El árbol de los deseos de la artista japonesa Yoko Ono se llenó de cartas escritas por cartageneros de todas las edades, en febrero de 2014, en la Bienal de Arte de Cartagena. La artista conceptual eligió un árbol de caucho de Cartagena de Indias, en la avenida Venezuela, al pie del restaurante Nautilus.
Ella no vino, pero la propuesta se cumplió. Mi amigo poeta, Juan Sebastián Sánchez, estaba bajo la sombra del árbol haciéndose una selfie en diciembre de 2024, cuando le conté que ese árbol lo había elegido Yoko Ono para su acción artística: El árbol de los deseos.
Cartagena, que es una ciudad de olvidos, es muy probable que ya no se acuerde del árbol que sigue dando sombra en esa avenida donde reposan vendedores estacionarios y ambulantes. Pero menos se debe acordar de Yoko Ono, quien en los años ochenta del siglo veinte vino a visitar la ciudad y se hospedó en la Casa de Sam Grim, un viejo y apasionado coleccionista de antigüedades y obras de arte, amigo personal de Andy Warhol.
La Bienal de Arte de Cartagena, dejó de hacerse y no hubo otra propuesta que la perpetuara. Yoko Ono convidó a los cartageneros a no dejar ninguna rama de ese árbol de caucho sin una carta de deseo, y lo logró porque llovieron cartas, y el árbol reverdecido en aquel febrero parecía un árbol blanco de hojas escritas a mano, con letras azules, amarillas, rojas, verdes y púrpuras, ¿Qué decían los deseos de los cartageneros? Palabras que nombraban la esquiva paz de Colombia, palabras que hablaban de amor, reconciliación, armonía, solidaridad y deseos perentorios y comunes como “estoy tragado y soy fiel”. Lea: Yoko Ono convoca a mujeres de América Latina para muestra en Argentina
Yoko Ono, la legendaria esposa de John Lennon, ha recorrido el mundo con sus conmovedores Árboles de deseos. La acción artística la ha realizado en distintos lugares del planeta: Nueva York, Londres, Washington, Japón, Venecia, Dublín y Colombia. La ciudad elegida fue Cartagena, y el árbol fue ese útil y amoroso Palito de Caucho que tanta sombra da a la memoria de la ciudad al pie del mar.
Yoko no pinta ni esculpe. Lo suyo ha sido el performance, la acción artística, el cuerpo como soporte de su arte. La música, la acción, la escritura. Canta y actúa. Su obra es rebelde, iconoclasta, irreverente, y se enfrenta a todas las formas de la discriminación, el racismo, el sexismo, la homofobia, la armonía social, la igualdad, la desaparición de las fronteras. Su vocación ha sido siempre, la paz.

La historia secreta de Yoko Ono
El nombre japonés de Yoko traduce “Niña de los océanos”. La vida la ha llevado a cruzar los mares para encontrar el amor, la belleza y los dramas impredecibles y absurdos del mundo, como la guerra de Vietnam o el asesinato en 1980 de su esposo John Lennon.
Yoko Ono nació en Tokio y desciende de una larga dinastía de samurais guerreros eruditos. Su padre se estableció en San Francisco, California, dos semanas después de nacer Yoko Ono en 1933. Regresaron a Japón en 1937 y Yoko estudió en Peers School.
Estudió piano desde los cuatro años hasta sus trece años. Actuaba con su madre en obras de teatro Kabuki y estudió bajo su orientación diversos instrumentos musicales como el chamisen, tsuzumi y nagauta.
En 1940 regresaron a Nueva York. Pero por razones laborales de su padre, regresó a Japón. Con los bombardeos a Tokio en 1945, la familia de Yoko se refugió en búnkeres. Yoko ha revelado en varias entrevistas sobre este período tormentoso de su vida en la que su familia se vio obligada a buscar comida en las calles, arrastrando una carretilla con sus pertenencias, situación que se empeoró cuando su padre quedó prisionero de guerra en China.
Al culminar la guerra, en 1946, la familia volvió a Estados Unidos, pero Ono se quedó en Japón. En la escuela Gakush, Yoko tuvo como compañero de su aula escolar al que se sería el futuro Emperador de Japón: El Príncipe Akihito.
La vocación artística de Yoko Ono
Desde los catorce años decidió el canto y el camino de la poesía y las artes. Es autora del libro de dibujos y piezas de arte: Grapefruit. Estudió poesía con Alastair Reid, Kathryn Mansell y composición musical con André Singer.
En una de sus acciones artísticas convocó a la audiencia a clavar un clavo sobre un tablero blanco. Entre ellos estaba John Lennon, quien le dijo que clavaría clavos invisibles. Lea: Yoko Ono en México: “Vine a traer la paz”

La crítica ha persistido que fue ella la que separó al mítico The Beatles, cuando se casó con Lennon, acusación que ella ha desmentido. La crítica ha sido furibunda también con su arte efímero pero de trascendencia perdurable por su contenido crítico y su impacto social.
Ha filmado cine experimental como Fly, y realizado discos experimentales como Yoko Ono/Plastici Ono Band, y Fly, Approximately infinite universe (70). Es autora de dos éxitos musicales: Walkig on the ice, y Never say goodbye.
Yoko Ono en Cartagena
Yoko Ono vino a Cartagena cuando el Centro amurallado era una ruina encantadora. Se hospedó en la casa de Sam Green, en donde se alojarían también los hijos de Robert y John F. Kennedy, Greta Garbo, pero ella eligió no el mismo cuarto sino uno con balcón.
Yoko Ono deseaba, en ese entonces, comprar una casa en Cartagena. Le fascinó el arroz con coco preparado por Bernardino, el cocinero de Sam Green. Y se dejaba leer la suerte por una señora del barrio La María.
John Lennon confiaba en Sam Green para tutoría de su hijo Sean, el día que ellos no estuvieran. Los rumores locales decían que había una secreta relación entre Yoko y Sam Green. Lea: Yoko Ono expone en Cartagena
El asistente personal de Lennon, Fred Seaman, dijo que la pareja estaba a punto de separarse cuando Mark Chapman asesinó a John Lennon el 8 de diciembre de 1980. Confesó que pocos meses antes del crimen, Yoko había iniciado una relación tormentosa con San Green. Había previsto divorciarse y casarse con el amigo en Cartagena, a quien le compuso una canción.
Todo eso dice Seaman, acusado de robarse el diario de Lennon, días después de su muerte. Una historia novelesca en la que prevalece el arte, la música y un árbol que sigue dando sombras: El árbol de los deseos.