lastres, por lo que cuando se hace el descargue de esta en el mar, lleva parte de hidrocarburos.
‘Tierra a la vista’
Para la carga y descarga de crudo en las terminales, los buques se conectan con los tanques de almacenamiento del puerto mediante mangueras flexibles o brazos de carga y bombean el líquido. Aspectos como la temperatura de los tanques de la nave, la ventilación, las condiciones de las válvulas y la protección del personal involucrado en la maniobra son esenciales para evitar accidentes. Una maquina de bomberos se dispone en lugar para actuar con inmediatez en caso de que haya alguna novedad.
Una vez descargado, se inicia la fase de downstream que contempla el refinamiento del petróleo, su comercio y distribución.
Se estima que al menos la mitad de los buques petroleros que circulan por los mares del planeta fueron construidos en los años 70 y los más ‘nuevos’ tienen 20 años de antigüedad, por lo que la flota es susceptible de sufrir accidentes (especialmente por su tamaño) o, como mínimo, no está ajustada a los requerimiento técnicos para disminuir el riesgo de daño ambiental.
Aunque entes internacionales como la Organización Marítima Internacional ha dispuesto ciertas certificaciones para mermar el impacto ambiental y contribuir a la sostenibilidad, se hacen necesarias legislaciones más exigentes, que ejerzan mayor control a estas naves.