Jair Buelvas es un escritor y fanzinero nacido en Cartagena que se oculta con varios Alter egos o seudónimos, con la intención de poder transitar siendo todos y ninguno. El libro El Circo del Silencio está firmado con el seudónimo de QöXaHöMN. Desde su título sugiere una paradoja: el bullicio del espectáculo y la opresión de lo no dicho. Pero si hay algo que define este libro es su capacidad para derribar certezas. QöXäHöMN no busca describir una ciudad, sino infectarla con su poética de la distorsión, deconstruirla a través de cartografías inconexas. En todo caso, lo que sí queda claro, es que Yellow Hell City no es solo un espacio geográfico; es una experiencia sensorial que huele a óxido y resuena en un eco de voces fragmentadas. “Yellow Hell City no es un lugar, es un estado mental” le escuché decir en la presentación del proyecto de este libro. Yo voy más lejos aún: es un síntoma. Si Cartagena (o cualquier ciudad reconocible) ha sido contada una y otra vez a través de lentes costumbristas o míticos, Yellow Hell City desmantela ese imaginario. Es un síntoma del agotamiento de la representación tradicional y la necesidad de deformar la ciudad para volver a verla desde otras posibilidades.
Esta obra fue ganadora de la convocatoria del IPCC Cartagena, Ciudad de Derechos en el 2024, un reconocimiento que no solo valida su potencia literaria, sino que también la inscribe en una discusión más amplia sobre la ciudad y sus narrativas. En un contexto donde la memoria y la identidad urbana son campos de disputa, este libro irrumpe con una visión que desarticula la postal turística y revela una Cartagena en tensión constante entre lo visible y lo soterrado. Más que un homenaje o una denuncia, El circo del silencio opera como un sabotaje poético, una cartografía de la marginalidad donde los personajes son ecos de un territorio en perpetua combustión. Que haya obtenido este reconocimiento en una convocatoria centrada en los derechos y la ciudadanía, no deja de ser un gesto paradójico: ¿es un testimonio o una herejía? ¿Un acto de reivindicación o de desafío? Quizá esa sea nuestra labor, porque a fin de cuentas la literatura es un acto semiótico, y más allá de las intenciones de cada autor, los lectores participan en la construcción de una pluralidad de sentidos.
Dividido en tres partes —Crónicas de Yellow Hell City, Cinemateca Underground y Conversaciones insólitas—, el libro se mueve entre el realismo contaminado y la fisura de lo extraño en una Cartagena desfigurada, el cine como palimpsesto y diálogos que desafían la lógica. La primera parte es una ficción sobre personajes de una Yellow Hell City cercana a la continuidad de tiempo y espacio de Cartagena de Indias, pero con el rasgo de lo extraño. Esta parte es como la madriguera del conejo, es un descenso a lo más profundo de esta ciudad de ceniza y hollín. No hay un mapa claro, solo ruinas y espectros que narran su propio extravío. Cada cuento es una esquina de este laberinto: desde figuras deambulantes como profetas urbanos que habitan en los márgenes, hasta el rumor de músicos que escapan en naves espaciales. La segunda, retrata desde unas visiones vertiginosas, el diálogo con el cine, el cómic, los sueños y las distopías posapocalípticas. La estructura del libro aquí se torna aún más experimental, evocando las narrativas fragmentadas de Oliver Stone y el dramatismo de Ingmar Bergman. El autor juega con referencias que, lejos de ser citas eruditas, parecen interrumpir la linealidad de los relatos para recordarnos que todo es una ficción dentro de otra ficción. La tercera parte, apunta al diálogo, otra forma del movimiento y de recorrer la ciudad y la vida. Aquí, la tendencia es filosófica, sin caer en dogmatismos, dándole la oportunidad de hablar a lo inverosímil.
Las ilustraciones de Richard Pérez no funcionan como meros acompañamientos visuales, sino como extensiones del lenguaje del libro. Con trazos que oscilan entre lo grotesco y lo onírico, su trabajo captura fielmente la textura de Yellow Hell City, expande el imaginario del texto, amplificando la sensación de extrañamiento y desasosiego que recorre El circo del silencio. Como el propio libro, las ilustraciones desafían cualquier intento de domesticación. Si algo logra este texto es sabotear toda noción de literatura urbana convencional. Quizás el mayor mérito de QöXäHöMN es su capacidad de convertir la lectura en un acto de sabotaje. Su ciudad es un teatro sin obra, un circo sin aplausos.
La relación con otros textos es inevitable, pero no cómoda. En El circo del silencio, la literatura y el cine no son homenajes ni referencias: son trincheras desde donde la escritura se agazapa y dispara. La influencia de Burroughs no está en la imitación del caos, sino en la construcción de una sintaxis propia que no necesita permiso para desmoronarse. Hay ecos de Lynch y Cronenberg, pero no en sus estéticas, sino en la convicción de que la realidad misma es la verdadera aberración. Hay pasajes donde se nota el afecto o la obsesión por la obra de Roberto Bolaño y Philips K. Dick. QöXäHöMN no cita: sabotea. No conversa: impone su propio ruido. Yellow Hell City no es solo una ciudad, es un método de escritura. Es un espacio donde la lógica narrativa se funde con la fiebre, donde el amarillo no embellece ni ilumina, sino que ahoga. Y si al cerrar el libro sentimos que la ciudad sigue ahí, observándonos desde alguna esquina de nuestra propia realidad, es porque el autor logró lo que pocos: escribir un lugar que no necesita existir para ser inevitable.
El circo del silencio será presentado el día jueves 10 de abril en el Museo de Arte Moderno de Cartagena. El novelista Raymundo Gomezcásseres estará dialogando con QöXäHöMN, en compañía del equipo de producción de la obra: Richard Pérez, Omar Pineda, Helene Pineda, Ruidos Análogos, Gente Rara y Libros Suavecitos.