El niño Gabriel García Márquez aprendió a leer memorizando el sonido de las palabras. Rosa Fergusson Gómez, quien inauguró a sus dieciocho años, el kínder del colegio Montessori de Aracataca, con veinticinco niños entre los tres y cuatro años, lo recordaba recién nacido, “blanco y rosado y con un cabello hermoso”, cuando ella aún estudiaba en el colegio la Normal de Santa Marta y pasaba vacaciones en Aracataca, junto a su familia que vivía en frente de la casa del coronel Nicolás Márquez Mejía. La joven profesora era según Dasso Saldívar, descendiente del primer cónsul de Inglaterra en Riohacha. Y muy probablemente, tenía alguna cercanía familiar con el coronel William Fergusson, edecán de Bolívar.
La imagen que tenía Rosa Fergusson del niño García Márquez al entrar al colegio era la de un niño impecable en el vestir, con sus pantalones cortos, sus zapatos bien lustrados y la ropa encajada “muy bien vestidito, bien bañadito, muy formalito”. Entró al colegio a sus cuatro o cinco años.El colegio estaba cerca de la estación. La línea del ferrocarril pasaba al frente. Entre los niños del kínder estaban sus hermanos Luis Enrique, Margot y Aída. La niña Elena Daconte, la Nena Daconte, con sus bucles dorados, era la adoración del niño Gabito, pero no se atrevia a hablarle en el recreo. La contempló tanto y la convirtió en personaje de uno de sus cuentos: “El rastro de tu sangre en la nieve”. Lea: Aracataca: el pueblo de la eterna siesta
Gabo salió del hogar: de Aracataca a Sincé
En diciembre de 1936 Gabriel Eligio García decidió regresar a Sincé, su ciudad natal. Y se llevó a sus niños Gabriel José y a Luis Enrique, para que además conocieran a su abuela paterna Argemira García Paternina. El niño Gabriel siguió sus estudios de primaria en 1937 en Sincé con el exseminarista Luis Gabriel Meza. El sentimiento de soledad más profundo lo vivió el niño Gabriel viviendo en Sincé cuando se enteró en una conversación entre su padre y Argemira García Paternina que en Aracataca había muerto su abuelo Nicolás Márquez Mejía, en 1937. Una noticia desoladora antecedida por la muerte de Wenefrida Márquez, la hermana del coronel, el 21 de enero de 1937.

Un viaje macondiano: de Sincé a Barranquilla
A finales de 1938 la familia de García Márquez se estableció en Barranquilla, luego de una nueva aventura de Gabriel Eligio García, al abrir una farmacia, buscando derrotar la pobreza. Pero todo auguraba un enorme fracaso. Gabito empezó a publicar sus primeros poemas y sus crónicas a sus 13 años en la revista “Juventud”. Se sabía de memoria el poema El vértigo, del español Gaspar Núñez de Arce. Perdió el segundo de bachillerato, por problemas de salud. En ese entonces se firmaba El Capitán Araña, Gabito y Gabriel José. Todas sus artículos publicados en la revista, incluidas todas las viñetas que escribió en los seis primeros números, se conservan en la institución educativa como una muestra de la formación del periodista y escritor, algunas de ellas reseñadas por sus biógrafos, como “Bobadas mías”, “Crónica de la Segunda División”, “Desde un rincón de la Segunda”.
Gabriel García Márquez: de Sucre a Zipaquirá
García Márquez llegó a Zipaquirá a sus 16 años, el lunes 8 de marzo de 1943, a estudiar en el Liceo Nacional de Varones. Lea: El Gabo humano, un loco caribeño
A finales del cuarto de bachillerato, García Márquez escribió el embrión de lo que sería su primer cuento: “Psicosis obsesiva”, en 1943, que sorprendió a sus compañeros del salón. Era la historia de una muchacha que se le dio por convertirse en mariposa y emprendía vuelos cada más altos. No había leído aún La metamorfosis de Kafka. Los sonetos que escribía García Márquez a sus 17 años tenían el tono y la influencia del movimiento poético Piedra y Cielo. Con el seudónimo de Javier Garcés, escribió sonetos, y declaró su amor en versos a Lolita Porras, Luz Virginia Lora y Berenice Martínez Vélez.
Algunos de esos poemas piedracelistas como “Llueve en este poema”, “Poema desde un caracol”, firmado por Javier Garcés, fueron publicados por Eduardo Carranza en el suplemento de “El Tiempo” en 1944.

El joven de 17 años intentó desafiar el artificio piedracelista: el mar que nombra no es “ese mar retórico con mástiles y marineros amarrados a una leyenda de cantares”, dice en su primer cuarteto de “Poema desde un caracol”. No es el “mar inútil que regresa con una carga de paisajes para que siempre sea octubre en el sueño de los alcatraces”. Es el mar que lleva consigo mismo, él como un caracol hermético, encerrado en su propia soledad y en la adivinanza de un primer amor de adolescencia. La alusión a la lluvia es recurrente en estos poemas de adolescencia de García Márquez: la soledad, el mar, la lluvia y la rosa. En su poema evoca un amor en la distancia y a través de la lluvia: “hoy está atardeciendo tu nombre en mi poema”, dice en su tercer párrafo de “Llueve en este poema”.
Con sus amigos de lectura, entre ellos, Mario Convers creó en el liceo, el Centro Literario de Los Trece, en el que compartían libros y autores y llegaron a publicar la “Gaceta Literaria”, que apoyó el rector Carlos Martín, quien a mediados de ese 1944 fue visitado por Eduardo Carranza y Jorge Rojas, los impulsores de Piedra y Cielo. Pero la primera edición no alcanzó a circular porque ese mismo día estaba turbado el orden público y el alcalde de Zipaquirá entró al liceo con un regimiento armado que decomisó la publicación literaria como material subversivo. Fue la primera censura que vivió García Márquez como estudiante, que le costó el puesto al rector Carlos Martín, quien fue notificado por la presidencia de la República de haber permitido la publicación de doscientos ejemplares de la “Gaceta Literaria” sin que pasara por la censura del estado de sitio. Lea: Entrevista: ¿Cuál es la importancia del libropóstumo de Gabo?
El poeta Carlos Martín se puso furibundo. Lo citaron al despacho del ministro de Educación. Y le mostraron la gaceta con el editorial suyo subrayado en rojo, lo mismo un artículo de Mario Convers y un poema que les pareció sospechoso.