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Cultural

Federico Ochoa: el viaje de un profesor paisa al ritmo del Caribe

Federico Ochoa, músico, escritor y profesor de la UTB, quedó atrapado por la magia y el calor de los ritmos tradicionales del Caribe colombiano.

Federico Ochoa: el viaje de un profesor paisa al ritmo del Caribe

Federico Ochoa y su pasión por los ritmos del Caribe colombiano. //Fotos: Cortesía.

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En este rincón del mundo donde el sol calcina los techos de zinc y el viento del Caribe arrastra el eco de los tambores, la música no es solo una expresión artística: es la memoria viva de un pueblo que canta sus alegrías y dolores con el mismo fervor con que sopla la brisa salobre. Federico Ochoa, un paisa errante, se lanzó a los caminos de la Costa Caribe en busca de los secretos escondidos en los festivales de gaitas, tambores y cantos ancestrales. Lo que encontró fue una Colombia que apenas intuía, donde el latido de la tierra resuena en cada acorde y cada zapateo levanta el polvo de la historia.

De Medellín a Cuba

Federico, a quien el destino primero empujó a la publicidad, encontró en la música el llamado que le había estado rondando desde la infancia. Cruzó el mar hasta Cuba con su saxofón a cuestas, y allí, entre soneros y maestros del ritmo, descubrió que la música no es solo sonido, sino raíz. “Uno cree que sabe de su tierra hasta que un extranjero le pregunta por ella”, dice con una sonrisa que lleva el peso de la revelación. Fue en Cuba donde comprendió que su verdadera deuda no era con el jazz ni con la academia, sino con las melodías que se gestaban en las plazas polvorientas de su propio país.

El regreso: una travesía por los festivales de la memoria

Con el ansia del descubrimiento, Ochoa volvió a Colombia decidido a conocer su música desde la fuente. Sin mapas ni guías digitales, emprendía viajes a pueblos donde la fiesta es el centro de la existencia y la música es la manera más pura de hablar con los ancestros. Su primera parada fue Ovejas, Sucre, en el legendario Festival Nacional de Gaitas. Luego, lo vieron en los patios de María La Baja, en los bailes frenéticos de los festivales de cumbia en el Magdalena, y en decenas de veredas donde el tambor no necesita escenario para mandar.

Federico Ochoa: su viaje musical por los ritmos del Caribe. //Fotos: Cortesía.
Federico Ochoa: su viaje musical por los ritmos del Caribe. //Fotos: Cortesía.

“Cada género musical es un idioma distinto”, dice con la certeza de quien ha aprendido a escuchar. En estos encuentros, descubrió que la cumbia, el porro y el bullerengue no son reliquias, sino lenguajes vivos que se reinventan con cada generación. Y también descubrió algo más doloroso: que mientras los extranjeros pagan fortunas para presenciar estos espectáculos de autenticidad, los propios colombianos los ignoran.

“Crónicas Sonoras”

En un intento de atrapar en el papel lo que sus oídos habían recogido, Ochoa escribió Crónicas Sonoras: travesías por festivales de cantos, pitos y tambores del Caribe colombiano. No es un tratado, ni un simple anecdotario: es un testimonio vibrante de la cultura que resiste al olvido. En él, narra las historias que se tejen entre porros y cumbias, rescata los nombres de los maestros que han sostenido esta tradición y documenta las pequeñas revoluciones que suceden en cada tarima improvisada. Entre los muchos nombres que menciona en su recorrido están Pabla Flórez, Ceferina Banquez, Petrona Martínez, Estefanía Caicedo, Etelvina Maldonado y Magín Díaz.

El libro no solo recoge estos testimonios, sino que también transmite con humor las vivencias de su autor en cada festival, mostrando la manera en que la música, la gente y las anécdotas se entrelazan en un relato lleno de color y ritmo.

“Hay festivales con décadas de historia que apenas tienen registros. Yo solo quiero dejar un testimonio de lo que fueron y quizá ayudar a que se sigan celebrando”, confiesa. Con un lenguaje que camina entre lo académico y lo narrativo, su libro abre las puertas de este mundo sonoro a quienes todavía no han sentido el llamado de los tambores.

Desde su publicación, el libro de Ochoa ha sido más que un relato: es una invitación. Una exhortación a mirar lo propio antes de que se disuelva en el olvido. “Intento mostrar que las músicas tradicionales son hermosas, que se pasa delicioso en un festival y que es muy barato ir. ¿Cómo no aprovechamos algo tan valioso que tenemos tan cerca?”, se pregunta con la pasión de quien ha visto de cerca el milagro y teme que se pierda para siempre.

La travesía de Fede continúa, su saxofón sigue siendo testigo de los ritmos que resuenan en la arena y en la piel de un pueblo que nunca ha dejado de cantar. Y mientras haya alguien dispuesto a escuchar, la música tradicional colombiana seguirá siendo ese fuego que ni el olvido ni el tiempo podrán apagar.

*Estudiante del programa de Comunicación Social de la UTB

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