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Fútbol

Édinson Palomino y el milagro que lo llevó al fútbol

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Las polvorientas calles del corregimiento de Pasacaballos, en la desembocadura del canal del Dique en la bahía de Cartagena, fueron escenario de las gambetas que Édinson Palomino Marrugo realizaba con la pelota, y sin ella, para evitar los castigos de Juan, su papá. “A mi padre no le gustaba el fútbol y siempre me corregía para que no estuviera en la calle”, relata el delantero.

Y es que ahora, en medio de risas, el habilidoso jugador recuerda que fue su mamá, Marlene, la que hizo sacrificios para que él jugara. “Como se dice por ahí, dejaba hasta de comer para darme los pasajes para ir a entrenar”.

El fútbol le cambió la vida a Édinson y su familia. El menor de los Palomino Marrugo dio un gran salto y de manera milagrosa pudo realizar su sueño y el de sus padres y hermanos.

“La forma como llegué al fútbol fue un milagro”. Mientras esquivaba rivales en la calle y marcaba goles, el padre de un compañero lo vio jugar y un día se lo llevó a la ciudad.

Allí, José Íber Grueso (murió en el 2007), técnico de las divisiones menores del Real Cartagena y empresario, lo vio y se enamoró de su fútbol.

“El tenía buen ojo para cazar talentos y desde el primer día me dijo que volviera, como sabía de las dificultades económicas me mandaba guayos y los pasajes. Insistió mucho hasta que empecé a entrenar juicioso y me mandó para Bogotá”, rememora Palomino.

COMENZÓ LA AVENTURAA sus 17 años viajó solo a la capital de la República y aunque no tuvo la oportunidad de jugar con el Santa Fe, pues el equipo ya estaba completo, empezó un recorrido que lo llevó al Bucaramanga, donde debutó como profesional.

Pasó al Alianza Petrolera y posteriormente al Real Cartagena, club en el que pasó su mejor época, estuvo tres años, marcó goles que celebró con su baile de champeta y fue figura.

Esa actuación le permitió llegar al Huila, donde también fue reconocido por su juego rápido y capacidad goleadora.

Ya no tiene las trenzas que lo hicieron famoso en el Huila, pero conserva la velocidad y la habilidad para ir adelante en busca del gol.

Sus anotaciones tienen dueñas, Asly y Melany, las hijas de 6 y un año que llegaron a su vida para convertirlo en el hombre más feliz del mundo.

Las pequeñas lo acompañan en cada juego, a ellas y a su esposa van dedicadas sus anotaciones.

Y aunque su padre sigue sin tomarle gusto al fútbol, Éndison le agradece a su profesión que le ha dado los recursos para mejorar las condiciones de vida de sus seres queridos.

Las oraciones de su mamá y sus tías, cristianas, también han sido vitales para lograr sus sueños.

“En Cartagena me pusieron La Moto y me gusta porque representa lo que es mi juego, velocidad, fuerza y sorpresa adelante, cualidades que quiero exponer en el exterior, ojalá en México”, concluyó.

Edinson Palomino. COLPRENSA
Edinson Palomino. COLPRENSA
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