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Edición verde

Así influye nuestra dieta en la degradación del medioambiente

Los hábitos de consumo del humano promedio contribuyen profundamente a la degradación de los ecosistemas. La alimentación es uno de los que más peso tiene.

Así influye nuestra dieta en la degradación del medioambiente

Lo mejor para el medioambiente es promover, y consumir, dietas más variadas y más sanas a lo largo del año.// FOTO: 123RF

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Comer bien es necesario para mantener la salud del cuerpo. Sin un aporte nutricional balanceado y una cantidad diaria de calorías adecuada, los seres humanos podemos desarrollar enfermedades como la obesidad, la diabetes, el marasmo, el escorbuto y muchas otras. De hecho, una buena dieta no es sana únicamente para los seres humanos: también lo es para el planeta.

Las prácticas de la industria alimenticia y los cambios en nuestros estilos de vida han jugado un rol significativo en la degradación del medioambiente durante las últimas décadas. El papel de la ganadería extensiva ya ha sido resaltado en muchas ocasiones, pero los problemas con la agricultura moderna no son menos significativos, particularmente en lo que respecta a nuestra excesiva dependencia de unos pocos alimentos.

De acuerdo con un estudio publicado en el British Journal of Medicine en el 2022, “menos de 200 especies tuvieron una producción significativa durante el 2014 y tan solo nueve cultivos representaron el 66 % de la producción agraria mundial. El 90 % de la ingesta calórica de la humanidad proviene de 15 plantas y más de 4 mil millones de personas se apoyan en solo tres de ellas: el arroz, el trigo y el maíz”.

Un círculo vicioso y contaminante

La industria alimenticia moderna no enfatiza tanto el aporte nutritivo como el calórico. Su objetivo es producir la mayor cantidad de comida y de la manera más barata posible para crear ganancias, no sólo a través de la satisfacción de la demanda, sino también de la creación de esta.

Los alimentos ultraprocesados en particular (realizados al extraer y manipular los componentes de otros alimentos) no están hechos para cumplir con un aporte nutriticional, sino para llenar y crear adicción gracias a sus altas cantidades de azúcares y grasas: las comidas rápidas, los mecatos y muchos postres entran en este grupo.

Sus propiedades se deben en parte al uso de componentes procesados de origen vegetal, como el jarabe de maíz, los derivados del almidón y el azúcar invertido.

El monocultivo, un gran problema

En los países desarrollados como los Estados Unidos, Inglaterra y Canadá, los alimentos ultraprocesados representan el 50 % o más del aporte calórico y otros países en desarrollo se van aproximado poco a poco a esa cifra. Desde un punto de vista ecológico, uno de los principales problemas de esta es que su existencia depende de un sistema agricultor apoyado en el monocultivo.

Como su nombre lo indica, dicha práctica consiste en dedicar grandes extensiones de suelo a la producción masiva de una única variedad de planta o de animal, durante todo el año. Es el modelo imperante en la industria alimenticia, puesto que se le considera el más sencillo y barato. Sus contrapartes son la agricultura tradicional y de subsistencia, que rotan diferentes especies según la época del año y las hacen compartir los mismos terrenos. Le puede interesar: Agricultura orgánica y convencional ¿Cómo impactan en el medioambiente?

Depender de unas pocas especies precariza nuestra seguridad alimentaria.

Los efectos

El primer inconveniente del monocultivo es que empobrece el suelo. Por “suelo” no debe entenderse la mera tierra, sino también una compleja red de plantas, minerales, hongos, protozoarios y otros microorganismos que son los que posibilitan que la vida pueda producirse en él.

Diferentes plantas aportan variedad de nutrientes a este ecosistema; al reducir esa diversidad, se rompe el balance del que dependen, los seres que lo habitan mueren poco a poco (algunos incluso se extinguirán) y el suelo se vuelve infértil.

Si a esto le sumamos la “globalización” de diferentes semillas, entonces también hay que considerar la manera cómo se desplaza la flora endémica de cada país y los productos que se obtienen de ella.

Una precaria seguridad alimentaria

Depender de una sola especie también precariza la seguridad alimentaria de una región, dado que en últimas disminuye la variedad genética de los ecosistemas, lo que facilita la transmisión de enfermedades y la proliferación de defectos genéticos que pueden ser devastadores.

Un caso paradigmático es el de la banana Gros Michel, la principal banana de exportación de Centroamérica hasta que casi toda la especie sucumbió a la Enfermedad de Panamá y forzó a los agricultores a reemplazarla por otro monocultivo, la banana de Cavendish

A la par que el suelo se empobrece y la variedad genética disminuye, el mercado se ve obligado a contrarrestar el rendimiento decreciente de sus productos incrementando el uso de pesticidas y fertilizantes, introduciendo nuevas cepas genéticas y utilizando más y más tierras para el cultivo, lo que a su vez trae otros problemas: proliferación de materiales tóxicos a lo largo de la cadena trófica, diseminación de genes “invasores” con consecuencias impredecibles, deforestación y erosión.

Es por todo lo anterior que la principal recomendación de la ONU es, casualmente, la misma que los nutricionistas han repetido durante décadas: hacer el paso a una dieta que se apoye en productos orgánicos, locales, no procesados y con origen predominantemente vegetal. Esa, es a la larga, una de las principales soluciones para no seguir alimentando la demanda que sostiene las prácticas de la industria alimenticia moderna. Puede leer: La huella de la comida chatarra en el ambiente.

El origen del problema

Esta situación comenzó en los años 40 y 60, con la hoy llamada Revolución Verde o Tercera Revolución Agraria, que consistió en una serie de iniciativas para tratar de solucionar otro asunto: el crecimiento de la población mundial y el peligro inminente de varias hambrunas. ¿Cómo alimentar a toda la gente?

La solución, se pensó, estaba en producir más comida, pero a una escala industrial, masiva, barata y fácil. Los experimentos realizados (inicialmente exitosos) en países como México e India dieron lugar a muchas de las herramientas y técnicas que utiliza la industria agropecuaria hoy día: pesticidas y fungicidas más potentes, fertilizantes artificiales, agricultura mecanizada en todos los niveles (piénsese el uso de tractores, aspersores y cosechadoras) y el monocultivo.

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