El bodeguero español José Moro llegó a Cartagena de Indias con un propósito claro: fortalecer la presencia de los vinos de Bodegas Cepa 21 en esta heroica ciudad y en América Latina.
Más allá de un trabajo de comercialización, su visita tuvo un enfoque pedagógico: formar a los amantes del vino -tanto aficionados como profesionales del sector-, fortalecer los conocimientos de sommeliers, jefes de compras y expertos en la evolución del vino, para que el consumidor, que exige productos más complejos pero accesibles al paladar, pueda vivir toda una experiencia.
Para el empresario vitivinícola, un buen vino refleja la esencia del terreno que lo origina. Suelo, clima y variedad de uva se entrelazan con el conocimiento técnico y la sensibilidad humana de quien está inmerso en la creación.
“Hoy el consumidor busca vinos fáciles de beber, pero con profundidad y matices que lo emocionen”, afirmó. Lea: La enóloga Ana Barron habla sobre el placer de hacer y tomar un buen vino
Aunque a lo largo de los años las tendencias han cambiado, y los amantes del vino antes valoraban los de gran potencia y crianza prolongada, hoy muchos eligen vinos complejos pero fáciles de consumir. El reto para el viticultor es lograr una armonía entre innovación y tradición, sin perder la esencia del vino.
José Moro, el alma de los vinos de Bodegas Cepa 21
En diálogo con El Universal, José Moro habló del momento más difícil de su carrera profesional: el sabotaje de su bodega por parte de una exempleada. El domingo 1 de junio de 2024, una persona ingresó a la bodega Cepa 21, en Castrillo de Duero (Valladolid), y saboteó tres depósitos de vino de la última cosecha. Moro se enteró del incidente al día siguiente, cuando su equipo halló los depósitos vacíos.
El acto quedó registrado en las cámaras de seguridad. La mujer que aparece en el video era una trabajadora de la bodega, y José calificó su acción como una “maldad sin precedentes”, debido a que se perdió toda la producción del vino Horcajo. Lea: José Moro, experto en hablar con el vino de tú a tú
El hecho lo enfrentó con entereza y transformó su manera de ver los negocios y la vida misma, en un proceso donde la reflexión y la acción social cobraron protagonismo. “El mal nunca debe vencer al bien”, asegura.
Moro compartió que los tres pilares de su visión empresarial son la inquietud, la creatividad y la escucha activa, lo que le ha permitido ser reconocido como uno de los 100 empresarios más influyentes de España. Siempre un paso adelante, busca que cada uno de sus vinos deje huella en los consumidores.
Este amor por el vino es la cosecha de un vínculo emocional que comenzó en su infancia, cuando ayudaba a su padre a limpiar cubas en la bodega familiar y aprendía el oficio desde sus bases. Para él, ahí radica el éxito de su trabajo: en conocer cada etapa, desde la labor más pesada hasta la que lleva la carga más ligera. Lea: Dilfret, el olayero que pasó de ser taxista a experto en vinos
El vino es su pasión de vida y asegura que es más que una bebida: es cultura, arte y un puente para conectar con los demás. Su trabajo y su vida están fundamentados en cómo una tradición familiar puede transformar vidas, incluso aquellas que aún no conoce.
“Quiero hacer el mejor vino cada año, según cómo lo siento, para que llegue a las mesas del mundo”, concluye Moro. Para él, el vino, como la vida, es una buena historia.