A medida que la vacunación avanzaba y las restricciones al transporte se levantaban, parecía que la crisis de la cadena de suministros también llegaría a su fin y el comercio marítimo volvería a ser lo que era antes del 2020.
Sin embargo, dos imprevistos volvieron a complicar el panorama y a provocar incertidumbre en los proveedores y las navieras: las nuevas cuarentenas en China y la invasión de Rusia a Ucrania, que ha resultado en la disrupción del intercambio entre estos países y el resto del mundo.
“El comercio internacional no ha vuelto a ser el mismo, no solo la pandemia sino la crisis de contenedores y ahora los problemas políticos entre Rusia y Ucrania han cambiado las condiciones de mercado. En general se trata de ‘normalizar’ la operación pero los factores económicos y geopolíticos son imposibles de desconocer”, destaca David Sierra Henao, gerente administrativo de la agencia marítima Isacol. Le puede interesar: 4 retos pendientes del comercio marítimo develados por la pandemia.
Los hechos recientes
De un lado, la política ‘COVID Cero’, decretada por el Gobierno chino en respuesta al aumento de casos provocados por la variante ómicron, ha obligado al cierre y colapso del puerto más importante del mundo, Shanghái, así como a la clausura de centros manufactureros en Dongguan y Shenzhen (el cuarto más importante en volumen).
Esto ha afectado seriamente la industria de los electrodomésticos, los automotores y casi todos los bienes que dependen de la disponibilidad de semiconductores. “Aún se mantienen algunas medidas que ralentizan la operación pero la conciencia, necesidades y el optimismo generalizado han hecho que los efectos negativos se reduzcan hasta donde la salubridad lo permite”, indica Sierra Henao.
Del otro, la guerra en Europa del Este ha significado un duro golpe para el comercio de productos como los cereales y el mercado energético, debido a que Ucrania es uno de los principales exportadores de trigo y Rusia distribuye gas, acero, fertilizantes y materias primas a muchas naciones. A esto hay que añadir el bloqueo económico al país de Vladimir Putin, lo cual ha significado el cese del flujo de mercancías y capitales en general, desde allí al resto del globo.
“Rusia se enfrenta no solo a Ucrania sino al mundo, lo que mueve el panorama energético global, afectando el mercado marítimo de forma considerable. Las sanciones contra Rusia obligan a remplazar esas mercancías, principalmente gas y petróleo, generando demandas donde no las había y obligando a la reorganización de flotas que afectan países que poco tienen que ver con el conflicto por distancia o intereses políticos”, detalla el gerente administrativo de Isacol.
Añade que “el comercio marítimo sigue siendo el más barato del mundo y aporta el mayor movimiento de mercancías, sin embargo, es muy sensible a los cambios que estamos afrontando”.
Consecuencias
Para el comercio marítimo en particular, esta coyuntura equivale a un incremento en el costo de los fletes (lo cual beneficia en cierto grado a las navieras), pero también a una nueva cadena de retrasos, barcos atracados sin posibilidad de descargar su mercancía y la consecuente escasez de contenedores. De acuerdo con los reportes de la ONU, la Organización Mundial del Comercio (OMC) y grandes compañías navieras como la Maersk o la MSC, los efectos ya empiezan a sentirse, pues los fletes han aumentado aproximadamente en un 70% y el puerto de Shanghai ha alcanzado un nivel de congestión del 40%.
En cuanto al conflicto ruso-ucraniano, este ha resultado en un aumento del 45% de los precios del gas natural en Europa y desabastecimiento en el comercio de semillas, granos (trigo, girasol, maíz) y sus derivados hacia otras regiones, pues Ucrania dominada las exportaciones de estos productos entre el 20% y el 80%.
“Esta es una coyuntura de la que nadie se beneficia en un sentido estricto”, afirma Luis Fernando Silva, director de posgrados en Logística, Producción y Operaciones de la Universidad de La Sabana, “pues acaba en inflación y mayores costos a lo largo de toda una cadena, que de por sí ya está truncada”.
“En el caso de América Latina, el consumidor final sentirá las consecuencias de esta crisis en el aumento generalizado de los precios de los productos que dependan de estos países para su manufactura y transporte. La reacción ha sido una forzosa modificación de nuestros hábitos de consumo y un ‘volver a lo nuestro’ para favorecer a los productos locales y nacionales, aunque esto tampoco ha sido del todo exitoso. Muchas veces poseemos los recursos, pero no la logística, la infraestructura, ni las políticas”, añade Silva.
Una oportunidad
Sierra Henao anota que “sin importar lo que pase, las empresas del sector marítimo deben regularse a los estándares internacionales, dejar de minimizarnos o de trabajar en este medio pensando en que todo se mueve como en Colombia. El mundo va a una velocidad mayor que la que manejamos internamente y si queremos figurar y ser atractivos para el mercado internacional, debemos mantenernos en la vanguardia”.
Destaca que el contexto a nivel mundial podría representar oportunidades para que Colombia se posicione en el mercado marítimo global. “Nuestra ubicación es estratégica para otros países y nos podemos vender como hub logístico, como centro financiero, como corredor de carga, como un espacio donde se abanderen motonaves para facilitar la operación marítima de nuestra zona, pero para eso debemos perder el miedo y abrir nuestra mente a diferentes escenarios”, puntualiza el gerente de Isacol. Puede leer: Crisis de los contenedores: la oportunidad tras el caos.
¿Te gustaría recibir en tu celular las noticias más importantes del día? Da clic aquí y escríbenos a Whatsapp.