Los cimientos del sóftbol en Colombia se estremecieron. Toda la dirigencia deportiva de Colombia, entrenadores, jugadores y jugadoras lloran la inesperada partida de su líder.
Sí, porque Argemiro Bermúdez Villadiego fue un humanista, versátil, con un conocimiento amplio de la política, las finanzas, tenía el don de la palabra, pero especialmente un conocedor del deporte, especialmente su amado sóftbol.
Un líder natural, un grandes ligas, fue llamado al cielo. Argemiro luchó durante varios meses para seguir en su Cartagena y untarse de deportes, pero no pudo. Dios lo necesitaba por su experiencia en las lides del deporte. Entonces, ayer, finalmente, decidió llevárselo para siempre.
Nació un 10 de abril de 1937 en Ciénaga de Oro, Córdoba. A los 15 años llegó a Cartagena y desde entonces se enamoró de Cartagena y todo Bolívar, que defendió a capa y espada en todas las instancias.
Tomó las riendas de la Liga de Sóftbol de Bolívar e hizo este deporte el número uno en la rama masculina. Y en la época de la indestronable lanzadora antioqueña Ana María Jailler, Bermúdez Villadiego armó una tropa con Zunilda Mendoza, Bertha Bravo, Bertha Gómez, Chavela Pérez, Claudia León, Claudia Buj, entre otra, y eclipsó el dominio de la Jailler. Esa hazaña fue en los Juegos Nacionales de 1996 en Bucaramanga, donde Bolívar conquistó la medalla de oro.
Desde entonces, Bolívar es el amo y señor del sóftbol femenino en Colombia. “Estas pelas hay que darle roce, continuidad, pero sobre todo apoyo económico”, decía. Era uno de los pocos dirigentes que se metía la mano al dril para ayudar a jugadores y jugadoras.
Fue tanto su apoyo al sóftbol, que el estadio de Chiquinquirá lleva su nombre. Fue también presidente de la Federación Colombia de Sóftbol y vicepresidente del Comité Olímpico Colombiano. El 31 de octubre de 2005 recibió la máxima distinción al ser exaltado por la Federación Internacional de Sóftbol (FIS) al Salón de la Fama del Sóftbol.
Argemiro conocía todos los deportes, pero había uno único para él: los gallos finos. Ahí sí era un versado. “Esto es lo mío porque nací en los gallos”, decía. ‘Pepillo’ fue siempre su gallero. “Ajá cuantos tenemos para el viernes, le decía”. Se fue un amigo, buena gente, que siempre quiso ayudar a la comunidad.
