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Cultural

Reflexiones de docentes que educan con el corazón en Cartagena y Bolívar

Ocho maestros que entregan cada día su corazón expresan los motivos por el que eligieron este oficio. Sus vidas están marcadas por un poder transformador más allá de las aulas.

Reflexiones de docentes que educan con el corazón en Cartagena y Bolívar

Educadores que inspiran: ocho testimonios sobre el poder transformador de la docencia. //Foto: 123RF.

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He estado inmersa en el mundo educativo durante toda mi vida. Aprendí a compartir el amor de mis padres y de mis tíos, quienes han ejercido la docencia a lo largo de sus vidas. Los he visto amar, instruir, escuchar y corregir en sus distintas áreas, desde la primera infancia hasta la formación profesional en adultos. Y he experimentado el regocijo que sienten cuando se encuentran con un antiguo estudiante en la calle: un abrazo y una corta frase que se convierte en impulso para seguir:

-“Profe, gracias”.

Soy una eterna agradecida con los maestros que la vida me presentó: la dulzura de Danny en mis años de preescolar, el impacto de mis profesores de básica secundaria quienes me enseñaron a hablar frente a multitudes, aunque en el salón solo fuéramos trece estudiantes. Me enseñaron a luchar a través de la escritura y me permitieron ser la ‘abogada’ de mis compañeros y de muchos otros.

Todo se trata de ellos: de quienes escogen la enorme responsabilidad de transformar vidas y no les tiembla la voz para amar a través de la educación. En diálogo con Facetas, siete docentes con los que me he cruzado en el camino exponen los motivos detrás de su vocación y la satisfacción que les ha regalado este oficio.

Conoce a ocho docentes que transforman las aulas de Cartagena y Bolívar

Luis Eduardo Ortiz, 6 años educando: “Educo por amor y por compromiso social. Educar, emancipar, es el acto de amor más grande que se puede brindar. Si aspiramos a una sociedad más empática, equitativa y productiva, necesitamos forjar bien esos cimientos desde la escuela y el hogar.

Este año, los estudiantes de décimo y undécimo del corregimiento de San Nicolás, en Mompox, protestaron ante las irregularidades en el transporte escolar fluvial y la escasa respuesta de las autoridades municipales. Este servicio debía comenzar en enero, pero ya en abril aún no se había implementado con normalidad. Un día llegamos al colegio y lo encontramos cerrado con cadenas que habían puesto los propios estudiantes, quienes sostenían pancartas exigiendo sus derechos.

Me emocionó profundamente, porque vi que estamos construyendo una sociedad crítica, que asume su responsabilidad. Al final de esa semana, el servicio de transporte escolar fue restaurado”.

Daniel Castro, 8 años educando desde el área musical: “La educar se fue dando como algo muy natural. Desde que estaba en el colegio, había compañeros que les agradaba cómo explicaba los temas. Siempre con un lenguaje muy natural y sencillo. De cierta forma me di cuenta que me gustaba y yo creo que se docente es saber dar. De las mejores cosas que se pueden compartir es el conocimiento”.

Nelsy Mantilla, 10 años de ser una “seño” orientadora: “La mejor recompensa es ver seres humanos y familias transformadas. No decidí ser maestra desde un principio. Fue algo que descubrí con el tiempo.

Aprendí de la docencia en una iglesia de la ciudad cuando empecé a trabajar con niños. Estudié Trabajo Social y los lugares de práctica que me abrían sus puertas eran instituciones públicas y privadas del sector educativo. Era como si el ámbito escolar me persiguiera.

Finalmente, en 2017, tuve la oportunidad de ser nombrada en provisionalidad como docente orientadora en la Institución Educativa Tierrabomba y ha sido un camino duro, pero a la vez maravilloso y lleno de satisfacción”.

Isela Caro, 25 años educando: “La formación es un espacio de vida. Al ingresar a un aula, lo esencial es promover el pensamiento crítico y preparar a los estudiantes para desenvolverse en una sociedad tan compleja como la nuestra, marcada por grandes desafíos, como las reivindicaciones sociales y las revoluciones tecnológicas. Dado que el objeto de estudio de mi campo es el lenguaje, mi propósito central es enseñar que este es una herramienta clave para acceder y trascender en la sociedad, comprender el poder y enfrentar los retos del mundo actual”.

Milton Cabrera, 29 años educando: “Enseño porque creo en el poder transformador de la educación. Nunca olvidaré una ocasión en la que un hombre joven, muy bien vestido, de buen semblante, como de 30 años, cruzó la acera para saludarme y decirme emocionado que estaría toda la vida agradecido conmigo. No entendía nada y le pregunté ¿por qué? Me contó que una vez, en la mitad de su carrera en la universidad, le dije que creía en él, que valoraba su talento para contar historias y que no renunciara a sus sueños. Y, enseguida, con los ojos aguados, expresó: “Profe, en ese momento yo pasaba por una crisis enorme y usted me devolvió la esperanza, me salvó la vida”.

Jhonny Agámez, 30 años educando: “En el transcurso de mis años como docente, entendí que más allá de enseñar un saber específico, mi verdadero propósito es contribuir a que mis estudiantes se conviertan en buenos seres humanos para esta sociedad. Aprendí que las teorías, los consejos y las reflexiones de un buen maestro tienen un gran poder transformador, y con semejante poder me siento como un superhéroe, con ganas de seguir orientando”.

Máximo Villamil, 30 años educando: “Siento el decir de Platón: “Dejamos sembrada en los demás esa luz para que otros encuentren ese camino a seguir a pesar de la oscuridad constante”. Educar es encontrarse a sí mismo a través del otro, se entrega, se vive y se siente en el alma. A esto le llamo vocación.

Mi llegada a la Institución Educativa de La Boquilla, por traslado, significó ser rechazado desde el primer día: los estudiantes, sin conocerme, decían que por mi culpa habían sacado a su profesora ‘favorita’ y bloquearon la puerta del salón con sillas para que yo no pudiera entrar. Empecé a dar clases en la playa, con aquellos que quisieron acompañarme, y con el tiempo fui nominada al Premio Compartir al Maestro por el trabajo que realizamos en conjunto.

Definitivamente educar hace milagros. Sin contar los foros filosóficos en los que participaron y resultaron ganadores. Hoy, todos -con abrazos, lágrimas y sonrisas maliciosas- recuerdan con cariño aquel episodio, desde cada una de sus profesiones”.

Lastenia Zabaleta, 32 años educando: “Educar es un don que Dios me regaló para impactar la vida de las personas que me rodean. Soy testimonio de cómo la educación transforma vidas y cambia tu situación socioeconómica. Educar me permite contribuir a que otros miren la vida desde una perspectiva diferente, desde otros espacios. La educación alegra el alma, y ver el avance de mis estudiantes -que nacieron y crecieron en barrios marginados de Cartagena-, triunfando y generando cambios sociales, es algo que me llena de profundo gozo”.

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