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Cultural

Fundación Leo Matiz: Alejandra Matiz cuenta cómo protege el legado de su padre

Alejandra Matiz habló con El Universal sobre su labor al frente de la Fundación Leo Matiz, que preserva el legado artístico de su padre, un lente prodigioso.

Fundación Leo Matiz: Alejandra Matiz cuenta cómo protege el legado de su padre

Alejandra Matiz con la obra de su padre, el gran Leo Matiz. // Luis E. Herrán - El Universal. //Foto: cortesía.

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Alejandra Matiz vino esta mañana a mostrarme la foto monumental de su padre Leo Matiz, “Pavo real de mar” (1939), que él captó a sus 22 años, con una cámara pequeña que le regaló Eduardo Santos para que iniciara su destino como reportero gráfico junto a su quehacer de caricaturista en El Tiempo.

La vida no deja de dar vueltas. La misma foto me la enseñó Leo Matiz en el tiempo en que vivió en Cartagena de Indias, en una casa frente al mar en La Boquilla. La foto en blanco y negro es icónica del arte colombiano del siglo XX, y aparece en la historia del arte como una de las mejores que se han realizado en el país: figura como referencia en los museos del mundo.

Leo se metió en la Ciénaga Grande del Magdalena a conversar con los pescadores aquella mañana de la foto, desayunó con ellos, surcó las aguas del río Magdalena, y en una de las lanchas de sus amigos pescadores captó el milagro irrepetible del instante en que el pescador arrojó al cielo su enorme atarraya como un pavo real de mar que atrapó al mismo tiempo toda la luz dorada que fluía en la ciénaga y toda la luz del cielo. La atarraya sola abierta, en su fulgor transparente, ya era una obra de arte. Lea: Leo Matiz, cien años del artista

Recuerdo que Leo Matiz desparramó varias de sus fotografías sobre una mesa enorme y Eduardo Herrán Garavito hizo las fotos de aquel encuentro. Y en esta mañana, jamás he creído en coincidencias, sino en la lógica certera de los puntos cardinales y de los azares milagrosos, el fotógrafo que retrata a Alejandra Matiz con la foto de su padre es Luis Eduardo Herrán, el hijo de Eduardo.

En una confesión entre cafés con Leo Matiz en Cartagena, fue cuando me contó que había descubierto a María Félix siendo una muchacha desconocida y de belleza salvaje y descalza, olorosa a tierra y a agave, y tuvo con ella unos amores brutales y clandestinos.

Leo Matiz, fotógrafo y caricaturista colombiano. //Foto: cortesía.
Leo Matiz, fotógrafo y caricaturista colombiano. //Foto: cortesía.

Las fotos que hizo de María Félix, en el esplendor de su belleza y de sus glándulas, son otra de sus obras de arte. Y ahora, con otro café, con Alejandra Matiz, que viene de recorrer el mundo, el oriente y el occidente, y tiene un museo que salvaguarda el patrimonio de su padre en México, y no en Colombia, me entero de otras sorpresas de su vigilia de medio siglo cuidando y proyectando la obra de Leo Matiz, un genio nacido en Aracataca en 1917.

Mucho antes de que el genio de Macondo empezara a escribir los prodigios de su aldea, ya Leo los había captado con sus gigantes macondos sembrados en la zona, los enormes campamentos de la United Fruit Company, los vastísimos platanales a lo largo de la carretera, los personajes de la plaza, las mujeres dándole manduco a la ropa en el río y los niños zambulléndose en las asequias que humedecen el calor infernal de Aracataca a las once de la mañana.

En fin, Leo, con la voracidad de un jinete con cámara, cruzando a lomo de viento los reinos dispersos del día y la noche, anticipándose incluso a paisajes naturales y humanos que aparecen en la obra del genio literario. Al mirar su pavo real de mar, Leo sintió el pálpito de que esa ciénaga seguiría fluyendo más allá de aquella mañana de 1939, y un japonés que estaba de paso por la zona le compró la fotografía por cien dólares, y con ese dinero en los bolsillos conquistó mujeres, se fue de aventurero con cámara a Panamá, y de allí partió a México dos años después.

Alejandra Matiz, presidenta de la Fundación Leo Matiz.
Alejandra Matiz, presidenta de la Fundación Leo Matiz.

Ahora Alejandra Matiz abre el estuche precioso y dorado que guarda la foto icónica. Y me cuenta que la foto ha sido impresa en Alemania, con solo 20 copias numeradas forjadas con mezclas en hojillas de oro y tintas, en la coyuntura histórica de los quinientos años de Santa Marta, en donde ha sido exhibida, al igual que en Aracataca, y ahora en Cartagena.

El oro secreto de las texturas ha competido con el oro en polvo del proceso creativo, y el pavo real de mar de 1939 ha empezado a sacudirse en esta mañana de 2021, ochenta y seis años después, luz y movimiento bajo un cielo con luz dorada y aguas de color sepia. El pescador resucita en su canoa y su brazo en alto sostiene la atarraya mientras su acompañante impulsa el ritmo de las aguas con su canalete.

El cielo y la ciénaga han vuelto a quedar atrapados en un efecto cinematográfico, gracias a la tecnología. Ya no están en este mundo el artista que captó la imagen, ni los pescadores, pero sigue fluyendo la ciénaga y el instante ha quedado eternizado, hasta el punto que cada vez que miramos la foto el pescador está a punto de cometer la hazaña de que el cielo quede atrapado en su atarraya. Lea: Leo Matiz fue el primero en llegar a Macondo

Y Leo Matiz, más allá de esa orilla donde se muda la gente para no volver jamás, vuelva a sumergirse en la Ciénaga Grande, y tenga en su pupila todo el horizonte de la ciénaga a la espera de que el pavo real del mar sople sus abanicos de oro.

Alejandra me habla que su amigo Tony Fernández, de Aracataca, que preserva la ruta de Leo Matiz en la casa donde vivió y se alojó cada vez que recogía sus propios pasos en su tierra natal, conserva las semillas de macondo que parecen flores doradas. Como un acto simbólico de dos genios quiere sembrarlas en Cartagena. Y al hablar de árboles nos sorprende saber que Graciela Rincón, amiga de Alejandra, es la mujer que más árboles ha abrazado en este mundo, y fue a Aracataca a abrazar los últimos macondos.

Alejandra pide a gritos que el gobierno colombiano, a través del Ministerio de las Culturas, decrete o declare patrimonio cultural de la nación la obra dispersa de Leo Matiz que viaja por el mundo, regrese a casa.

Leo Matiz, fotógrafo y caricaturista colombiano. //Foto: cortesía.
Leo Matiz, fotógrafo y caricaturista colombiano. //Foto: cortesía.

Es increíble que fuera de Colombia haya honores a la obra de este artista colombiano universal, mientras que esos honores sean tan esquivos en su propio país. Alejandra cuenta que en sus viajes por el mundo se ha encontrado con la sorpresa de una calle Matiz en Italia, o una imagen en la que aparecen jóvenes y delgados, Fernando Botero, padrino de Alejandra, en su primera exposición promovida por Leo Matiz. A ella no le cabe la menor duda de que el Museo Leo Matiz debe estar en una ciudad que impactó por igual a los dos genios de Aracataca: Cartagena de Indias.

Alejandra tiene medio siglo cuidando de este patrimonio de su padre, y se convirtió en su tercer ojo, cuando un ratero al atardecer en Bogotá golpeara en la cara al artista y lo despojara de su cámara. El ataque brutal le hizo perder su ojo, pero Leo siguió viendo con el ojo de su hija Alejandra, y con los ojos invisibles y sedientos de su corazón.

Con esos ojos atrapó el mundo, y esperó en 1943 que el volcán Paricutín en México, erupcionara, y el fue hasta la boca del volcán, esperó lo imposible hasta que oyó temblar la tierra y rajarse como la cáscara de una granadilla, tomó distancia, apuntó a la boca ardiente del volcán y captó el abismo infernal que se derramaba como ramaje nervioso en ascenso en un cielo oscuro y sin nubes, y atrapó el oro de lo imposible, las lenguas de fuego que intentaban devorar al cielo. Lea: Leo Matiz atrapó el mundo con sus ojos

Viviendo en Cartagena de Indias, frente al mar de La Boquilla, me regaló una foto del Portal de los Dulces reflejado en el adoquinado bajo la lluvia.

Leo Matiz murió soñando con nuevos pavos reales de mar y con nuevos volcanes a punto de explotar, soñó con nuevas María Félix salvajes y descalzas, dignas de ser expulsadas por su belleza congénita del esquivo y egoísta paraíso terrenal.

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