En el pasado, los padres y educadores de todo el mundo habían expresado preocupación por el modo en que la televisión podía afectar el desarrollo de los niños; unas pocas décadas después, los televisores pasaron a ser una preocupación secundaria en comparación con los computadores, las tabletas, los celulares y las consolas de videojuegos portátiles. Hoy día no es infrecuente encontrar un niño de al menos dos años navegando Youtube, buscando sus canciones y programas favoritos. A esto hay que agregar eventos como la educación a distancia, que fue necesaria durante las cuarentenas y buena parte del 2020 en particular.
Dada la enorme cantidad de contenido a la que tienen acceso los niños a través de la internet y las nuevas tecnologías, así como el hecho de que los algoritmos de muchos servicios y compañías que distribuyen contenidos están hechos para promover comportamientos adictivos, vale la pena preguntarse qué efectos podrían tener el uso de estos dispositivos y servicios sobre la actividad neuronal de los niños.
¿Qué dice la ciencia?
De acuerdo con organizaciones como la Academia Estadounidense de Pediatría (APP, por sus siglas en inglés) y la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), aún quedan varios interrogantes por resolver en torno a los posibles beneficios y riesgos de los dispositivos electrónicos sobre los menores de edad. Sin embargo, a partir del material disponible, se han podido extraer algunas conclusiones preliminares, en especial en lo que respecta a los niños de 0 a 2 años.
En primer lugar, las “pantallas” por sí solas no son buenas herramientas para enseñar a dicho grupo. Los estudios han demostrado que durante esta etapa, lo mejor es la interacción directa con otras personas y con el medio, puesto que ellos aún no tienen el contexto necesario para relacionar adecuadamente lo que ven en la pantalla con el mundo real. Así, el niño recibe grandes cantidades de información que no sabe poner en práctica. Esto aplica tanto para los conocimientos técnicos como el desarrollo emocional. Un estudio muy influyente en este sentido, publicado en el 2005 y dirigido por el psicólogo y PhD Daniel Anderson, llamó a este fenómeno el “déficit por video”. Le puede interesar: Niños con celulares, ¿cuáles son los peligros?
En el caso de los niños de 3 a 5 años, la evidencia indica que a ellos les es más fácil procesar el contenido de estos positivos si ya tienen algo de pensamiento simbólico. Sin embargo, los profesionales indican que la supervisión de los adultos debe ser constante, que el contenido en cuestión debe estar pensado para ser educativo (sea una APP para aprender matemáticas, o, por ejemplo, un episodio de ‘Plaza Sésamo’), que es importante que al niño se le hagan preguntas sobre lo que vio para cerciorarse de que lo interpretó bien, que el tiempo frente a la pantalla debe limitarse a unas 2 horas y que debe complementarse con la actividad física.
Algo que muchos padres hacen y que debe evitarse a toda costa es utilizar los celulares o tabletas para calmar a los niños durante una rabieta. El entretenimiento, la distracción y la sobrecarga sensorial no pueden reemplazar el proceso de educar emocionalmente a los más pequeños. Un último consejo es enseñarles buenos hábitos de salud ocular en esta etapa: por cada 20 minutos de exposición a una pantalla, deben apartar los ojos y mirar hacia el horizonte durante al menos 20 segundos; además, el cuarto donde se mire la pantalla en cuestión debe estar bien iluminado.
Riesgos adicionales
A medida que los niños crecen y ganan acceso a otros dispositivos, algunos de los cuales les pertenecen, pueden surgir nuevos obstáculos que interfieren con su desarrollo, a saber: alteración de los horarios de sueño debido a la exposición a la luz azul que emiten estos dispositivos, sedentarismo, episodios de estrés y ansiedad relacionados con el uso de las redes sociales y comportamientos adictivos provocados por dichas redes, videojuegos o sitios que distribuyen contenidos. Todo esto impacta negativo el desarrollo corporal, cognitivo y emocional de los jóvenes.
Frente a aquellos riesgos, lo mejor es darle al niño las herramientas necesarias para limitar su tiempo frente a la pantalla: hacerle comprender los riesgos, utilizar aplicaciones de control parental, acompañarlo durante las actividades que realiza (tanto físicas como digitales), enseñarle a aprender de sus errores y solicitar ayuda médica cuando sea necesario. En general, lo recomendado durante los años escolares son 2 horas de pantallas al día como máximo y al menos 1 hora de actividad física. Puede leer: La luz azul, el verdadero riesgo de los celulares contra la salud.