El 1 de marzo se cumplieron 25 años de la partida de Andrés Gregorio Guerra Landero, mejor conocido como Andrés Landero, uno de los artistas más prolíficos que ha dado San Jacinto (Bolívar).
En largas conversaciones con Adolfo Castro Fernández, guacharaquero y corista de Landero durante siete años, contó muchas anécdotas que reflejan la personalidad de este juglar, a quien consideró “ese amigo con el que se podía contar en las buenas y en las malas”.
Andrés Landero: el legado de un juglar inolvidable
La primera impresión
En 1987, mientras tocaba con el conjunto de Carlos Movilla en una parranda privada, Landero llegó a escuchar a Adolfo por recomendación de un amigo en común. Al terminar un toque, se acercó al guacharaquero y le dijo: “Oiga, lo felicito”, y se fue. Al día siguiente se presentó en su casa y continuó: “Oiga, lo felicito. Estoy pensando grabar un disco y necesito que me acompañe para hacer los coros”. Le entregó un cassette y le indicó: “Vaya donde ‘El Pequi’ Romero para que lo escuchen y practiquen los coros”.
El asombrado Adolfo sólo alcanzó a decir: “Maestro, esto hay que ensayarlo”. “Y los profesionales..., ¿cuándo han ‘ensayao’?”, respondió Landero.
La vida del músico
Landero era una persona correcta, de palabra, nunca quedó mal con nadie. “Una vez me convidó a tocar una serenata a un amigo en El Guamo. Me dijo que nos íbamos a las 2 de la mañana.
“A las 2 de la madrugada llegó acompañado de su conjunto; llegamos a las 4:30 y enseguida comenzó a cantar ‘El Bautizo’. ¡La parranda se prolongó por tres días!”, recuerda Adolfo.

A las parrandas, a toca
Durante una parranda que amenizaron en Cartagena de Indias, en casa de Carmen Sabalza, Landero descubrió que su corista era un excelente cuenta chistes. Durante los intervalos de cada tanda, Adolfo hacía destornillar de risa a los presentes. Landero, algo enojado le gritó: “¿Yo a usted lo traje para contar chistes o para que me acompañara en los coros?”.
Pago puntual
A Landero no era necesario ir a cobrarle, él iba donde uno a pagarle, y pagaba bien. Era muy cumplido, tenía un dicho: “Mejor es ‘pegá alante’, el que pega ‘alante’ pega dos veces”. Por lo regular siempre abría los espectáculos y no le gustaba que lo dejaran de último; otro de sus dichos era: “El que sale de sus compromisos, ya sabe para donde va”.
Quise saber si alguna vez Landero le habló de Juancho Polo, y Adolfo recordó lo que alguna vez le dijo: “Cuando Landero salía a hacer sus correrías por el departamento del Magdalena, gustaba de visitar Salamina, Pedraza, Fundación y Pivijay con regularidad. Quiso conocer a Juancho Polo y convidó a Calixto Ochoa para ir a Flores de María. Partieron a pie como era usual en ese tiempo, con el acordeón al hombro; en sus mochilas cargaban una muda de ropa y algunos tabacos para fumar durante el trayecto. A Landero no podía faltarle su insustituible sombreo fino vueltiao; llegaron a su destino bajo un pertinaz aguacero, encontraron a Juancho acompañado de ‘Mingo’ Pimentel. Armaron una parranda y Landero se sorprendió al notar que Juancho entre más tomaba, más tocaba y mejor cantaba: Juancho Polo era de esas personas que podía demorar dos, tres y hasta cuatro días tomando..., y sin comer nada, sólo sostenido por el trago.
Un dúo inolvidable
Landero y Castro se complementaron muy bien: al carácter sereno y discreto del primero se sumó la explosividad y el desparpajo del segundo. “Tuve el privilegio de formar parte de su conjunto, lastimosamente el destino nos jugó una mala pasada y el maestro se tuvo que ir, pero aquí estamos nosotros para seguir adelante”, termina Adolfo Castro.