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Cultural

El juego del calamar: ¿Somos humanos o simples piezas en un juego?

“El juego del calamar”, la exitosa serie coreana que cautivó al mundo, llegó a su fin dejando más que suspenso: una poderosa crítica de la sociedad.

El juego del calamar: ¿Somos humanos o simples piezas en un juego?

Squid Game. // Imagen generada con IA y captura de pantalla de Gi-hum

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“Jugaremos, muévete en luz verde...”. La voz aguda de una muñeca mecánica rompe el silencio de un patio inmenso. 456 personas vestidas con overoles verdes se detienen, conteniendo la respiración. El que se mueva, muere.

El juego del calamar. // captura de pantalla
El juego del calamar. // captura de pantalla

Así comienza una de las escenas más icónicas de “El juego del calamar”, serie surcoreana creada y dirigida por Hwang Dong-hyuk. Desde ese instante, ya se evidencia el tono del desenlace: no es ficción, no es un simple juego, sino una metáfora de un mundo donde el más débil es burlado, maltratado y humillado por quienes tienen el poder.

Con solo nueve episodios en su primera temporada (2021), la serie se convirtió en un fenómeno global, por lo que no fue sorpresa la ansiada espera del público por la segunda y tercera temporada. Esta serie batió récords de vistas en Netflix con su mezcla de crudeza, crítica social y lenguaje visual impactante que convirtió los juegos infantiles en símbolos de pesadilla. No fue solo una moda: fue una advertencia envuelta en estética, pero no todos lo notaron.

Parte del elenco de la segunda temporada de Squid Game. // Netflix
Parte del elenco de la segunda temporada de Squid Game. // Netflix

El elenco lo dejó claro desde el principio, querían transmitir una pregunta: ¿Cómo los seres humanos somos capaces de actuar y qué tan egoístas podemos ser?

Squid Game: La desesperación tiene rostro

Seong Gi-hun, el protagonista, es un padre endeudado, fracasado y desesperado. Acepta participar en los juegos casi sin saberlo, empujado por la promesa de pagar sus deudas y recuperar a su hija. Pero él no está solo: otras 455 personas, igual de arruinadas, también fueron reclutadas por los poderosos organizadores. Lea también:Si la vida te da mandarinas: análisis del K-drama más visto hasta ahora

Esas 456 personas son todas víctimas de la desigualdad estructural y ahora deben competir en juegos infantiles que alguna vez simbolizaron felicidad, pero ahora representarán la muerte. El director explicó que la serie usa los juegos infantiles para contrastar la inocencia perdida, y así demuestran lo duro que es sobrevivir en un sistema capitalista aún cuando parece un camino sencillo. Además, retratan eso que hemos normalizado: es normal vivir el sistema que busca hacerte cada día más pobre y menos feliz, y morimos en el camino que creemos será sencillo ¿no?

Desigualdad social, capitalismo y nihilismo en Squid Game

Desde su concepción, la serie denuncia un capitalismo salvaje y una notable desigualdad de clases. Además, refleja esa clasificación social no solo con los más débiles (los jugadores), sino también en sus soldados (círculos, triángulos y cuadrados). Todos tienen un rol estipulado que deben cumplir, sí, como en la vida real.

Bajo este dinamismo, la serie muestra una realidad donde los pobres son descartables y los ricos, espectadores crueles. Los VIP son quienes disfrutan los juegos desde sus comodidades y privilegios, resumen con frialdad la premisa de las élites: “Nada se compara al entretenimiento con vidas humanas”.

Los VIP de Squid Game. // captura de pantalla
Los VIP de Squid Game. // captura de pantalla

Los VIP, figuras grotescas con máscaras doradas, no son fantasía. Representan a los poderes reales del mundo: indiferentes, sádicos, inaccesibles. Los VIP acaban siendo los líderes que parecen divertirse teniendo control absoluto de los débiles, viendo a los humanos como peones, caballos o alfiles en un tablero de ajedrez del que ellos tienen completo control. Lo más irónico es que aunque los jugadores pueden retirarse por voto, la mayoría regresa.

¡Es claro! El mundo exterior no es menos cruel. Afuera también se muere. Jean Paul Sartre tenía razón: “Estamos condenados a ser libres”. Pero esa libertad está encadenada por la desesperanza, la responsabilidad y el aceptar las consecuencias de cada decisión que tomamos.

Gi-hun, un defensor del humanismo

Gi-hun, a diferencia de otros jugadores y líderes del juego, se aferró a su humanidad desde la primera temporada. Esto se refleja, por ejemplo, cuando juega con un anciano, no por cálculo, sino por empatía: “No puedo dejarlo solo”, pensó.

Asimismo, cuando su amiga Sae-byeok, otra de las jugadoras, estuvo herida, Gi-hum consideró abandonar el juego y al final, frente a otro amigo, prefiere rendirse antes que matarlo. Le recomendamos leer: La tumba de las luciérnagas: carta a una niña marcada por la guerra

Hwang, el director, lo explica: “Quería mostrar que, incluso en las peores circunstancias, se puede elegir no convertirse en monstruo”.Sae-byeok en su lecho de muerte dijo a Gi-hum: “No lo hagas. Tú no eres ese tipo de persona”, sin saber que esa frase lo acompañaría hasta el final de la serie. Es el corazón de su evolución.

Gi-hum, protagonista de la serie. // captura de pantalla
Gi-hum, protagonista de la serie. // captura de pantalla

El final de Squid Game no decepciona, sacude

En la tercera temporada, Gihun ya no busca dinero. Busca romper el ciclo. Esa confrontación con el líder de los juegos nos lleva a una última temporada que refleja dos visiones: el nihilismo y el humanismo.

El propio Hwang aseguró que sí pensó en un final feliz para la serie, pero el personaje principal tenía tanto desarrollo que era imposible que no tomara la decisión que tomó. Gi-hum defendería la humanidad.

Gi-hun muere, pero su muerte no es una derrota, como muchos siguen pensando. Su muerte es una elección. Elige detener el juego. Elige salvar… Su sacrificio liberó a un bebé que nunca debió estar ahí, ganando así su batalla filosófica con el líder de los juegos: “No somos caballos”.

El juego del calamar terminó y logró su objetivo. Los seres humanos somos impredecibles, no existen palabras para definirnos a profundidad, y aunque parece que el mundo está lleno de monstruos, aún hay seres humanos capaces de sacrificarse por alguien más.

Guardias de El juego del calamar. // Imagen ilustrativa generada con IA
Guardias de El juego del calamar. // Imagen ilustrativa generada con IA

Pero, aún así, no es feliz, porque la realidad es que los humanos no alcanzan para vencer al poder. La justicia no llega, la pobreza crece, los niños siguen a la deriva y las personas como Ghum parecen no tener esperanza en este cruel círculo. Las preguntas surgen: ¿Nos hemos reído del sufrimiento como los VIP? ¿O somos capaces de decir, como Gi-hun: “Yo no soy ese tipo de persona”?

El juego termina, pero el espejo sigue ahí. Y lo que refleja es nuestra propia humanidad. El director también destacó que la frase final: “No somos caballos, somos humanos y los humanos somos ….”, se dejó incompleta de manera intencional. ¿Cómo definiría a los humanos luego de ver tanta crueldad?, ¿acaso podría definirse a la humanidad?

Para mí, el término es impredecible, las personas son demasiado complejas para ser definidas, somos crueles, capaces de cualquier cosa por sobrevivir, pero aún así podemos seguir decidiendo, como Gi-hum, en ser humanos. ¿Qué piensan ustedes?

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