La infancia en Argentina muchas veces gira en torno a una pelota, aunque sea de trapo. Así fue también para Jorge Bergoglio, el chico del barrio de Flores, que soñaba con el fútbol pese a no destacarse con la pelota en los pies. Fanático de San Lorenzo, el pequeño Jorge se sabía de memoria los nombres de sus ídolos, aunque él mismo se definía como un ‘pata dura’, expresión que en Buenos Aires describe al que tiene “dos pies izquierdos”.
“Siempre me gustó jugar al fútbol, aunque no fuera muy bueno. En Buenos Aires a los que eran como yo los llamaban ‘pata dura’. Algo así como tener dos pies izquierdos. Pero jugaba. A menudo hacía de portero”, confiesa en su autobiografía ‘Esperanza’ (2025), escrita junto al periodista italiano Carlo Musso. Lea aquí: Luto en el catolicismo: falleció el Papa Francisco a los 88 años
Aquel chico que atajaba en los potreros y soñaba con los goles del San Lorenzo campeón de 1946, se convirtió en 2013 en el papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica, fallecido este lunes a las 7:35 en su residencia de Casa Santa Marta.
Desde que asumió el pontificado, Bergoglio nunca ocultó su pasión futbolera. Recibió en el Vaticano a jugadores y equipos de todo el mundo, y siempre sonrió con especial cariño cuando veía camisetas de la selección argentina o del club de su vida: San Lorenzo de Almagro, fundado en 1908 por un sacerdote, el padre Lorenzo Massa.

Entre sus recuerdos más vívidos está el campeonato de 1946, del que decía haber visto “casi todos los partidos en casa”. El viejo Gasómetro, el estadio de San Lorenzo, fue su templo futbolístico, y de aquel once recitaba los nombres como si fueran santos: Blazina, Vanzini, Basso, Zubieta, Greco, Colombo, Imbelloni, Farro, Martino, Silva…. Pero había uno que se llevaba su admiración: René Alejandro Pontoni, el goleador del equipo, “mi preferido”, escribió.
Hoy, en el Nuevo Gasómetro, hay una estatua de Francisco vestido de papa, con una bufanda azulgrana al cuello. Y si todo marcha como lo planeado, la nueva cancha que se construirá en los terrenos del viejo estadio llevará su nombre, aunque él admitió que esa idea no lo entusiasmaba demasiado.
El 13 de agosto de 2014, Francisco tocó el cielo futbolístico con las manos: San Lorenzo ganó por primera vez la Copa Libertadores. Para celebrarlo, una delegación del club viajó al Vaticano con el trofeo. El arquero Sebastián Torrico le llevó los guantes y el papa, sorprendido, los recibió con emoción. “Nos dijeron que no solía ver los partidos por la diferencia horaria, pero para saber el resultado de esa final se levantó a las 4 de la mañana”, contó Matías Lammens, presidente del club en ese momento.
Pero su amor por el fútbol iba más allá de los colores azulgranas. Como cualquier argentino, también vibró con la Albiceleste, a la que vio campeona en tres mundiales: Argentina 1978, México 1986 y Catar 2022. Le puede interesar: Este es el lugar donde velarán al papa Francisco
En el libro ‘La vida: mi historia a través de la historia’ (2024), el papa reveló que su recuerdo más feliz fue el título de 1986, con Diego Maradona como figura. Años después, incluso le preguntó en persona al ‘10′ cuál había sido la mano con la que marcó el mítico gol ante Inglaterra, conocido como la ‘mano de Dios’. En 2021, en una entrevista con La Gazzetta dello Sport, Francisco describió a Diego como “un poeta del fútbol, un campeón que dio alegría a millones, aunque personalmente, era un hombre muy frágil”.
Nunca fue uno más y siempre fue uno de los nuestros. Cuervo de niño y de hombre... Cuervo como sacerdote y Cardenal... Cuervo también como Papa...
— San Lorenzo (@SanLorenzo) April 21, 2025
Siempre transmitió su pasión por el Ciclón: cuando iba al Viejo Gasómetro para ver al equipo del 46, cuando confirmaba a Angelito… pic.twitter.com/nVc8fWC9wi
Pariente lejano del también crack Omar Sívori, el papa también recibió a otros grandes del fútbol como Gianluigi Buffon y Lionel Messi, y siempre defendió el valor del deporte como motor de cambio social.
El papa Francisco, amante del deporte
De hecho, aunque también jugó al básquet en su juventud, fue el fútbol el que más lo marcó. En 2017, grabó un mensaje para el Super Bowl de la NFL, en el que pidió que esa competición fuera “una señal de paz, amistad y solidaridad para el mundo”.
“Al participar en un deporte, somos capaces de ir más allá de nuestros intereses egoístas y aprendemos a sacrificarnos, a respetar reglas, a crecer”, decía. No sorprende, entonces, que usara tantas metáforas deportivas en sus homilías y audiencias: hablaba de los discípulos como jugadores, de la Iglesia como equipo, y del “partido honrado y valiente” que él mismo debía jugar como pontífice.
Aquel ‘pata dura’ del barrio de Flores nunca fue crack con la pelota, pero sí fue fiel a su camiseta y a los valores que el deporte le enseñó. Hasta el final, el fútbol fue parte de su alma.