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Cultural

Gustavo Álvarez Gardeazábal en Filbo: “Narro la tragedia colombiana”

Gustavo Álvarez Gardeazábal, irreverente y sin miedo a la muerte, se acerca a los 80, con tumba propia y rutina entre letras, orquídeas y gansos.

Gustavo Álvarez Gardeazábal en Filbo: “Narro la tragedia colombiana”

El escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal presenta su Biblioteca Gardeazábal en Filbo 2025. Foto: Cortesía.

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Gustavo Álvarez Gardeazábal (Tuluá, 1945), es uno de los clásicos vivientes de la literatura colombiana. Irreverente, provocador, sin pelos en la lengua, no le teme a nada ni a nadie, menos a la muerte. Vive en la finca El Porce, a las afueras de su ciudad natal Tuluá. Despierta muy temprano a escribir, sembrar orquídeas y a cuidar sus gansos. Se acerca a sus 80 años, los cumplirá el 31 de octubre. Es el único colombiano con tumba propia elegida por sí mismo, con escultura erigida en el cementerio y con epitafio escrito. Tan exigente con la vida y la muerte que escogió a dos muertos célebres que estarán cerca a su propia tumba: Jorge Isaac y Tomás Carrasquilla. En Facetas, conversamos con él.

- ¿Qué novelas integran la Biblioteca Gardeazábal que se presenta en Filbo 2025?

Son 12 volúmenes: 11 narraciones y un libro de ensayos: “Cóndores no entierran todos los días”, “Las guerras de Tuluá”, “Las mujeres de la muerte”, “Dabeiba”, “Comandante Paraíso”, “El Divino”, “Los Sordos ya no hablan”, “El Titiritero”, “Los Míos”, “El Último Gamonal”, “El papagayo tocaba violín”, y “Prisionero de la Esperanza”.

Al volver a editar su clásica novela “Cóndores...” escrita hace más de 54 años, ¿qué influencias cree que tuvo al escribirla, y qué inquietante vigencia encuentra con la violencia actual en Tuluá y Colombia?

He repetido siempre que esa novela ya tenida como clásica es el acopio de mis vivencias, mis lecturas y mi deseos de contar la eterna tragedia colombiana que prefiere la muerte al diálogo para solucionar los problemas. Mi novela ni pasa de moda ni Colombia ha aprendido de ella. Por eso quizás la han divinizado.

-Observamos que hay novelas reeditadas a las que usted ha incluido un Epílogo que las contextualiza. Hay en este conjunto de obras una obsesión tutelar por el poder, la violencia como un fenómeno enquistado en nuestra historia nacional, un retrato de nuestra sociedad patriarcial, fragmentada e intolerante?

En la Biblioteca Gardeazábal los 12 títulos tienen un epílogo merecido y obligatorio. Son obras publicadas entre 1971 y 2025 y en 54 años la vida ha cambiado en demasía y las intenciones y las lecturas de tantos millones de personas han sido diferentes con el paso de los años. Esos epílogos me permiten mirarme al espejo y repetirle al lector que no he dejado de ser un hombre de provincia que retrató hacia la eternidad lo que ha sido Colombia .

- Usted es un clásico literario colombiano con obras como Cóndores, Dabeiba, El bazar de los idiotas, La boba y el buda, entre otras. ¿Cree que el tono y el estilo de ese narrador de los años setenta, cambió con las violentas metamorfosis de la realidad política colombiana?

Uno es un ser cambiante sometido a ser actor y observador de una realidad que unas veces se esfuma y otras se renueva hasta hacerse desconocida. La prosa que ahora llaman gardeazabaliana no parece haber cambiado mucho, por eso quizás conserva tantos adeptos. El punto de vista sobre la realidad es el que los años y las experiencias vividas han hecho cambiar.

- ¿Qué cree que ha aportado en su obra literaria el periodismo, la diaria tarea como analista político y su experiencia como hombre público?

Me ha permitido estar presente en la vida nacional con mis ideas y sin asumir banderas políticas. Literariamente es una válvula de escape para que ninguno de esos temas que trato diariamente se me vuelvan tentación novelística.

- ¿Cuál es el lugar de Tuluá que al mirarlo se le retuerce el alma y cuál el lugar que le trae conmovedores y bellos recuerdos?

El Colegio de los salesianos, donde El Cóndor se volvió mito defendiéndolo de la turba multa el 9 de abril. Y, curiosamente en donde les da vergüenza que yo haya estudiado allí, hasta el punto que la placa de bachillerato donde reposaban los nombres de los bachilleres de 1962, y que yo encabezaba por orden alfabético, fue destruida a cincel cuando me metieron a la cárcel.

- ¿Cuál de los personajes de ficción es el que más se parece a Gardeazábal?

En mi novela inédita “El Papagayo tocaba el violín”, que saldrá hacia agosto, el narrador terminé siendo yo mismo y lo que iba a ser una autobiografía terminó siendo un retrato a la antigua de mis antepasados paisas y tulueños.

- ¿Qué privilegiará al contar sus memorias?

Después de este fallido intento me convencí que no seré capaz de escribirlas.

- Vemos que las portadas de sus novelas reeditadas son obras de arte. Cuéntenos sobre el artista y la selección de las pinturas.

Cada una de las 12 portadas de la Biblioteca Gardeazábal son óleos de 1.20 por 1.50 que ha pintado mi esposo Alfredo Saldarriaga. Son de un estilo muy particular y de pronto más valiosas que las narraciones que enmarca.

- ¿Ha sido invitado alguna vez a pertenecer a alguna Academia de la Lengua?

No he sido partidario de esos cenáculos y alguna vez que Bogdan Piotrowski, directivo de la Academia Colombiana de la Lengua, me pidió permiso para presentar mi nombre le advertí que en esos cenáculos tengo muchísimos enemigos y muy pocos amigos . Unos días después supe que la Academia no permite convictos entre sus miembros. Por eso Cervantes no pudo ser académico nunca.

- Finalmente, ¿a qué le teme al acercarse tan dinámico y activo a sus 80 años? ¿Qué piensa de la vejez y cómo la conjura?

La palabra temor no ha existido en mi diccionario. A los 80 años he recibido los honores y reconocimientos que podía recibir un escritor de provincia que no ha ido a dar culo en Nueva Yok o a lavar platos en París, ni ha pertenecido jamás a alguna rosca de intelectuales protegidos o esclavizados. Me siento satisfecho y biológicamente muy cercano de ser sepultado en el Cementerio Museo San Pedro de Medellín, donde me esperan Isaacs y Carrasquilla para conversar sobre esta patria que cantamos desde la provincia.

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