Desde el pasado viernes permanece atracado en los muelles de la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena El Rainbow Warrior, barco emblemático de Greenpeace, que retorna a Colombia con un llamado urgente por la Amazonía.
La embarcación estará en esta capital hasta el lunes 22 de septiembre como parte de su recorrido que lo llevará hasta Belem (Brasil), donde será la Cumbre del Clima de Naciones Unidas (COP30), del 10 al 21 de noviembre.
“Respeta la Amazonía” es el mensaje central de esta nave, para recordar que la selva no se negocia, se defiende. (Lea aquí: Descertificación a Colombia: temores de gremios, analistas y la CCC).
No es la primera vez que el Rainbow Warrior toca costas colombianas. El barco ya estuvo en Cartagena años atrás, compartiendo con la ciudadanía la fuerza de un movimiento global que ha navegado océanos enteros para denunciar la destrucción ambiental, promover soluciones y amplificar las voces de quienes defienden sus territorios, señala un comunicado de Greenpeace.
Un símbolo de resistencia ambiental
El Rainbow Warrior no es solo una embarcación: es un símbolo de resistencia y esperanza. En 1985, el primer Rainbow Warrior fue hundido en Auckland (Nueva Zelanda) en un atentado que buscaba silenciar las protestas de Greenpeace contra las pruebas nucleares en el Pacífico. Desde entonces, el barco se transformó en un emblema de la lucha pacífica y un recordatorio de que no se puede hundir un arcoíris, ni silenciar la esperanza.
A lo largo de cuatro décadas, distintas generaciones del Rainbow Warrior han recorrido el mundo denunciando la deforestación, la sobrepesca, la minería destructiva y el cambio climático. El actual Rainbow Warrior III, construido en 2011 con tecnología sustentable, es hoy una plataforma viva de activismo que combina ciencia, periodismo y movilización ciudadana.
La Amazonía, corazón de Colombia y del planeta
El regreso del barco se da en un momento clave. La Amazonía colombiana cubre más del 42% del territorio nacional, es uno de los ecosistemas de mayor biodiversidad del planeta, regula lluvias que viajan hasta los Andes y el Caribe, produce agua dulce, es hogar y territorio de 64 pueblos indígenas y funciona como un gigantesco sumidero de carbono que ayuda a frenar la crisis climática.
Pero este corazón está en peligro. En 2024, Colombia perdió más de 77.000 hectáreas de selva amazónica —un aumento del 74% respecto al año anterior, según datos del IDEAM—.
La deforestación, impulsada por ganadería, agricultura, minería, tala y extracción de hidrocarburos, entre otros, amenaza no solo la biodiversidad única de la región, sino también la seguridad alimentaria, hídrica y climática de millones de personas.
“La Amazonía es un territorio esencial y vivo, no un recurso a explotar. Su destrucción significa violación de derechos humanos y ambientales, generando afectación de territorios indígenas, extinción de especies, sequías prolongadas, pérdida de cosechas y mayor vulnerabilidad frente a incendios y desastres naturales en todo el país. Respetarla es proteger nuestra biodiversidad, nuestra agua, nuestro aire y nuestro futuro. Y necesitamos que toda la sociedad se involucre en esta defensa, para que en la próxima cumbre climática se avance con un plan concreto para poder cumplir la meta acordada de Deforestación Cero a 2030”, señaló Laura Caicedo, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia. (Lea aquí: Productores de Santa Catalina (Bolívar) quieren ser exportadores de mango).
