El 11 de noviembre de 1828, después de sancionado el decreto del 6 de octubre de 1827, se instaló la Universidad del Magdalena e Istmo. Como he recordado en otras notas, durante sus actos de instalación en el convento de San Agustín asistieron varios de los signatarios de la independencia de Cartagena, tal como el subdirector departamental de instrucción pública Eusebio María Canabal, Luis José Echegaray, José Joaquín Gómez, Manuel Benito Revollo, entre otros, excusándose de asistir José María del Real Hidalgo.
Estos líderes de la independencia de Cartagena no solo por su participación en los hechos de 1811, sino también por ser los artífices de la primera Constitución Política de la ciudad en 1812 y por la defensa de las libertades durante la “reconquista” de los territorios americanos por parte del ejército al mando de Pablo Morillo en 1815, evocaron al pasado para destacar sus virtudes patrióticas, o lo que el filósofo italiano Maurizio Viroli denomina por amor a la patria, para reclamar así su lugar como catedráticos en la universidad que se estaba fundando en Cartagena de Indias.
Vale anotar que, según cuenta el acta de instalación de la Universidad del Magdalena e Istmo, el primer catedrático posesionado fue el presbítero Manuel Benito Revollo, firmante del acta de independencia de 1811 y redactor de la Constitución del Estado de Cartagena de 1812. Este sacerdote era nombrado entonces para dar la cátedra de derecho canónico, referente al derecho público eclesiástico. Lea: UdeC Radio celebra 17 años de historia al aire en la Universidad de Cartagena
El Dr. Revollo venía siendo el titular de la restablecida cátedra de cánones en 1828 en el Colegio de Cartagena, anexado ahora a la universidad, aunque durante la lección inaugural de la misma delegó a Anastasio García Frías, dado que se encontraba desempeñando las altas funciones de diputado en la Gran Convención de Colombia, convocada en ese año en Ocaña para reformar la Constitución Política de 1821.
Desde luego, el Dr. Revollo encarnaba la figura del catedrático político, es decir, del letrado que combinaba sus labores educativas con el ejercicio religioso o del derecho en los cargos públicos y diplomáticos del país. Eran frecuentes sus permisos para ausentarse de la universidad e ir en representación de la ciudad al Congreso. Así como él, transcurrió también la vida política de Eusebio María Canabal -vinculado a los hechos de 1811 y firmante de la Constitución de 1812- nombrado para dar las clases de derecho civil romano y patrio.
Del mismo modo, en el acta del 11 de noviembre de 1828, que instaló a la universidad, aparecía otra figura política nombrada como catedrático, se trataba de José María Baloco, propuesto para dar la cátedra de derecho de gentes, la cual orientó hacia la enseñanza del derecho de las naciones para arreglar su legislación y sistema constitucional. Baloco, como bien lo ha recordado en una crónica el historiador Sergio Solano, figuraba en ese momento como fiscal del Tribunal de Justicia del Magdalena y ocupó el cargo de vicerrector hasta 1831.

El descendiente
El otro catedrático que figura nombrado -en el acta del 11 de noviembre de 1828- no tenía las credenciales políticas del presbítero Revollo, del Dr. Canabal y del fiscal Baloco, pero era descendiente del líder revolucionario José María del Real Hidalgo, reconocido y con gran popularidad por firmar el Acta de Independencia de 1811 y, además, por sus amplias funciones políticas en la República de Colombia después de 1821. Se trataba de su hijo Antonio del Real y Cortínes, recién graduado de bachiller y sin una experiencia política dilatada, aunque con el estirpe familiar suficiente -en medio de la escasez de docentes- para lograr ingresar a la universidad y dar así sus primeras lecciones en las clases de filosofía.
Del Real y Cortínes aprovechó su entrada a la universidad para impulsar su carrera política, consiguió en 1832 ser nombrado catedrático de derecho internacional y de economía política, atrás habían quedado sus disertaciones filosóficas. Logró asimismo en 1839 publicar un libro bajo el título Elementos de Derecho Constitucional, seguido de un examen crítico de la Constitución Neo-granadina, en el cual, aparte de analizar los “fundamentos del gobierno popular representativo”, quería demostrar que “La Política Constitucional de Constant, aunque de mérito sobresaliente, parece poco a propósito para una República, cuando sus principios son absolutamente monárquicos”. Discusión planteada en el marco de una sociedad que debatía sobre la enseñanza o no de los libros de Bentham, Montesquieu, Mably, Tracy, entre otros. Del Real llegó a ser gobernador y hasta rector de la universidad.

La imagen del líder
Otros catedráticos que siguieron regentando sus cátedras, por haber quedado el Colegio de Cartagena incorporado a la Universidad, fueron José Dionisio Araújo para las clases de filosofía y después las de medicina, Blas González para la cátedra de gramática latina y castellana, Marcial Federico Barett para la de idioma francés e inglés, y para regentar la enseñanza mutua se nombró a Fray Antonio María Dufort. Estos personajes poca sintonía tenían con los hechos del 11 de noviembre de 1811 y de la independencia del país. Debían empezar a construir su imagen y demostrar su experiencia política para lograr ser reconocidos públicamente y aspirar a otros cargos. El amor a la patria por aquel tiempo, entre otros, parecía ser un criterio fundamental para marcar la entrada a la universidad.
En la mañana del 15 de enero de 1835, por ejemplo, la ciudad de Cartagena amanecía de luto por la muerte de José Joaquín Gómez, catedrático de teología y primer rector nombrado de la universidad el 11 de noviembre de 1828, era despedido entonces por sus amigos y con unas palabras del obispo Juan Fernández Sotomayor que evocaban precisamente la conexión del líder educativo con su amor por las instituciones y la independencia:
“Los buenos patriotas no olvidarán jamás que este sacerdote fue uno de los primeros que en el año diez [1810] abrazó, sostuvo y defendió la causa santa de la Independencia; que fue perseguido en el año de quince [1815]; y que sin variar de principios, redobló sus esfuerzos en servicio de la misma causa del año de diez y nueve [1819], descendiendo al sepulcro sin haber dado lugar a la más leve sospecha contra su amor a las instituciones, su respeto a las leyes y su obediencia a las autoridades”. Lea: La Universidad de Cartagena llevó el Caribe a la Feria del Libro de Bogotá


