Por Nicolás Simarra Torres
Viajaba en un bus de Transcribe hacia el centro histórico de Cartagena. Íbamos por el despejado sector de Chambacú cuando observé al comentarista y ex deportista Walberto Ahumedo Sierra. Andaba a pasos apresurados huyéndole a la canícula septembrina. La causa del afán era el tiempo, faltaba poco para estar al aire en su programa radial de la una de la tarde.
Hace cuarenta años su audiencia fiel a sus comentarios y anécdotas le sigue como una legión desde los transistores. Su vida ha transcurrido entre micrófonos, escenarios deportivos y vehículos. En este trasegar ha bregado con tesón y disciplina hasta consolidar la imagen de popularidad y simpatía que ahora goza.
Abriendo telón
Aunque muchos lo creen cartagenero, Ahumedo es de Pasacaballos, el único pueblo marítimo y fluvial de Bolívar. Allí nació en enero 13 de 1945, ahí pasó el primer lustro de su vida. Poco después sus progenitores, Miguel y Lilia, trajeron sus sueños y a su numerosa prole de 9 hijos a las viviendas militares del barrio El Bosque de Cartagena.
En la capital inició el bachillerato en Liceo de Bolívar y terminó en el Fernández Baena.
“Pasé una infancia bonita, tuve lo que otros niños no tenían. Sin ser ricos gozábamos de lo necesario. Mi padre, fallecido, se pensionó en Ecopetrol y Mamá, que vivió 103 años, comerciaba productos. Ellos, dedicaron mucho tiempo al hogar”, recuerda.
Su familia siempre fue apasionada por la actividad muscular. Más del cuarenta por ciento del clan eran deportistas de alto rendimiento. Por eso, emulando a Miguelito, hermano mayor y corredor de los 4x100 y 4x400, incursionó en el atletismo. “Representé a Bolívar 17 veces en 100 y 200 metros, en Cali, Bogotá, Barranquilla e Ibagué, entre otras ciudades. Gané varias medallas y me convertí en figura”.
Época beisbolera
Inicialmente cuando incursionó en el béisbol lo tomaba como un exigente ‘hobbie’. Era la entretención para los ratos libres. Se sentía feliz imitando peloteros famosos de las ligas mayores y del diamante criollo. Eran otros tiempos gloriosos en que la pelota caliente estaba arraigada en la ciudad. Recuerda que llegó a crear un equipo en la barriada y empezó a foguearse en partidos callejeros. Después se enroló en la novena del Liceo de Bolívar donde se apropió de muchos trucos beisboleros. En esos cotejos empezó a pulir su estilo inteligente y veloz que encantaba a los fanáticos. En ese proceso gana confianza y es llamado a jugar primera categoría con el Club Kola Román.
Militó durante diez temporadas continuas en varios combinados entre ellos, Getsemaní, Lesa, Base Naval y Conastíl. Inicialmente ofició en segunda base, pero más adelante el manager Hiky Redondo, por su rapidez en las bases y en el fildeo lo especializó como jardinero central.
Merced a su actuación en la liga criolla, en 1966 representó a Bolívar en el Campeonato Nacional de Barranquilla. “Algunos de mis compañeros de equipo eran Fernán Velásquez, Tomás Moreno, Gilberto Osorio, José Ignacio Padilla, Oscar Luis Gómez, Pintuco Llerena, Faraón Esquivia, y estaba yo en primer bate. Nunca lo olvido. En el encuentro, robé segunda y tercera base, imprimí tanta velocidad que me desmayé, pero todo fue emocionante, quedamos segundos en ese torneo”, afirma con el brillo más resaltante en sus ojos.
En intercambios deportivos por Colombia, Venezuela, República Dominicana y Puerto Rico, empezó a conocer el mundo. Con ello ganó madurez y afianzó su sencillez, cualidades, aunadas al don de gente y caballerosidad, que le han dado hasta hoy su nada común distinción personal en su medio.
La radio, llegó por sorpresa
En la memoria guarda la noche en que concluyera el clásico entre Colpuertos y Getsemaní, dos carreras por una, en el viejo estadio Once de Noviembre (hoy Abel Leal). En ese momento el periodista de radio Robinson Suárez entrevistó a Walberto. Después de escuchar sus contundentes respuestas el relator quedó fascinado por los conocimientos, entonces le comentó fuera de micrófono: “Lo haces bien, si lo consideras bueno, cuando termines tus partidos, ven a comentar a la cabina”.
Al pelotero le pareció divertida la coyuntura y sin saber qué le esperaba comenzó. Inicialmente alternaba juegos y comentarios, pero con los días quedó atrapado por la magia de la radio. “Yo iba al estadio en un camión. En uno de esos días le di un aventón al famoso locutor deportivo Luis Alberto Payares. En el recorrido manifestó agrado al escucharme en radio. Entonces me propuso comentar con él, no lo dudé, Payares era una figura descomunal en el mundo deportivo. Con su compañía cogí fama, gané imagen. Por mi conocimiento predecía las jugadas. Yo, decía: ‘Israel Bahoque está lanzando muy pegado, hay hombre en primera, aquí se va a dar una jugada de doble play’. Efectivamente, eso ocurría. Entonces, Payares formaba bulla y realzaba mi planteamiento, sin duda, disfruté un buen momento”.
Posteriormente, el narrador Napoleón Perea se acercó para elogiar su labor y ofrecerle trabajo. “Para mí Napo era inconmensurable, práctico, sabía de béisbol y boxeo. Por eso inmediatamente ingresé a su staff. Con él amplié conocimientos, aprendí respeto por el oyente e imparcialidad. Esta época fue gloriosa, consolidé mi estilo”.
A la vez, Alfonso Cabrera y Miguel Polo, sabios de la radiodifusión caribeña, maestros en las técnicas y secretos del arte hertziano, le motivaron a ejercer su oficio con plena autonomía. Desde entonces ha figurado con vigencia y probidad en la empresa radial. Hoy realiza programas y transmisiones deportivas en la tv regional y nacional, además, tiene su espacio cartagenero “A puño Limpio”, en el canal local Tele Cartagena.
El oficio de periodista le ha convertido en consumado viajero tras las hazañas de los atletas nacionales: Panamá, Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, Cuba y Estados Unidos han sido algunos países donde ha transmitido incidencias deportivas. “La de Estados Unidos es una cita obligada, anualmente narro lo ocurrido en campos de entrenamientos del béisbol organizado. A mucho honor, transmití desde Yankee Stadium, con Juan Vené, experto narrador de 90 años, eso me impresionó”.
Walberto actualmente dirige el espacio radial Deportes en Acción, en la frecuencia 1360 am, Sistema Cardenal, a la 1:00 pm. En reconocimiento a su aporte y constancia en estas incansables lides fue condecorado por el Círculo de Cronistas Deportivos. Pero también es dichoso porque en pueblos y ciudades del Caribe colombiano le quieren y reconocen.
Sin duda, los tiempos y sus exigencias han cambiado todo. El panorama de la radio en la ciudad es otro. Las reglas cambiaron para mal. Antes las emisoras le daban valía al profesional, hoy ellos tienen que asumir todos los riesgos y aventuras en el sostén de sus espacios. “Ahora es difícil sostenerse con la actividad en picada. Muchos, combinan radio y otra cosa para subsistir. La publicidad se consigue más por amistad que por conocimiento y eso limita la libertad. Además, grandes hombres de la radio deportiva nuestra murieron, ya no tenemos esos faros. Se requiere que los jóvenes profundicen los temas y también, que centren su atención en lo local”, admite con un dejo de derrota del último guerrero a punto de entregar sus armas.
Tras bambalinas
Ante la adversidad y los buenos tiempos Walberto siempre ha sido un orgulloso afrodescendiente, con su modo de ser caribe a toda prueba. Mamador de gallo, pero responsable y amistoso. Tiene gusto manifiesto por la música salsa y los sonidos de la madre África. Cuenta con tres vástagos, dos con su esposa, Guadalupe Domínguez; Walbertico y Maritza, (Comunicadora Social, reside en Norteamérica) y uno, con Marelbys Infante, llamado William.
En medio de su polifacética vida, en un tiempo de juventud estuvo atraído por el sector transporte. Camiones y buses de la ruta Bosque conformaban el patrimonio familiar. Pero, pese a ese relativo confort, quiso ir en búsqueda de su sueño americano, vivió tres años en Estados Unidos. No se sintió de lleno y retornó a su rincón de murallas y algarabía por la vida.
Aquí continuó como transportista, adquirió dos taxis para reforzar económicamente a su prole. Por un tiempo trabajó como chofer de uno de éstos. “Un día, hace muchos años, cogí a Alejo Durán en el Parque Centenario para trasladarlo a los estudios de Fuentes en Manga, por el puente Jiménez. El Negro Grande iba acompañado de una mujer bonita, alta, blanca de cabellera larga y cuerpo delgado. Coqueteaban y en broma el rey vallenato, le decía en un susurro coqueto: ‘cuando eras pequeña no usabas tacones, ahora los tienes, esos te los regalé yo. Tus padres no te han comprado unos así...’, mientras estallaban en risas”.
En suma, ahora la longevidad y los amigos son aliados que perfuman su existir. “¿Quiénes son tus amigos?”, le indaga el reportero. Titubea y prefiere no hacer listado por lo extenso, pero resalta los nombres de Aldo Molina, Jairo Piña y Alcy Moguea. Camaradas incondicionales, en momentos buenos y difíciles, como cuando le colocaron un marcapaso en 2019.
“Quiero que todos me recuerden como hombre bonachón. Entiendo las leyes naturales, pero todavía no es mi turno, sigo bregando en radio y televisión, firme como la estaca viroca”.
