El pasado 17 de abril se cumplió otro aniversario del fallecimiento del único nobel de la literatura colombiana, Gabriel José García Márquez. Sus cenizas, desde el año 2016, reposan en el Claustro de la Merced de la Universidad de Cartagena, ciudad que ocupó un lugar especial en la vida literaria y los afectos de Gabo, e institución universitaria en la que tuvo un paso efímero al matricularse en 1948 en la carrera de derecho, aun cuando esos estudios los abandonó para entregarse por completo a la profesión de escritor.
Desde luego, el recuerdo de Gabo instalado en el alma mater nos conecta inevitablemente con la rica tradición literaria y de producción de conocimientos, que ha marcado la historia de la universidad en estos casi doscientos años de existencia.
Entre muchos escritores que han pasado por ese lugar del conocimiento, como docentes, estudiantes, egresados, administrativos, ciudadanos o invitados, vale recordar que la producción de libros siempre ha hecho parte del impulso y el desarrollo de la Universidad de Cartagena desde el siglo XIX.
La tradición de publicar libros se inició precisamente en la década de los años treinta de ese siglo tras el anuncio de la impresión de la Gramática Francesa, reducida a un curso de veinte y dos lecciones, seguidas de sus respectivos temas: destinada al uso de la juventud granadina, escrita por el Catedrático de idiomas francés e inglés en la Universidad del Magdalena e Istmo, don Antonio Benedeti. Libro que, con el pasar de los años, fue declarado texto de enseñanza nacional y, además, es considerado -hasta hoy- como la primera “gramática escrita en español para enseñar el idioma francés” que se gestó en el país. Lea: Esta es la historia del primer Colegio de Niñas en Cartagena
El primer libro de idiomas y su autor en Colombia
Su autor logró entrar a la universidad como catedrático de inglés el 28 de marzo de 1833, y posteriormente se le otorgó la cátedra de francés desde el 13 de diciembre de 1834. En ese año, justamente, Benedeti empezó a escribir varias notas que circulaban entre sus alumnos, sin concebir aún que más tarde se iban a convertir en la primera gramática francesa escrita en castellano para la enseñanza de la juventud.
En el prólogo de la Gramática Francesa, impresa en el año 1837 por José María Angulo en la Imprenta de Francisco de B. Ruiz, de hecho, don Antonio reconocía: “La compuse solamente con el objeto de dictar lecciones de francés a mis alumnos en la Universidad del Magdalena e Istmo, y no me resolví a imprimirla hasta que me persuadí de lo molesto que era para ellos el tener que copiar diariamente las lecciones que les dictaba. Habían salido ya varios pliegos impresos que circulaban entre los mismos alumnos, y todavía no había pensado en dar a luz mi gramática”.
Más allá de las indicaciones de clases transformada en libro y el aporte de los estudiantes, lo cual daba una breve indicación del cómo se impartían las clases en el siglo XIX, la Gramática Francesa no pudo ser impresa como libro sino hasta 1837, después de que la Junta General de la Universidad del Magdalena e Istmo aprobara su publicación, tras ser examinada por una comisión compuesta por los catedráticos Pedro F. Castellón y Agustín Núñez. Lea: Universidad de Cartagena: la historia de sus primeros maestros
Estos catedráticos en su informe, además de reconocer la difícil tarea encargada, destacaban lo oportuno del método empleado, pues “(…) divididos los diversos tratados en cortas lecciones (…) se facilita y abrevia en sumo grado el estudio, el cual amenizados además con los ejercicios o temas puestos al fin de cada lección, no causa aquel tedio que tanto desalienta a los jóvenes”. De acuerdo con lo anterior, el autor y su libro de idiomas debía luchar contra el desánimo de los estudiantes de aquella época frente a las lenguas modernas.

Aunque tal parece que el éxito de su venta estuvo garantizado durante los primeros diez años de existencia desde 1837, pues la Gramática Francesa, que su autor vendía -en su casa ubicada en la Calle de Santo Domingo- a 20 reales cada ejemplar, se había agotado enteramente en 1846 y por ello decidió hacer una “reimpresión con algunas mejoras notables”, bajo el título de Nuevo curso práctico, analítico y teórico de lengua francesa.
En esa década, gracias al apoyo de la Universidad del Magdalena e Istmo, la obra había podido circular a nivel nacional y Benedeti, gracias también a sus enseñanzas, se había transformado en un destacado hombre de letras que, además de escribir, ofrecía sus servicios de traductor e intérprete de las lenguas francesas e inglesas -cobrando ocho reales por cada página de 24 renglones-, al igual que era un reconocido comerciante de libros, fundaría la Casa de Educación de Benedeti en 1842 y llegó incluso a ser inspector del Colegio de Niñas en Cartagena.
Así nació en Cartagena pues el primer libro dedicado al aprendizaje y comprensión de la lengua francesa desde el castellano, toda una novedad en una sociedad que, después de los procesos de independencia de principios del siglo XIX y tras la apertura de la Universidad del Magdalena e Istmo en 1828, iba dejando atrás el Latín y asumía el desafío de ir imponiendo el castellano como lengua oficial y de acceder por vía de este a las lenguas modernas (el inglés y francés). Todo favorecido en el marco de un contexto político en el que emergía la libertad de pensamiento.