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Cultural

Jairo Osorio, el fotógrafo que retrató a Borges y a otras leyendas

El escritor y fotógrafo Jairo Osorio lanza “Cámara discreta” (2025), libro que reúne 50 años de retratos de grandes figuras como Jorge Luis Borges.

Jairo Osorio, el fotógrafo que retrató a Borges y a otras leyendas

Bajo el lente de Jairo Osorio, Jorge Luis Borges en Cartagena, y Mario Vargas Llosa en Medellín. El fotógrafo captado por Luis E. Herrán.

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Jairo Osorio Gómez (Caramanta, Antioquia, 1954) es narrador, cronista, novelista y fotógrafo. Acaba de publicar su libro “Cámara discreta” (2025), una obra que sintetiza medio siglo de retratos de personalidades del mundo, entre ellos la más célebre de sus fotografías: la de Jorge Luis Borges, captada en los años setenta en Cartagena de Indias. El libro nos transporta a instantes inolvidables y apoteósicos atrapados por el lente de Osorio. Además de Borges, figuran en sus páginas Juan Rulfo, Gay Talese, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sábato, Vicente Gerbasi, Alessandro Baricco, Cees Nooteboom, Fernando Savater, María Kodama, Ernesto Cardenal, Álvaro Mutis, Fernando Birri, Pedro Nel Gómez, Nélida Piñón, entre otros.

Conversamos en Facetas con Jairo Osorio:

Eres el retratista de Jorge Luis Borges y María Kodama de paso por Cartagena y Medellín. ¿Qué sorpresas le ha deparado esa serie de fotos célebres, y qué dijo María Kodama al verlas?

Muchas, y agradables. Hay que ver los asombros que me he llevado con gente desconocida de otros países que han llegado hasta mí por el retrato más celebrado de Borges, aquel que le hice con los brazos cruzados, sin corbata, despeinado, recién levantado de su siesta en el hotel Capilla del Mar, en Cartagena. No sé a qué horas hizo tránsito esa fotografía entre los admiradores del Poeta. La última sorpresa que me deparó ésa, por ejemplo, fue la visita del director regional de la Cruz Roja Internacional en Honduras, un lector georgiano, que me buscó por redes tres años para adquirirla. Después, cuando regresó a Tegucigalpa, se encontró con la misma, colgada en un café de intelectuales de la ciudad, de propiedad de la ministra de cultura de ese país, impresa como litografía, que yo había hecho en los años noventa para la feria del Libro de Bogotá. ¿Cómo arribó allá? Fue la pregunta que se hizo y quiso averiguar, pero a los días lo trasladaron para su tierra de origen, Georgia, en los límites de Europa y Asia.

María Kodama conoció las fotos realizadas a Borges cuando la alcaldía de Medellín de 1979 publicó el libro Borges: memoria de un gesto, pero no le gustaron las suyas que aparecieron allí, a pesar de su juventud, hasta el punto que nos hizo llegar una foto propia para que la incluyera en la próxima reedición, decía su envío. ¿Qué tal que hubiera conocido la que incluí en este nuevo libro, realizada en la Feria de Guadalajara, ya anciana y gruñona? Me hubiera degollado.

Manuel Mejía Vallejo, Medellín, 1981. //Foto: Jairo Osorio
Manuel Mejía Vallejo, Medellín, 1981. //Foto: Jairo Osorio

¿Qué privilegia a la hora de retratar a alguien? ¿Cómo se puede retratar el alma?

Yo casi nunca he hecho retratos en el sentido estricto en el que se entiende en la fotografía o la pintura. Es decir, poner a alguien a posar para captarlo en toda su plenitud. Maquillarlo, esperar un instante, una hora para encontrarle el alma, como dices. Lo que yo he realizado siempre son fotografías “instantáneas”, diríamos mejor, con las que consigo encontrar al personaje para los demás; para sus amigos, especialmente. Caminando junto a ellos, con ellos en sus distintas actividades de juerga, o durante las conversaciones y tareas cotidianas, disparo la cámara, concentrado en el santiamén en el que creo que el fotografiado me puede decir algo en ese instante. Y ocurrió con fortuna en demasiados casos. Tal vez porque el personaje y yo estábamos en comunión por los intereses o las curiosidades que nos unían en el momento.

Jorge Luis Borges, Cartagena, 1978. //Foto: Cortesía.
Jorge Luis Borges, Cartagena, 1978. //Foto: Cortesía.

¿Cómo se puede retratar el alma? Yo creo que dejando que el fotografiado se olvide de que alguien lo acompaña. Dejándolo fluir, no estorbándole, esperando a que se manifieste. En silencio. Simplemente estando con él a su lado, “haciendo tiempo”. Y mirando, mirando mucho. Mira el caso de Rulfo en uno de sus retratos de Cámara discreta. Quien lo ve capta la introspección con la que vivió siempre. Rulfo, en esa cena que lo festejaba, en medio de decenas de personas y el ruido de un restaurante típico antioqueño, se muestra como fue: silencioso, pesaroso, reflexivo, aislado del resto de comensales. Pero porque el fotógrafo puso los ojos en él con la bondad con la que siempre los miro.

Cuénteme anécdotas y singularidades al retratar a Juan Rulfo, Gabo, Sábato, Lucho Bermúdez, Fontanarrosa, Mejía Vallejo, Fanny Buitrago, Collazos, entre otros.

¿Qué se me ocurre? Tal vez, que ninguno, a excepción de María Kodama en la Feria de Guadalajara, se molestó nunca con mi máquina. Como dice Juan Luis Mejía en el prólogo del libro, “rostros rescatados por la cámara discreta y oportuna de Osorio”. Esas dos palabras son fundamentales en todo el trabajo que realicé durante este medio siglo: discreción y pertinencia. Fue la razón por la que “robé” su apunte para el título del libro. Siempre, creo, fui discreto en el trabajo espontáneo que hacía. Y, sobre todo, porque retraté sólo a quien admiraba, a quien veneraba por su obra. Ni siquiera importuné a Cees Nooteboom, a quien sorprendí entrándome hasta su camerino, después de su conferencia en la FILBO, porque él sabía que detrás iba un admirador incondicional de su obra.

Mario Vargas Llosa, Plaza San Martí, Lima, 1987. //Foto: Jairo Osorio.
Mario Vargas Llosa, Plaza San Martí, Lima, 1987. //Foto: Jairo Osorio.

Experiencias y paradojas de Jairo Osorio en el proceso de selección

Cámara discreta es, ante todo, un balance, un compendio de cinco décadas de trabajo. Como tal, es una tarea compleja donde tantas cosas se dejan de lado. Reunir en ciento setenta y ocho páginas cincuenta años de mirar a los otros implica, necesariamente, una escogencia difícil. Más en este libro con el que traté de hacer un catálogo para enseñar a los otros la heredad del archivo fotográfico personal que dejo. Por eso, al lado de los retratos de escritores, artistas y personajes públicos, el lector encuentra los de seres comunes −tahúres, billaristas, viudas portuguesas, saloneras de cantinas, campesinos, pescadores jubilados− que complementan ese recorrido sensible por el mundo que me tocó en suerte. Durante muchos años fui editor de escritores académicos y literarios. Tarea harto difícil, ingrata y riesgosa.

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