¿Quién no quiere vivir más años para compartir con los suyos, disfrutar del retiro y dedicarse a sus pasatiempos favoritos? Es una oferta a la que muy pocos dirían que no y que se está convirtiendo en una realidad a medias para la población mundial.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), la esperanza de vida ha aumentado significativamente en las últimas décadas, en sus Estados miembros llega a ser de hasta 81 años, 11 años más que 1.960.
Lo anterior, según señala la OECD, es porque las principales causas de muerte son enfermedades crónicas no transmisibles, como los padecimientos cardiovasculares, el cáncer y la diabetes. También se debe a la reducción significativa de infecciones que cobraban la vida de miles de adultos jóvenes.
La OMS confirma estas estimaciones y añade que no solo está creciendo la longevidad sino que este aumento es a un ritmo acelerado: “En el 2019, las personas vivían 6 años más que en el 2000, con un promedio mundial de más de 73 años”.
¿Cuál es el problema? Los años adicionales de vida no están siendo aprovechados por cuenta de las afecciones en la vejez.
“En promedio, solo cinco de esos años adicionales se vive con buena salud (...) la discapacidad va en aumento. En gran medida, las enfermedades y condiciones de salud que están causando más muertes son las que son responsables de la mayor cantidad de años perdidos de vida saludable”, anota la OMS.
No estamos preparados
Otro de los inconvenientes es que los sistemas de salud en todo el mundo no están preparados para toda la población mayor que se prevé en los próximos años, pues crecerá la demanda de atención primaria y a largo plazo.
“Incluso antes de la pandemia de la COVID-19, más del 50% de las poblaciones mayores, en algunos países de ingresos bajos y medianos, carecían de acceso a algunos servicios de salud esenciales, un problema que la pandemia ha exacerbado”, destaca la Organización Panamericana de Salud (PAHO, por sus siglas en inglés).
Tampoco hay suficientes oportunidades en otros aspectos de la sociedad como vinculación financiera, educativa y entornos amigables con los mayores de 60 años.
“Este cambio requiere adaptaciones en la manera en que se estructuran las sociedades en todos sus sectores. Por ejemplo, la asistencia sanitaria y social, el transporte, la vivienda y la planificación urbana. La labor orientada a forjar un mundo más grato para las personas mayores es una parte esencial y urgente en el contexto de nuestra cambiante demografía”, indica la OMS.