comscore
Cultural

Rafael Uribe Uribe: el magnicidio a hachazos que marcó la historia del país

Hace 101 años, el político, abogado y general Rafael Uribe Uribe fue asesinado a hachazos frente al Capitolio Nacional.

Rafael Uribe Uribe: el magnicidio a hachazos que marcó la historia del país

La muerte de Miguel Uribe Turbay recuerda también a la muerte de Rafael Uribe Uribe.

Compartir

Esta es la crónica judicial de un político colombiano: el general Rafael Uribe Uribe, de 55 años, asesinado a hachazos cuando subía las escalinatas del Capitolio Nacional, en Bogotá, minutos después de la 1:00 de la tarde del 15 de octubre de 1914.

Miguel Uribe Turbay. (q.e.p.d.)
Miguel Uribe Turbay. (q.e.p.d.)

Es una historia que se repite, como si nuestro destino como nación fuera un espejo empañado de antiguos rencores, atrocidades, brutalidades y derramamiento de sangre. A Uribe Uribe, un amigo le había escrito semanas antes diciéndole que circulaba el rumor de una amenaza de muerte contra él. Ese día, Uribe Uribe llevaba al Congreso, entre sus documentos, un proyecto de ley que esperaba presentar para favorecer a los trabajadores colombianos en caso de accidentes laborales.

Uribe Uribe era alto, huesudo, meditabundo, mirada escudriñadora, bigote indómito, temple pragmático, disciplina de hierro y madrugador. Leovilgildo Galarza y Diego Carvajal, dos campesinos antioqueños, venían siguiendo los pasos del político desde que salió de su casa hasta los alrededores del Capitolio, y habían comprado un par de hachuelas para el crimen. La noche anterior se habían emborrachado en una chichería cercana. Habían previsto desde temprano llevar las hachuelas debajo de la ruana, amarradas a sus muñecas. Fue una muerte anunciada. Tres días antes del magnicidio, ya en Caracas se hablaba de la trágica muerte de Uribe Uribe, y el mismo día de su asesinato Manuel Pinzón Uzcátegui lo publicó en El Tiempo, lo que prueba que el crimen fue planeado, aunque jamás se revelara quiénes estaban detrás de los autores materiales. Del mismo modo, nunca se supo quién estaba detrás de Juan Roa Sierra, el asesino de Jorge Eliécer Gaitán.

Gaitán y Galán, quienes se declararon herederos de las ideas de Rafael Uribe Uribe, también fueron asesinados en calidad de candidatos presidenciales.

El general Uribe Uribe empuñó las armas en el alzamiento del 20 de octubre de 1899, inicio de la Guerra de los Mil Días, fue obstinado pese a perder muchas batallas, y al final, fue pionero de la pacificación regional y nacional, y uno de los firmantes del tratado de paz que se cumplió el 20 de octubre de 1902, en la Hacienda Neerlandia, fin de esa guerra civil que duró mil días en todo el país. Como senador liberal hizo propuestas que impactaron radicalmente en amplios sectores de la sociedad, especialmente en el conservatismo. Una de ellas era limitar las propiedades de los terratenientes a 500 hectáreas. Como estadista y pensador político representó a Colombia en Argentina, Brasil y Chile. Proclamó el desarrollo rural. Le recomendamos leer: La historia se repite: Miguel Uribe muere casi a la misma edad que su madre

En 1912, Uribe Uribe escribió el libro “De como el liberalismo colombiano no es pecado”, publicado en 2014, libro que entró en la lista de libros prohibidos por la Iglesia Católica. Muchos liberales y conservadores se desconcertaron cuando Uribe Uribe apoyó al conservador triunfal José Vicente Concha. Lo declararon Cónsul del desprestigio. Todo lo hizo buscando la paz, después de la guerra.

Agonía y muerte de Uribe Uribe

Los asesinos aguardaban la llegada del general. Se fueron detrás de él y se le abalanzaron por detrás a Uribe, dándole un par de hachazos en la cabeza. La herida fue de 8,5 de largo x 4,5 de ancho, precisó el médico, parlamentario y escritor Luis Zea Uribe, quien atendió como neurocirujano a Rafael Uribe Uribe aquel 15 de octubre de 1914.

El médico escribió en 1915 su crónica “Los últimos momentos del general Uribe Uribe”, en El Liberal, y publicó con ese título un libro sobre la vida y obra de Uribe Uribe. La crónica fue recuperada por el periodista e investigador Juan José Hoyos en su libro “La pasión de contar. El periodismo narrativo en Colombia 1638-2000”, publicada por la Universidad de Antioquia en 2009.

El atentado a Uribe Uribe ocurrió a pocos minutos de la 1 de la tarde, porque el médico escuchó a la 1 y 30 la agitación pública al cruzar por el costado del Capitolio, cuando subía a su consultorio de la calle 6 del Palacio de San Carlos. ¡Corra doctor, que acaban de asesinar al general Uribe a hachazos y allá lo llevan para la casa!, le gritó el señor Juan Bautista Moreno Arango. El médico corrió a la casa del general, y encontró una multitud agolpada, y él vio al general acostado en la habitación cerca al vestíbulo, acompañado del médico Carlos Adolfo Urueta, hijo político del general, “quien lloraba como un niño”, al médico José Tomás Henao y al médico José María Lombana Barreneche, que sacó unas tijeras curvas para cortar el cabello alrededor de la herida.

En su relato, el médico detalla al general: estaba recostado sobre almohadas en desorden, y la impresión “era la de un hombre a quien se hubiese metido en una tina con sangre”. El general, con una palidez mortal, se desangraba en mil hilos de sangre, su cráneo había sido destrozado y reaccionaba con su mano buscando el lugar de la herida, se movía nerviosamente de izquierda a derecha. De sus cabellos ensortijados manaba sangre. Las sábanas, las colchas y las almohadas, se mancharon de sangre.

El general daba alaridos y decía en monosílabos: ¡Si, pues! ¡Que es esto! ¡Déjenme! Y a medida que avanzaban los minutos su lamento era un “Uh… uuuuh! Y frases como “Por el orden de los acontecimientos”, “yo creo, señor presidente”, “Agua pura para calmar la sed”, y el clamor a su esposa ¡Tulia! Tulia! La casa se llenó de familiares, amigos y seguidores, y en la calle se oían gritos. ¡Viva el general Rafael Uribe Uribe!, los policías controlaban la multitud enardecida.

A las 3 de la tarde fue llevado a la Casa de la Salud para la trepanación. Se aplicaron según el médico y cronista “tres mil gramos de suero en inyecciones subcutáneas e intravenosas, inyecciones macizas de aceite alcanforado, cafeína, pituitrina, agua con brandy”.

El general convulsionó en los miembros inferiores. Uno de los doctores hizo una pregunta inaudita en ese ámbito de conmoción: ¿Sientes dolores, Rafael?, y el timbre recio del general emergió: ¡Figúrate si no! A las 11 de la noche llegaron dos miembros de la Compañía de Jesús, el reverendo Jaúregui y el padre Manuel Gaviria. El general dijo: Gracias. Y en uno de sus ataques le dijo a los sacerdotes: No, no. Lo que el cronista consideró que era un rechazo a los servicios de la iglesia. Fue Julián Uribe, hermano del general, quien llamó a los sacerdotes. Y él suavizó la situación diciendo que el general estaba inconsciente. El general vomitaba el agua ingerida mezclada con esclerosidades sanguinolentas, señaló el médico. El general se sacudía en convulsiones. Era un lamento prolongado: ¡Uh, uuuuh, uuuuhhhhh! Cercano a las dos de la madrugada, su angustia se convirtió en un grito: ¡Lo último! ¡Lo último! Regurgitó y al final, se oyó “un estertor traqueal”.

El cronista dice que más tarde, lo envolvieron en sábanas, la cabeza ceñida por blandas telas y lo colocaron en un ataúd. Se hizo una mascarilla en yeso. La autopsia reveló que tenía sanos el tórax, pulmones, el corazón, y sus vísceras parecían las de un adolescente. Le puede interesar: Video conmovedor: Así despidió el pequeño Alejandro a su padre Miguel Uribe

El médico dijo que el general hubiera podido vivir cinco o seis lustros más, si no es víctima de este atentado a su vida. Su rostro tenía una blancura sonreída, la expresión severa y cejijunta de quien había recorrido todo el país buscando la paz. Al mirar en el espejo del tiempo, la historia repite sus horrores. La sangre incontenible sigue manando cien años después.

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News