Hay luto en el béisbol internacional. En la madrugada de este 2 de enero de 2025, un pitcher de 24 años falleció, debido a que tomó, al parecer, un medicamento y al mismo tiempo una bebida energizante. El nombre del fallecido corresponde a Carlos Rodríguez, un lanzador zurdo de Nicaragua con gran proyección.
“En un hospital de la ciudad de Estelí, el joven de 24 años estuvo en cuidados intensivos durante dos semanas luego de presentar problemas en los entrenamientos del Tren del Norte, presuntamente por haber ingerido una pastilla con una bebida energizante. Hizo parte de la histórica selección Sub-23 que logró bronce en el Mundial de China”, dicen los recortes de prensa en Nicaragua, su país de origen. Te invito a leer: Giovanny Urshela y la alegría que le dio a Carlos José con una silla se rueda
En su trayectoria, llegó al béisbol profesional con el equipo Madriz y después de dos temporadas, pasó al equipo de Estelí. Los que lo conocieron, lo describen como una persona sencilla y amable.
Ojo con las bebidas energizantes en deportistas
El consumo excesivo de bebidas energizantes ha sido relacionado con diversos problemas de salud que, en casos extremos, pueden llevar a la muerte, particularmente entre los deportistas. Estas bebidas contienen grandes cantidades de cafeína, azúcares y otros estimulantes como la taurina, lo que puede generar serios efectos adversos en el organismo. Te invito a leer: Los Yankees de Nueva York se hacen de una All-Star
Riesgos principales:
Problemas cardiovasculares:
Arritmias cardíacas.
Aumento de la presión arterial.
Infartos en personas con predisposición.
Deshidratación:
El efecto diurético de la cafeína puede agravar la pérdida de líquidos durante el ejercicio.
Interacciones peligrosas:
Mezcladas con alcohol o medicamentos, estas bebidas potencian efectos negativos.
Sobrecarga de cafeína:
El consumo de varias bebidas energéticas en poco tiempo puede resultar en toxicidad por cafeína, que provoca convulsiones, ataques cardíacos o paros respiratorios.
Estrés en el sistema nervioso:
El consumo regular afecta el sueño, el rendimiento cognitivo y aumenta el riesgo de crisis nerviosas.