El torero español Luis Ríos, conocido como “El Pinturero”, tenía 24 años y ya había realizado con éxito, en dos ocasiones, la hazaña de lanzarse en paracaídas dentro de una plaza de toros. Guardaba en una carpeta las fotografías en las que aparecía preparándose para saltar desde una avioneta y el instante en que flotaba en el aire antes de descender a tierra. Con esas imágenes llegó a Cartagena de Indias, atraído por la propuesta de un empresario colombiano que lo contrató para repetir la proeza en diciembre de 1966.
Al torero le seducía la idea de que la Plaza de Toros La Serrezuela estuviera tan cerca del mar. El periodista Édgar García Ochoa, “Flash”, tuvo el privilegio de conocer al joven torero y convertirse en el empresario de su hazaña. Lo recordaba delgado, con boina, y con el hablar desenfadado propio de los españoles de Galicia.
Édgar miró las fotos del torero, escuchó la propuesta de Luis Ríos de lanzarse en paracaídas en caída libre a 3 mil pies de altura, abriendo el paracaídas a 300 metros en la Plaza de Toros La Serrezuela en Cartagena. Al caer mataría a uno de los cuatro novillos. A Édgar le pareció descabellada la propuesta, pero empezó a llamar a sus amigos empresarios a ver qué pensaban del espectáculo taurino. Vuelvo a la memoria milimétrica de Édgar para contarlo: Manolo Núñez, propietario del restaurante La Hostería Sevillana, dijo que él pagaría el espectáculo, y Édgar se encargaría de promocionarlo.
El vasco Antonino Iragistán, conocido en Cartagena por romperse en su cabeza botellas de Coca-Cola sin herirse, se ofreció como mozo de espadas del joven torero. Édgar convenció al torero Boris Díaz Granados de que alternara con “El Pinturero”. El capitán Álvaro Quijano pilotearía la avioneta de propiedad de Julián Villegas. Era una monomotor Piper Tripacer PA22. La fecha quedó definida con carteles y avisos en El Universal y el Diario de la Costa para el domingo 18 de diciembre, a las 4 de la tarde.
Se convocó a la corrida con cuatro novillos de la ganadería de María Victoria Soto, a partir de las 3:15 de la tarde. En Cartagena la noticia de que “El Pinturero” se tiraría en paracaídas a la Plaza de Toros La Serrezuela fue un acontecimiento sin precedentes.

El Pinturero: así fue su muerte en Cartagena
Édgar escribió en su página del Diario de la Costa: “Ojalá la brisa tan fuerte que hay en Marbella no me vaya a ahogar al torero”. Cuando lo escribió sintió un temblor secreto y oscuro y no supo explicar racionalmente cómo presintió cuando se lo preguntamos este año. Solo nos dijo: “Fue una visión premonitoria. No sabría cómo explicarlo. Y el torero se nos ahogó”. A las 4 de la tarde todo el mundo en La Serrezuela miraba al cielo a ver en qué momento caería “El Pinturero”. La brisa soplaba y arrastraba la arena del mar y las hojas doradas y quemadas de las uvitas de playa. Los asistentes vieron pasar la avioneta pero no captaron en qué instante se lanzó.
A las 5 de la tarde no aparecían los novilleros. A las 5:30 de la tarde, en medio de la ofuscación del público, se escuchó por altavoz que el torero se había ahogado arrastrado por los vientos en Marbella. Entre los asistentes en la plaza estaba Jaime Borda Martelo, quien dijo a El Universal que él vio al torero enredado en el paracaídas con los brazos colgantes, y opinó que el torero murió asfixiado por el arnés del paracaídas. El médico Guillermo De los Ríos, del Hospital Santa Clara, dictaminó que el torero murió por asfixia y no por ahogamiento. La referencia del diario local ha sido contada por Douglas Iván Páez Sosa.
“Una vez traído el cadáver, nadie quería hacerse cargo del funeral”, dice Édgar en sus memorias. “Todos los involucrados sacaron el bulto. Me fui en taxi con Antonino y lo enterramos en el Cementerio de Manga. Dieciséis años después vinieron sus familiares desde el pueblo donde nació el malogrado torero para llevarse los restos”. Gonzalo Arango, quien se bañaba en la playa de La Boquilla cuando escuchó la noticia de la tragedia, escribió el poema “Réquiem para un Ye-Ye”, en el cual hay versos como este: “Y el público pedía la plata o el torero. Queremos ‘El Pinturer’… vivo o muerto”. El poema fue musicalizado por la cantante Eliana, que en aquellos días estaba en Cartagena, y fue grabado con mucho éxito. El pintor Enrique Grau lo inmortalizó en un tríptico que forma parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Cartagena que hoy lleva el nombre de Enrique Grau.
Después de esa tragedia ocurrida hace 59 años, “El Pinturero” se convirtió en personaje de cuento, novela, crónica, música, pintura. En Lugo, España, bautizaron una calle con el nombre de Luis Ríos, “El Pinturero”.

Édgar García Ochoa siempre quiso hacer una película con esta historia porque la premonición de que moriría aquella tarde empezó con él y siguió con el pueblo cartagenero. Todo el mundo antes de lanzarse en paracaídas decía en Cartagena: “‘El Pinturero’ se va a matar hoy”.
Hombre de hazañas
Édgar García Ochoa escribió 16 libros y protagonizó varias hazañas sociales y culturales, a lo largo de su intensa existencia. Nació en Sincelejo y vivió entre Cartagena y Barranquilla, fue el primer paparazzi del Caribe que escribió la crónica de Marlon Brando cuando filmó ‘Quemada’. Había empezado a contarme con detalles cómo se subió al techo de la casa donde se alojaba Brando para espiarlo. García Ochoa se ufanaba diciendo que había descubierto a Shakira como cantante cuando era una niña. Escribió dos libros sobre ella. En diciembre solía repartir regalos a los niños pobres. Alcanzó a dar más de 25 mil regalos a niños pobres en unas navidades. Entrevistó a centenar de personajes: Celia Cruz, Rodolfo Ledesma, Leonardo Fabio, La Tongolele, Celio González. “Amigos de verdad, no solo para hacerse la foto”, decía. Entre ellos: Julio Iglesias, Ornella Muti, Sofía Vergara, Luis Miguel Dominguín, Palomo Linares.
Le propuse a Édgar escribir y volver a contar esta historia. Él había prometido venir a Cartagena en marzo para presentar la nueva edición de su libro sobre Shakira. Sin embargo, murió el 11 de agosto de 2015, a los 81 años, víctima de úlceras gástricas.

