Roberto Alomar tenía seis años cuando su talento para el béisbol captaba las miradas de expertos.
Y Santos Alomar, su padre, es el mejor testigo a la hora de contar los primeros pasos del hijo.
“Un scout me dijo 'guárdamelo bien, que lo voy a firmar”', dijo Santos padre. “Imagínete, a los seis años vio eso en ese muchacho. No me hizo quedar mal. Roberto trabajó fuerte para lo que quería”.
Señalado como el mejor segunda base de su generación, el hijo ingresará el domingo al Salón de la Fama, el tercer beisbolista nacido en Puerto Rico tras Roberto Clemente y Orlando Cepeda, con una placa en el templo de los inmortales del deporte en Coooperstown.
Roberto nació en una familia netamente vinculada al béisbol y siguió los pasos de su padre al jugar la posición de segunda base. Santos padre actuó durante 15 años en las Grandes Ligas y su hermano mayor, también llamado Santos, brilló como receptor a lo largo de 20 años.
De la mano de su papá, quien lo llevaba a los estadios, el aprendizaje de Roberto fue de primera fila y desde niño insinuó la curiosidad de ab-sorber todo lo que veía. En vez de hacer travesuras en los vestuarios, el chico quería aprender todos los secretos del oficio.
Con Alomar también fue-ron exaltados: Pat Gillick y Bert Blyleven.
