César Bertel (Cartagena, 1957) es un artista de hazañas. Es el creador de la acuarela más grande del mundo: Pachamama (2008), de 12 metros de largo por 1,50 de ancho, y el artífice de la iniciativa monumental: el I Encuentro Nacional de Acuarelistas de Colombia, que convocó a más de un centenar de acuarelistas de Colombia, México, Perú, Ecuador, entre otros.
El encuentro reafirmó a Cartagena de Indias como capital de la acuarela en Colombia y recordó que toda la historia del país, desde la llegada de los españoles hasta más allá de la Independencia, se ha hecho a punta de acuarelas. Es parte de la memoria histórica y, a la vez, un retrato de lo que somos.
Bertel recordó además que la acuarela no empezó en el siglo XX, sino que sus antecedentes se remontan a los siglos XVII, XVIII y XIX. En el siglo XIX dos figuras iluminaron el camino: José Gabriel Tatis Ahumada y Generoso Jaspe, ellos fueron antecedores del gran acuarelista Hernando Lemaitre, cuyo centenario de su natalicio se conmemoró en 2024.
Se podría recorrer la historia de Colombia a través de las acuarelas: Expedición Botánica, Comisión Corográfica de Agustín Codazzi, Batalla de Boyacá, Independencia de Cartagena, Fusilamiento de los Mártires de Cartagena, primera huelga petrolera en Barrancabermeja y Masacre de las Bananeras, para citar algunos hechos de nuestra historia.
“La acuarela es más que una técnica inmediatista y naturalista: retrata el tiempo, atrapa el instante. Está en nuestro ADN histórico. Toda nuestra historia ha sido pintada por la acuarela”, expresa César Bertel, señalando que es una técnica por excelencia en Oriente, entre los chinos y japoneses, con enorme impacto en los países anglosajones e ingleses.

Pintar a Cartagena de Indias es la hazaña de asomarse al infinito.
El Encuentro Nacional de Acuarelistas de Colombia fue un trascendental acontecimiento cultural sin antecedentes en Cartagena, como lo ha reafirmado el poeta e investigador Miguel Iriarte, quien ha destacado la presencia de reconocidos maestros de la acuarela en Colombia como: Roberto Angulo, Francisco Daza, Mario Malabet, Hernando Pardo, Néstor Loaiza, Diana María Ortiz, Hubert Guardiola, Edgardo Bello, Connie Arango, Luis Ángel Hernández, Elmer Restrepo, Rodrigo Uribe, Julio Carlos Angulo, Antonio Patiño, Diana Meza, Daniel López, Gustavo Pedraza, Ferney Díaz, Li Mizar Salamanca, María del Pilar Zea, Cristian Castillo, Gustavo Castillo, Gonzalo García, Martha Isabel Ruiz, Luis Fernando Echeverri, Pablo Chávez, Lina Avendaño, César López, Luis Fernando Mesías, Santiago Rojas, Darío Ortiz y César Bertel.
Cartagena en una acuarela
“Cartagena, una acuarela”, obra culminada a cien manos y de 10 metros de largo por 1,5 de ancho, es una síntesis de la ciudad de piedra y agua, y una evocación etérea de cinco siglos de historia.
Se donó como regalo a Cartagena en su fecha de aniversario, y reposará en los muros del Palacio de La Aduana, sede del gobierno distrital y también Galería de Arte.
“Mi deseo es que Cartagena adopte este encuentro de acuarelistas como parte de la agenda cultural todos los años. El Encuentro Nacional de Acuarelistas de Colombia es un evento participativo e inclusivo. Convocamos a acuarelistas del Caribe, Nariño, Valle, Huila, Tolima, Antioquia, zona cafetera, los santanderes, entre otros”.
El evento culminó exitosamente, con el apoyo de la Alcaldía de Cartagena, Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC), Gobernación de Bolívar e Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar (Icultur).
La luz en la piedra
Para el artista Darío Ortiz, el encuentro abarcó cinco días prodigiosos de pintura al aire libre, con demostraciones magistrales, camaradería y goce supremo. “Fue un tiempo de apuntes del natural, desde cualquier perro dormido, hasta las bailarinas de los grupos que nos deleitaron con su música, pasando por marinas, retratos y las habituales postales de esta ciudad icónica”.
Darío Ortiz pintó frente al público, dio clases e hizo sugerencias, se subió en una tabla de surf, y tuvo la certeza de que cada día forjó “recuerdos en el corazón, la retina y el paladar”.
Darío Ortiz pintó la acuarela de una pareja sentada en una de las bancas del Parque Bolívar, cerca de la enorme puerta de piedra tallada del antiguo Palacio de la Inquisición, hoy sede del Museo Histórico de Cartagena. Los lampos de luz entre las hojas de los árboles dejaban sombras de agua y piedra entre los muros, las bancas, y en la luz de los rostros.
Pintó los mástiles que temblaban bajo el cielo en la brisa del atardecer en la bahía. Pintó el retrato de un hombre sentado, con rostro concentrado, mirada profunda, ávido de secretos, con los rizos plateados sobre la frente. Pintó una planta muy verde y trepadora, ascendiendo por una enorme palmera, frente a los arcos desnudos de unos muros antiguos, intensamente dorados. Pintó las manchas de luz sobre la muralla.
César Bertel fue el capitán de la aventura colectiva. Abrumado por la euforia y el ímpetu de ver realizadas sus desmesuras creativas, salpicado por la trasparencia de luz y selva de sus acuarelas, fue condecorado en los 492 años de Cartagena con la máxima medalla que otorga la Alcaldía de Cartagena, la Medalla Pedro Romero.
Su pincel inagotable fue gota de tiempo en el delirio de los días. En las treguas de la madrugada, intentaba atrapar la otra acuarela huidiza que deja la luz más allá de la sombra. No tuvo tiempo de dormir porque los insomnios fueron felices y hasta dormido siguió pintando acuarelas.