En el corazón de Cartagena, en el íntimo salón Claustro del Centro de Convenciones, ayer no se celebró sólo un evento: se tejió una experiencia profundamente humana. La Fundación Dones de Misericordia llevó a cabo la segunda edición de ‘Descaradamente feliz’, una jornada con propósito social que convocó a decenas de asistentes a reconectar con lo esencial: la felicidad como un acto de valentía.
No fue un evento cualquiera. Fue un espacio luminoso de reflexión, motivación y lágrimas sinceras. Un lugar en el que, de la mano de Ely, Dunia y otros colaboradores de la fundación, se rindió homenaje a la resiliencia y al poder transformador del espíritu humano con dos historias de vida, marcadas por el dolor y la adversidad, pero también por el coraje y la esperanza, que enaltecieron el escenario y los corazones de todos los presentes.
La primera fue la de Armando Romero, un ingeniero industrial, deportista en su juventud, empresario por vocación y, hoy, mentor de vida. Hace más de ocho años, a Armando le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad neurodegenerativa incurable.
Su diagnóstico, lejos de apagar su luz, encendió en él una nueva forma de ver el mundo: a través de la ‘Gractitud’, una palabra que él mismo acuñó y que une dos principios que lo sostienen día a día: la gratitud y la actitud.
“Las limitaciones están en la mente”, dijo Armando con voz firme, mientras compartía cómo el dolor, los procedimientos médicos invasivos, los más de 14 especialistas que visita regularmente y los medicamentos que toma no han sido obstáculos para seguir viviendo con sentido. Lea: Fallece Arlena Hoyos, presidenta de la Fundación Dones de Misericordia
“Me levanto todos los días agradecido, y eso cambia todo”, expresó, antes de recibir una larga ovación del público, conmovido por su mensaje, su fuerza y su entrega como coach y speaker, dedicado a acompañar a otros en sus procesos personales.
“La mejor decisión de mi vida fue casarme”, confesó sonriendo al hablar de su esposa y sus hijos, su motor vital. “Los momentos más felices son los que paso en familia”. Con esa sinceridad que nace solo de quien ha mirado de frente el dolor, Armando enseñó que el verdadero poder está en elegir ver la vida con nuevos ojos.
La segunda historia de la tarde fue la de Fernando Araújo, ingeniero civil y exministro de Desarrollo. Su relato es de esos que parecen sacados de una película de terror, pero que, por más crudo que parezca, es completamente real.
El 4 de diciembre del año 2000, Fernando fue secuestrado por las FARC mientras trotaba en Castillogrande, a tan solo una cuadra de su casa. Pasó 2.115 días –seis años enteros– en cautiverio, gran parte de ellos amarrado a un árbol en lo profundo de los Montes de María.
Pero lo verdaderamente extraordinario no fue solo su exitosa fuga –el 31 de diciembre de 2006–, sino lo que ocurrió dentro de sí mismo durante esos seis años.
“No podía darme el lujo de tener lástima por mí mismo”, dijo Fernando ante un auditorio completamente en silencio. “Tuve que soltar mis responsabilidades familiares, mis apegos, y aprender a vivir el presente”.
En medio del miedo, el hambre y el aislamiento, Araújo encontró la tranquilidad como una forma de resistencia. “En la tranquilidad reside la motivación”, explicó. Con ejercicios de respiración, rutinas físicas repetidas en el mismo punto donde estaba atado, y sobre todo, con un cambio de perspectiva que le salvó la vida: “Dejé de preguntarme por qué estaba secuestrado y comencé a preguntarme para qué. Cuando encontré ese para qué, todo cambió”. Su propósito fue claro: volver a casa sano y salvo. Y lo cumplió.

El testimonio de Fernando no solo conmovió, también inspiró. Al igual que Armando, fue despedido con una sentida ovación que cerró con broche de oro una jornada profundamente emotiva. Lea: Dones de Misericordia: un lugar para las segundas oportunidades
‘Descaradamente feliz 2.0’ fue una invitación clara a mirar la vida de frente, con todas sus aristas, y aun así decidir sonreírle. Porque, como quedó demostrado en esas dos historias, ser feliz no es un privilegio de quienes lo tienen todo, sino una decisión valiente de quienes han perdido mucho… y aun así deciden no rendirse.
Desde su creación en 2005, la Fundación Dones de Misericordia ha trabajado incansablemente en Cartagena y Bolívar para generar condiciones de desarrollo humano integral en comunidades en extrema vulnerabilidad. Su Modelo Social Sostenible busca transformar el ser desde adentro, apostando por la paz y la reconciliación.
Y en este evento, lograron justamente eso: sembrar semillas de transformación en cada uno de los asistentes. Porque como dijeron al cierre: “la felicidad no se encuentra, se construye… descaradamente, sin excusas, y a pesar de todo”.