comscore
Deportes

La historia detrás del título del béisbol bolivarense del 12 de octubre de 1976

Una crónica que viaja por el pasado (hace 49 años) sobre el campeonato inolvidable de la Universidad de Cartagena.

La historia detrás del título del béisbol bolivarense del 12 de octubre de 1976

Equipo de la Universidad de Cartagena campeón departamental de 1976.//CORTESÍA

Compartir

-¡Doctor Redondo!- me dijo una voz altisonante, pero familiar luego de que se embarcaron unos pasajeros en la parada de la Plaza de Toros del barrio Escallón Villa.

Corría una tarde del mes de marzo de 1975 en la incandescente Cartagena de Indias y venía con abstracción de pensamiento en unos de los buses metálicos circunvalar por lo vivido en casa durante la hora del almuerzo con mi padre Jiquí; ese mediodía, hubo sopas de hueso blanco y mi querido padre le tiró el suyo a Tangaré, nuestro perro; éste se lo había quedado mirando como en actitud de reclamo y mi viejo le ha dicho: !Qué me ves, si a mi tambien me lo pusieron pelao!… Lea: Horario del juego entre Cachorros y Cerveceros, el que gane va contra Dodgers

Hola Manuel Faraón, contesté ante semejante expresividad y la sonrisa de los demás pasajeros; venía de su entrenamiento con su equipo de béisbol Colpuertos, uno de los mejores del país por la calidad de sus integrantes, base de la Selección Bolívar y Colombia.

No cabía dudas; esa empresa Portuaria ofrecía unos grandes privilegios a sus trabajadores beisbolistas; hacían presencia por la mañana en la empresa los martes y jueves y antes de mediodía partían en su bus a entrenar en el Estadio 11 de Noviembre, hoy, Abel Leal Díaz, entre las 12 y 2:30 de la tarde; de allí a sus casas; si jugaban el día domingo, el lunes era libre independiente del resultado; además, las horas de competencias, se les reconocían como extras laboradas.

Una sentencia que dolió

Durante la conversación sobre béisbol, subió su tono y me dijo: ¿Sabes cuándo la Universidad de Cartagena será campeón? ¡Nunca!

De hecho, eso despertó mi neurosis, reconocía la verdad, pero no la aceptaba. Fue un verdadero estímulo a nuestras inquietudes; no contábamos con organización directiva y todo en cabeza del Dr. Yidio Sedán, prestigioso químico y docente de la Universidad quien era el delegado del equipo ante la liga y demás obligaciones, sin contacto alguno con la base de jugadores y quizás sí, con Adolfo “Samy” Lambis y Arnulfo Taharón, sus antiguos estudiantes en la facultad de Química y Farmacia, entre otras, de las más prestigiosas del país y quienes actuaban como coaches del “Cojudo” Don Pedro Ortiz Lastra, general manager y el otro colaborador, el pequeño gigante Daniel Ortiz.

Junto a mis compañeros Rodolfo Olivo, Joche Baena y mi compadre Jhony Dunoyer, elaboramos una lista de profesores y trabajadores de la Universidad y amantes del béisbol a quienes invitamos a hacer parte de la directiva que requeríamos; su respuesta fue de total agrado y así programamos esa reunión en uno de los salones del ala izquierda del segundo piso del claustro de San Agustín, en una noche de abril de ese año 1975.

Ulises Frías, Jose Luis Alvear, William Redondo, Diego Luis Cotta, Gustavo “Pio Pio” Mayo y Juan Lozano, peloteros de la Universidad de Cartagena.//CORTESÍA
Ulises Frías, Jose Luis Alvear, William Redondo, Diego Luis Cotta, Gustavo “Pio Pio” Mayo y Juan Lozano, peloteros de la Universidad de Cartagena.//CORTESÍA

Todos asistieron: Álvaro Bustamante Doulugart, Álvaro Gari Vélez, Fredy Díaz Mangones, Eloy Ramírez, Nelson Correa Pupo, José Puche, Vianor “Papito” González, Enrique Félix, Eber Anarís, Miryan Alcázar, Alicia Pichot y la madre de todos nosotros, Angelina Morales, enfermera del consultorio médico; elaboramos dos planchas A y B con todo el sentido democrático, pero ya sabíamos cuál debía ganar; igual, quienes no quedaron en cargo principal, lo hicieron como vocales; nadie quedó excluido.

Se elaboró un acta y se le llevó al día siguiente al señor rector de entonces Alberto Carmona Arango; le explicamos la decisión de nosotros los deportistas y fue acogida con entusiasmo.

El señor rector había sido uno de los docentes perteneciente a ASPU, la asociación sindical de profesores de la Universidad, reintegrado ese año, luego de su expulsión junto a otra camada de catedráticos en la oscura época de la cartagenización de la Universidad Colombiana entre 1971 y 1974, cuando se desató una gran persecución del pensamiento liberal avanzado, hoy Progresismo y durante el nuevo gobierno de Alfonso López Michelsen.

Ese año, ejercimos como scouts convenciendo a jugadores bachilleres con gran calidad a vincularse con nuestro equipo, pues uno de los grandes logros con esa nueva organización dada, fue conseguir que el Consejo Directivo de la Universidad aprobara la resolución que admitía deportistas bachilleres campeones a ingresar a la “U” con un puntaje mínimo de 60.

Creció no solo nuestra disciplina beisbolera, si no, también otras ramas que estaban en el ostracismo como baloncesto, tenis de mesa, natación, voleibol etc. y que se reflejó mucho más cuando participábamos en los Juegos Universitarios del país. Esa fue la respuesta al Faraón Manuel Esquivia, no había otra estrategia porque si Colpuertos, Conastil, Álcalis de Colombia querían un buen jugador, les ofrecían muy buen empleo y muchos eran bachilleres quienes al no ingresar a la Universidad, terminaban enrolándose en esas empresas; luego nuestra Alma Máter tenía que ofrecer estudio para ellos como también empleo a otros cuantos que quisieron jugar con nosotros.

Estos cuatro equipos junto al Águila del sempiterno Manuel Severiano Castillo, El Getsemaní del patriarca Nicolás “Chilo” Miranda, la primera persona quien nos invitó en el año 1960 a ir a entrenar con el equipo Infantil en el playón blanco, zona de manglares donde hoy se ubica la Funeraria Lorduy; fue nuestro primer acercamiento con el juego del béisbol a la edad de 8 años y mi hermano mayor Nestico Redondo con 10; desde luego, no quedé en el equipo y sí Nestico a quien ponían a jugar de Right Field en ese torneo que se realizaba en el campo de Santa Rita, hoy, donde funciona la Galería.

Creció no solo nuestra disciplina beisbolera, si no, también otras ramas que estaban en el ostracismo como baloncesto, tenis de mesa, natación, voleibol etc. y que se reflejó mucho más cuando participábamos en los Juegos Universitarios del país.

Esa fue la respuesta al Faraón Manuel Esquivia, no había otra estrategia porque si Colpuertos, Conastil, Álcalis de Colombia querían un buen jugador, les ofrecían muy buen empleo y muchos eran bachilleres quienes al no ingresar a la Universidad, terminaban enrolándose en esas empresas; luego nuestra Alma Máter tenía que ofrecer estudio para ellos como también empleo a otros cuantos que quisieron jugar con nosotros.

Estos cuatro equipos junto al Águila del sempiterno Manuel Severiano Castillo, El Getsemaní del patriarca Nicolás “Chilo” Miranda, la primera persona quien nos invitó en el año 1960 a ir a entrenar con el equipo Infantil en el playón blanco, zona de manglares donde hoy se ubica la Funeraria Lorduy; fue nuestro primer acercamiento con el juego del béisbol a la edad de 8 años y mi hermano mayor Nestico Redondo con 10; desde luego, no quedé en el equipo y sí Nestico a quien ponían a jugar de Right Field en ese torneo que se realizaba en el campo de Santa Rita, hoy, donde funciona la Galería.

Además, el equipo Colchones Barakat de Don Nagot, completaba el grupo inscrito ante la liga de béisbol de Bolívar. El cambio de actitud de jugadores y directiva se notó de inmediato; domingo a domingo, era un aliciente atrayente para nuestros directivos; se rotaban la responsabilidad de los refrigerios para el equipo y algunos veían los partidos desde el dogout; vivían las emociones del juego desde la primera línea y hasta se atrevían a sugerir jugadas a la ofensiva.

Se había cambiado el chip mental desde la recreación que caracterizó al equipo en la década de 1960, cuando los días sábados tableteaban a cualquiera de los grandes originándoles el remoquete de “La Guerrilla de Marquetalia” impuesto por el gran Luis Alberto Payares, insigne locutor deportivo de la ciudad. Ese mismo equipo, de igual forma, perdía contra los menos poderosos los días domingo, pues la bohemia absorbía a algunos de sus integrantes los sábados por la noche.

Nosotros, la segunda generación en cambio, le dimos un tinte entéramente competitivo, fuera un miércoles, sábado o domingo; nos sentíamos fuertes, en familia, respaldados por la directiva y el espíritu de seguidores, tanto estudiantil como egresados y aficionados en general; estábamos ya entre los cuatro grandes del béisbol de Bolívar. Hacíamos la publicidad con carteles en la “U” invitando a la comunidad universitaria a que nos acompañaran, sobretodo, si era un partido de los llamados importantes.

En Cartagena, todos saben de béisbol y quienes no asistían al estadio, entonces, “le tiraban oreja” a las trasmisiones de radio y así se enteraban de lo que ocurría en el coloso novembrino y tenían argumentos para ir a discutir a la Chismosa del palo de Caucho del Banco de Bogotá cerca al Reloj Público al día siguiente.

Ese año, estuvimos integrando la Selección Colombia que participó en los juegos Panamericanos de México junto a Álvaro Castro y Andrés Díaz quien curiosamente siendo universitario, jugaba para Colpuertos.

William Redondo Méndez en brazos tras coronarse campeón en 1976 con la Universidad de Cartagena.//CORTESÍA
William Redondo Méndez en brazos tras coronarse campeón en 1976 con la Universidad de Cartagena.//CORTESÍA

De nuevo me dirigía Antonio “Manía” Torres, el mismo que me llevó a Miami en 1968 a la Primera Serie Mundial Junior organizada por el Cubano Emilio Cabrera y fuimos subcampeones con el título del jugador más valioso del torneo dado a mi amigo Osvaldo Amarís quien jugaba de Short Stop y a mí como el más útil del equipo, Pitcher y 4to bate y left field, una especie de Othani sin ganar los dólares de éste, claro está.

A Manía, lo acompañó en la dirección, el inconmensurable Tony Pacheco manager campeón del Glorioso equipo Colombiano de 1965 Campeón Mundial de la serie realizada en Cartagena y Barranquilla.

Tony Pacheco tenía ya publicado su libro Tácticas del béisbol que lo devoré y asimilé, pues, describía el cómo pensar en las situaciones de juego, donde se pierden o ganan los partidos; pensamiento que replicaba José Miguel Corpas quien estuvo ese, su último año con Colombia: “Hay que pensar un poco antes que se dé la jugada, por eso el béisbol no es más que una partida de ajedrez ampliada”.

Regresamos de México junto a Álvaro en otra dimensión; el juego se nos hacía fácil y con Diego Luis Cotta, consagrado bateador, éramos descritos por Melanio Porto en su programa “Aquí los Deportes” del mediodía, como las figuras del equipo y argumentaba que un conjunto bueno, debía tener por lo menos, tres jugadores destacados como nosotros. Llegamos al cuadrangular final del campeonato local y nos tocó eliminarnos contra Conastil de los Humberto Bayuelo, Daniel Blanco, Juan Pautt, Pompi Llamas, Denerís Izquierdo entre otros más; la otra llave la conformaron Colpuertos y Álcalis de Colombia.

En nuestro partido, abriendo el Segundo inning, bateo de hit, paso a segunda por rola al cuadro de Diego Luis y desde allí, anoté la primera y única carrera de la U cuando Nandin Torres da machucón alto y lento por tercera, Rafael “Bomba” Cervantes cuando recoge, ya yo doblaba por la almohadilla, él tira a primera base y llego al home play quieto en Slay de cabezas, aprovechando que el Pompi Llamas con sus musculosos brazos tenía poca flexibilidad en su arco de tiro; había pensado antes, como afirmaba Tony Pacheco.

Ese estadio se venía abajo por el entusiasmo de nuestros hinchas. Años después, el Gran Ulises Frías me confesó que su agresividad para correr las bases y tirarse de cabeza, lo tomó de mí; le contesté que yo lo hice por Pete Rose, el hombre de los más de 3.000 hit en Grandes Ligas, castigado con no llegar al Hall de la Fama por involucrarse en apuestas de Casinos; la evidencia para hacerlo, argumentaba yo, era que en el slay de cabeza se gana el impulso, la medida del cuerpo más la extensión del brazo y que las manos, son más inteligentes que los pies.

Perdimos 2 carreras a 1; hubo mucho llanto en el dogout; Álvaro estaba muy acongojado; recuerdo ver entrar al señor Rector Alberto Carmona a felicitarnos por la entrega. Se comentó más de ese partido que el mismo Play Off Conastil Colpuertos que siguió después.

Para el año 1976, el de la consagración, el ambiente alrededor del equipo era único; la directriz del puntaje mínimo agiganta la divisa; ya estaban como estudiantes, Telémaco Cabrera, Nandin Torres, Gustavo Pío Pío Mayo, Daniel Mercado, Alfredo Lambis, Napito Perea, Mario Alvear, el Bobo Gaviria y trabajadores como Rafael Puerta, Guillermo Eduardo León, Ismael Piña, Rodrigo Ramírez; adelante, el maestro Rodolfo Olivo, Diego Luis y yo. Enrique “Quike” Brugés, jefe de Deporte de la Universidad y gran compinche nuestro, gestionaba recursos para mejor dotación implementaría para el equipo; ese año, quisimos incluso combinar el color de las medias sanitarias en un símil al que usaban los Atléticos de Oakland: amarillo oro; parecía todo como premonitorio de lo que ocurriría esa temporada.

Álvaro Castro se presentó a Medicina y no pudo pasar por alcanzar apenas 58 puntos de 60; sentimos miedo que fuera absorbido por los llamados grandes equipos; ese mismo Álvaro quien acababa de recibir una oferta de 10 mil dólares si firmaba contrato profesional con la Organización de los Piratas de Pittsburg y de lo cual fui testigo. Howie Haak, super scout para Latinoamérica instruido por Luis Olave, exjugador transitorio con nuestro equipo, vino a verlo haciéndole pruebas de corrido, potencia del brazo y bateo; él rechazó la oferta, quería entrar a la Universidad y estudiar medicina.

No nos quedamos quietos, fuimos a luchar por Álvaro Castro; junto a Rodolfo Olivo como los interlocutores estudiantiles del equipo ante las directivas administrativas, hablamos con el ya entonces rector de la Universidad, Luis H. Arraut.

Insistimos con alegatos como que el deportista de la “U” la proyectaba más en la comunidad que algunos de los decanos incluso, desconocidos en la ciudad; él, se sostuvo sobre el puntaje; al final terminamos diciéndole que nos confirmaba lo que se planteaba en el movimiento estudiantil y era que el gobierno de la Universidad no estaba dentro, si no fuera; lo que significaba decir que él era el rector, pero no mandaba; le dimos gracias y nos despedimos; media hora después, nuestra Angelina Morales nos andaba buscando, pues el señor rector estaba en la sala de enfermería con una crisis hipertensiva.

Andrés Díaz, William Redondo y Álvaro Castro  con la selección Colombia Junior en México.//CORTESÍA
Andrés Díaz, William Redondo y Álvaro Castro con la selección Colombia Junior en México.//CORTESÍA

Igual, Álvaro prometió presentarse al año siguiente, renunciaba a firmar béisbol profesional y jugaría para nosotros. Había crecido la afición y fanaticada por nuestro equipo; la gran mayoría de estudiantes o profesionales de la ciudad y entendidos en béisbol, se identificaban con la enjundia universitaria; éramos impetuosos; jugábamos con señas entre nosotros mismos mientras el manager contrario se distraía con los bluff de Arnulfo y el Samy desde las cajas de cocheo.

Al final de la temporada, se dió ese playoff inédito: Colpuertos vs Universidad; quizás los especuladores de casa de apuestas hubiesen ganado poco, pues desde el arranque de la temporada estuvimos de tú a tú y los dos, éramos los favoritos.

En cada encuentro que realizábamos, recordábamos en el meeting previo lo aprendido sobre situación de juego. Me tomaba la vocería como capitán de campo y les recalcaba que ese nombre llevado en el pecho: ¡UNIVERSIDAD!, era sinónimo de saber pensar y remataba agregándoles: ellos tienen la fuerza, nosotros la inteligencia.

Era un evento en encajes de colores como narraba Luis Alberto; tardes claras con brisas decembrinas que llegaban desde la Ciénega de la Virgen y sin distingo de estratos; tanto los de Bocagrande como los de Olaya, Torices o Blas de Lezo iban a disfrutar del deporte favorito de los Cartageneros, el juego de béisbol.

Ponderamos hoy la resiliencia de Don Pedro Ortiz Lastra, otrora gran tercera base del tradicional equipo Águila, pero en ese momento, mánager y entrenador del equipo Universitario.

Los martes y jueves desde las 2:00 p.m. se apoderaba del primero de unos de los tres campos de los patios del colegio La Salle, hoy convertido en condominio y el coliseo Bernardo Caraballo; allí entrenaba a retazos de tiempo a quienes podíamos asistir, pues la exigencia académica nos limitaba; nunca el equipo entrenaba completo por esa circunstancia y se convertía en una desventaja, de hecho, comparado con los otros grandes ya descritos.

Pero coincidencialmente para esos días de octubre de 1976, nuestra Universidad estaba en paro y cerrada. Ya había ocurrido la apoteósica marcha de Batas Blancas de los trabajadores del Seguro Social con apoyo de otros sectores de la salud exigiendo mejoras salariales.

Ese movimiento dio pie al Gobierno Nacional más tarde, para dar vía libre a la creación de muchas más facultades de medicina sobre todo privadas, alegando que el gremio era muy privilegiado e imponía precio de mercado por la escasez de oferta ante la gran demanda de atención médica de la población.

La coyuntura del paro, permitió en mucho tiempo poder apenas entrenar con la mayoría de integrantes del equipo y así nos alistamos para el inicio de la serie final.

Fue por esa época el origen de las famosas entrevistas desde el terreno de juego con un Eugenio Baena Calvo como pionero, pero también estaban Willy Cuadros, Rafa Bolaños, Robinson Suárez, Fredy Jinete, Emiro Bertel y Cheo Romero laborando para sus respectivas emisoras; éramos protagonistas, teníamos reconocimiento, generamos pasiones y entusiasmo.

Recientemente recordaba con el mismo Eugenio Baena antes de su prematura partida y luego de escucharlo una tarde por el VAR de Caracol, que se frustraba si no lograba entrevistarme y replicaba, así fue Méndez, así fue; conmigo tocaba temas médicos como también de política, era un universitario cursando Derecho y conocía la idiosincrasia del estudiantado.

Pertenecer al movimiento estudiantil, conllevó en una asamblea, a realizar un acto político en el primer juego como apoyo a las exigencias de trabajadores en paro; se acordó sacar en el tercer inning del primer juego, dos sendos pasacalles que decían: ¡Exigimos la reapertura de la Universidad! y la otra, ¡Fuera la bota militar de la Universidad!.

Tal cual se dio, esa tarde del sábado 4 de octubre, las gradas del coloso estadio estaban abarrotadas de estudiantes y trabajadores activistas quienes en simultánea, sacaron carteles con consignas de reclamos, mientras nosotros mostramos al público los cruzacalles desde el dogout de primera base hasta dejarlas atadas en las vallas entre el Center y Left Field.

Nandín Torres y Diego Luis, llevaron uno de ellos seguidos por la efusividad del doctor Julio Brochero como le llamábamos al popular “Marrara” nuestro cargabates.

Ese título de doctor, lo ganó El “Marra” en la Ciudad de Armenia durante los juegos universitarios de 1975, cuando en la heladería bar La Fragata se presentó ante unas hermosas cafeteras como estudiantes de tercer semestre de medicina.

Luis Bartolo Gaviria, sindicalista y líder de su equipo, apoyó el acto recogiendo a su grupo en su dogout. Apoyo y protestas no se hicieron esperar; el comentarista deportivo para la Voz de las Antillas en las narraciones de Luis Alberto Payares, Antonio Pizza conocido como el gran Don Luis de Lucas, afirmó que se había profanado el templo del béisbol colombiano, pero ignoraba que ya sus paredes venían siendo profanadas por políticos de la ciudad que las utilizaban como valla publicitaria.

Luego de tan simbólico acto, transcurrió el partido y en el 5to inning, tuve que abandonarlo ante un corrido a primera base, sufrí esguince del tobillo externo del pie izquierdo. Jaime “Jimmy” Olivares, nuestro Kinesiólogo corrió con su peculiar dinamismo y ganada simpatía de la hinchada para atenderme; luego Bartolo Gaviria, me llevó cargado hasta el dogout.

Mientras, a las afueras del estadio había llegado un gran piquete de policías con camiones listos a apresar a los manifestantes; enterados ellos, optaron por ir saliendo de a pocos y al final del juego ya no quedó ninguno.

El día domingo, volvimos a perder; yo estuve incapacitado con edema de tobillo y nuevamente Colpuertos ad portas de ganar una vez más el campeonato de la liga.

La serie quedó establecida a cinco juegos y no a siete como era costumbre; la razón, se aproximaba la XXIII Serie Mundial de béisbol en Cartagena, Barranquilla y Medellín como sedes, la cual estaba programada entre el 3 y hasta el 23 de diciembre de 1976.

El lunes 6 de octubre asistí al consultorio del Dr. Jaime Valiente en el edificio La Matuna, era uno de mis profesores de Ortopedia y antes de infiltrarme con corticoides como anti inflamatorio me dijo que el equipo no bateaba un carajo, era un hincha furibundo.

El tercer juego quedó programado para el miércoles 8 de octubre a las 7 de la noche; milagrosamente cayó un tremendo aguacero en la ciudad y desde mi casa escuché que se había suspendido el encuentro por las condiciones del terreno, por tanto, se realizaría el viernes por la noche.

Así ocurrió y ese viernes, logramos nuestra primera victoria y los preparativos incluida una vaca que ya alistaban en el Club Campestre de Colpuertos para festejar, por su derrota, tuvieron que postergarla.

El sábado 11 repetimos triunfo dejándolos manilla en mano al anotar Napito Perea la carrera; en esa jugada en home, el árbitro principal don Pedro Ramos decretó obstrucción del receptor Hugo Marrugo quien intentó ponerlo out sin tener la posesión de la pelota en su guante.

El día más esperado

Llega el día domingo 12 de octubre y en la ciudad no se comentaba otra cosa, solo el partido por el campeonato del béisbol de Bolívar. Estuvo programado para las 3 de la tarde, pero hubo algo de demora; el estadio había sido ocupado por una revista gimnástica estudiantil organizada por la Secretaría de Educación y hasta cuándo no fue evacuado en su totalidad, se procedió a permitir la entrada al innumerable gentío que esperaba aglomerados en el extenso parqueadero del estadio.

Demostramos una confianza total; nos animábamos unos a otros influyendo psicológicamente sobre ellos que se notaban sorprendidos; no era para menos; luego de estar en ventaja de dos juegos ganados y a uno más de coronarse campeones y comerse su vaca en el festejo, ahora estaban ante la desventaja anímica por nuestra remontada. Siempre estuvimos arriba en el score y en la parte alta del octavo inning cuando ellos anotan 2 carreras y el juego se puso 6 a 3, respondimos en ese mismo cierre con la carrera de la puntilla como narraba Napo Perea por emisora Fuentes: “Esta es la puntilla, Melanio”.

Lanzando Andrés Díaz y Telémaco Cabrera corriendo en la segunda base, le doy hit al center field, Tomás Moreno pierde un poco la bola y anotó Telémaco.

Gustavo “Pio Pio” Mayo terminó jugando en tercera base, pues Nandín Torres presentó una tromboflebitis profunda atendida por mi profesor, tutor y amigo, el maravilloso y amado Cirujano Armando Pomares Herrera, fuente de mi inspiración y meta lograda años después cuando también me hice cirujano general y trauma de urgencias en el hospital San Vicente de Paúl de la Universidad de Antioquia.

Al doctor Pomares le rindo tributo en cada uno de los procedimientos que realizo. Yo, con mi esguince de tobillo, olvidaba el dolor para correr; la oxitocina de la felicidad y la serotonina de la serenidad, me impulsaban a dar más del cien por ciento; es la llamada agresividad que requiere el deportista de alta competencia.

Así quedó registrado para la historia de toda una generación beisbolera en la fantástica Cartagena, una de las más grandes proezas realizadas en el majestuoso escenario Olayaherrerino, testigo de muchas epopeyas de nuestro deporte; David derrotando a Goliat; los “pequeños” poniéndonos de pie; no nos conformábamos con el fenómeno, teníamos que transformarlo y esa fue la culminación de toda una estrategia.

Derrotamos así a los Bartolo, Cavadía, Tomás y Eusebio Moreno, Remberto Cuadro, Remberto Madera, Carpa Caicedo, Hugo Marrugo y otros más bajo la dirección de Alejandro “El Ciego” Lian, el mejor robador de señas de los mánagers contrarios en su época.

No jugó Abel Leal

Debo reseñar que el inmortal Abel Leal Díaz, en ese campeonato no jugó con el equipo de su empresa Colpuertos; se negó a aceptar como su manager al Ciego Lian por el antecedente de provenir del equipo Conastil, el más encarnizado rival de ellos en los últimos años y afirmaba entonces, no tener el ADN muellero.

El terreno del 11 de Noviembre se llenó de alegres seguidores; todos querían cargarnos; hacían suyas esta hazaña; recuerdo a Orlando el Chocolate Jiménez otrora left field de la “U” y propietario del restaurante Barú en la avenida San Martín de Bocagrande, abrazándome y decirme: Viejo Willie, nosotros sembramos, ustedes cosecharon; Jiquí mi padre no se me despegaba, temía que tomara uno de los tantos micrófonos que nos abarrotaban y realizara una arenga política.

Tres años después, Luis H. Arraut me hace entrega de mi diploma como Médico general en ceremonia de graduación un 9 de marzo de 1979; pero durante los años del 82 al 84, no pude ingresar a la Universidad de Cartagena a especializarme en Cirugía general a pesar de mis puntajes y habilidades, Luis H. me demostró así que él si mandaba. Vainas de mi pueblo, muy propias del resentimiento provinciano.

Eso no fue obstáculo, si no un nuevo desafío porque la pude lograr en el centro pionero en el manejo del trauma en ese entonces, San Vicente de Paúl de la ciudad de Medellín, en donde, después de 34 años y más de 200 egresados como Cirujanos, el reencuentro con algunos de esos profesores en los congresos quirúrgicos nacionales, fraternalmente me dicen: ¡hola viejo Willie!, distinción enorme que enorgullece y me devuelve aquella sensación de orgullo y victoria que vivimos en 1976.

Memoria natural

Esta crónica se escribió revisando los anales de nuestra memoria natural.

Jugadores integrantes del equipo Universidad de Cartagena-1976:

Receptores: Rodrigo Ramírez y Gustavo Adolfo Mayo Díaz.

Infielders: William Redondo Méndez, Diego Luis Cotta Arriola, Rodolfo Olivo Bonfante, Hernando Torres Ortiz (q.e.p.d.), Napoleón Perea Fernández (q.e.p.d.), Dennis Rodríguez y Manuel Rocha. Lea: Tadej Pogacar hace historia: gana su quinto Giro de Lombardía consecutivo

Outfielders: Álvaro Castro Castillo, Telémaco Cabrera Marín, Wilfrido Gaviria Gamarra y Mario Alvear Benítez.

Lanzadores: Daniel Mercado Cabeza, Guillermo León Morelos, Ismael Piña Brochero, Juan Lozano, Alfredo Lambis Castro y Alfredo Arrieta.

Técnicos: Pedro Ortiz Lastra, Arnulfo Taharón, Adolfo “Samy” Lambis y Daniel Ortiz.

Kinesiólogo: Jaime “Jimmy” Olivares

Carga bates: Julio Marrarra Bochero

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News